¿Qué es eso de comportarse como un viejo?

Dos actores durante la representación. Foto: Juan A. Berzal.

Hace siete años, el teatro Calderón de Valladolid creó La Nave senior para que personas de más de 65 años pudieran experimentar las artes escénicas de una forma diferente. Dejaron suelta a la creatividad, abrieron el baúl de la improvisación y permitieron que las experiencias personales subieran al escenario para trabajar en equipo. En este tiempo han roto los tópicos de su edad y las emociones las han puesto al servicio de la belleza interior. No les interesa el éxito, prefieren disfrutar. ¡Y vivir!

Por ISAAC MACHO
Fotografías: JUAN A. BERZAL

Es media tarde. El mar está tranquilo, sin olas ni viento. Visibilidad óptima. La tripulación recibe en la escalera del trasatlántico atracado en el puerto de Las Moreras a los ocasionales pasajeros. Pertenecen a una compañía de medio centenar largo de actrices y actores procedentes de Valladolid, todos ellos jóvenes de entre 84 y 65 años con ganas de enfrentarse a una revolución personal. Un salto que les genere una nueva oportunidad anímica “porque acaban de jubilarme, de quitarme de la circulación y yo no quiero hacer las cosas que hacen los viejos en los centros cívicos…”, protesta uno de ellos.

Forman parte del equipo de animación del crucero y viajan por el Mediterráneo en una travesía de placer. Son integrantes del grupo de La Nave del teatro Calderón que pretenden vivir esta experiencia única y, de paso, presentar a los cruceristas el ensayo general de su último espectáculo.

Félix Fradejas y Marta Ruis de Viñaspre dan instrucciones a los actores. Foto: Juan A. Berzal.

Escena I

Los primeros en subir al buque, con puntualidad británica, son Teresa, Isabel, Charo, Luis Guillermo y Begoña. Resueltos, ríen y departen entre ellos mientras se dirigen a los camarotes con despreocupación para dejar sus equipajes antes de dirigirse al salón de los Espejos. Allí les esperan Marta Ruiz de Viñaspre y Félix Fradejas, los directores artísticos de La Nave. Los saludan y continúan fijando los detalles de la agenda para la velada.

El reguero de intérpretes es constante. La sala ya está casi de bote en bote. El murmullo es general. “Vamos a empezar la fiesta”, anuncia socarrón el director y lentamente se va apagando el run-run de fondo. Las voces pierden fuelle y Marta explica, mirando a los enfervorizados pasajeros, las escenas que vivirán en la fiesta del estreno que tendrá lugar en la cubierta del barco.

Enseguida el capitán ordena soltar las amarras y el faraónico trasatlántico Idioteces y chiripas, crucero por las islas griegas comienza la maniobra de desatraque. Estos inusuales y hasta extravagantes turistas se convierten, como buenos intérpretes, en bulliciosos pasajeros minutos antes de examinarse sobre las tablas.

“Are you ready?” deja caer Félix alzando la voz. “Lourdes, puedes darte la vuelta tranquilamente y mostrar la espalda al público, esto es teatro contemporáneo”, advierte el responsable ante las dudas de la actriz. La intérprete repite la acción y Marta refuerza el consejo: “no titubeéis”, y para demostrarlo se ofrece ella misma, con decisión, a dar unos pasos en el parquet.

Gran momento musical de la función. Foto: Juan A. Berzal.

Ya metidos en harina, acto seguido,  los responsables artísticos proponen diferentes acciones teatrales a los intérpretes: grupos que pasean en conjuntos de tres en tres –“la Nave no es una factoría, venimos a crear emociones, divirtámonos”–; dos amigas confiesan sus secretos más íntimos  –“Si no escucháis a vuestras compañeras es imposible que salga bien”–; un jugador de pelota vasca hace ejercicios en solitario e imagina su vieja pasión de pelotari  –“¿Qué hace un pelotari cuando no puede tocar la pelota? Lo sueña. Un actor puede estar sin hacer nada, pero si no le sucede nada en su interior, está muerto”.

Dos empleadas del barco limpian animadamente la cubierta –“¿Esperáis que la gente diga que sois viejos? Preocuparos de vosotros mismos, compartir la acción con vuestros compañeros y disfrutad”–; una pareja con derecho a roce camina muy entretenida entre la muchedumbre –“Juanjo, ¿por qué deambulas tanto? Estás haciendo demasiadas cosas a la vez, piensa: el roce hace el cariño”–; Toño, el cantante, solicita apoyo moral a sus fans y al mismo tiempo reclama la atención de los espectadores con guiños provocativos –“Vosotros susurráis, solamente, ¡ahhh!, ¡ohhh!, que esto no es un orgasmo”.

Varias parejas se entretienen entre suaves pasos de un pequeño baile –“Eso se convierte en un mogollón, un pegote, ¿sabéis por qué? Porque no os miráis, no estáis pendientes unos de los otros”–; los camareros reparten bebidas entre los turistas –“¿No os habéis fijado en cómo se comportan los camareros? En una fiesta lo que menos hacen es andar, suelen estar medio parados”.

Los familiares despiden a los cruceristas. Foto: Juan A. Berzal.

Escena II

Ha terminado el ensayo. Actrices y actores se arremolinan, comentan, sonríen, cuchichean. Si hubiera que definir esta odisea cultural en alta mar, habría que hablar de abrazo, celebración. Miguel Ángel Bercianos, que viene del teatro aficionado, después de ingresar en La Nave se pasó casi dos temporadas desaprendiendo “las manías” que había asimilado en el teatro tradicional. “Ahora ya estoy integrado”, respira satisfecho. Y es que la labor que desarrollan los componentes de este grupo, “muy activo e incentivado”, se centra en “la creación a través de ejercicios, improvisaciones, entrenamientos”, aclara Marta Ruiz de Viñaspre. “Poco a poco, vamos creando lo que finalmente será la obra final. Félix y yo lo reconducimos para que escénicamente funcione, pero sin perder de vista que ellos proponen ideas, escriben, plantean, eso es fundamental en este propuesta creativa”.

Cuando Blanca Esteban se jubiló tenía claro que empezaba otra etapa en la vida y aunque ya venía del mundo del teatro aficionado, sentía la necesidad de mantener la relación con otras personas. Encontrar “La Nave fue una maravilla”, asegura. “Estoy disfrutando muchísimo, todos estamos muy pendientes unos de otros y eso, a una edad en la que me estaba olvidando de que podía tener tantos amigos, es una gozada”, sentencia.

La palabra que define este juego teatral, para Ana Choya, es “descubrimiento”. Ella se ha encontrado con un teatro distinto donde “las improvisaciones aportan mucho”. “Los directores son geniales porque te lo hacen ver muy fácil, aunque, claro, no es tan fácil como pudiera parecer sino bastante complicado. Cuando estás sentada y ves y oyes lo que hacen los compañeros en el escenario parece muy sencillo pero cuando te toca actuar a ti, sí que te cuesta un poquito más que en el teatro al que estás acostumbrada”.

Marta Ruiz de Viñaspre marca las pautas de la función en el ensayo. Foto: Juan A. Berzal.

Para Begoña Burgos asistir, a veces en medio de un cierto caos, a un único ensayo puede llevar a confusión al espectador ocasional porque no es lo que parece: entre los compañeros, opina, “hay mucho talento”. Ella sostiene que en los 7 años que lleva asistiendo a la Nave se siente una privilegiada ya que ha aprendido, sobre todo, a ver “cómo tenemos que sentir lo que hacemos, es maravilloso tener con nosotros a Marta y Félix”.

Precisamente estos dos profesionales que fundaron el colectivo artístico Ghetto 13-26, sin importarles demasiado las tendencias del mercado, insisten cada minuto de los ensayos de esta comedia en el valor de la pandilla, del grupo: “tenéis que fijaros en vuestros compañeros, sois un equipo, hay que moverse en conjunto, escuchar a los amigos de al lado, que ellos os perciban, que os sientan…”

Esta reflexión la comparte al cien por cien Gloria Sánchez: “o somos todos o no somos ninguno”. Al echar la vista atrás y evaluar su paso por esta andadura, la navegante señala que “cada uno de los participantes aporta una nueva certeza y una nueva interrogante”. Todos, incluso “los más rezagados” entregan su pequeño grano de arena. La Nave senior, razona, “es un laboratorio sobre la condición humana y la vida”, un aprendizaje “altamente beneficioso para la salud” de los presentes en esta travesía cultural.

La intensidad de la medicina impartida en el espacio de la Nave senior ha surtido tal efecto que en muchos de los intérpretes ha cambiado hasta su percepción a la hora de ver una obra de teatro. Ahora admiten que son más críticos porque “veo cosas que antes no veía”, confiesa Miguel Ángel Bercianos. “Antes valoraba que un actor, por el solo hecho de subir a un escenario, tenía un enorme mérito, ahora lo sigue teniendo, desde luego, pero encuentro los fallos…, ¡ah¡ y cuando me gusta, aplaudo con más intensidad, claro que sí”.

Otra escena del espectáculo. Foto: Juan A. Berzal.

Escena III

¿Cómo integrar, atender, divertir a un grupo tan numeroso de personas, con orígenes y profesiones tan variopintos, conscientes de la clase de clientes especiales que son y con el grado de sabiduría que acumulan? Los directores, Félix Fradejas y Marta Ruiz de Viñaspre, conocen por su trayectoria la fragilidad del aplauso, han bebido del elixir del éxito y manifiestan que “no va ninguna parte”. Por eso, entienden que los pilares para impedir que estos navegantes abandonen y que la embarcación naufrague están directamente relacionados con armonizar esta familia de palabras: proceso, equipo, creatividad, diálogo, emociones. Y hace 7 años decidieron subirse a las alas de esa utopía, hecha realidad, y en esas claves continúan.

A juicio de Fradejas, “trabajar con ellos es muy fácil porque una de las cuestiones que Marta y yo nos propusimos desde el primer día fue creer en el equipo y ellos lo tienen muy asumido”, reconoce. “Poder desarrollar algo tan creativo como sus capacidades y sus emociones es algo maravilloso, fantástico”, resume.

Uno de los instantes relajados del ensayo. Foto: Juan A. Berzal.

En este encuentro de confesiones de los responsables artísticos, Ruiz de Viñaspre no quiere perder la ocasión de enumerar la fortaleza de esta empresa teatral. “Los aspectos que más nos gustan de la Nave son las cosas que surgen espontáneamente, los ejercicios, las improvisaciones, alguien que te escribe algo que se le ha ocurrido o una persona que propone una historia que te deja supersorprendida”. Y sintetiza sus argumentos: “ahí es donde está la riqueza, ahí es donde ellos se expresan de verdad, donde sueltan su imaginación, sus vivencias, donde está el verdadero capital del proyecto”.

Organizar a tantas personas y en tantas sesiones de trabajo, según la coordinadora, implica un “aprendizaje constante” que “nos hace estar muy despiertos, ser rápidos y compartir sus relatos”. Significa “una fortuna”, apostilla.

Después de siete temporadas pisando madera de escenario con mujeres y hombres talludos, Marta repite con frecuencia que esta experiencia de la Nave deberían tenerla en su programación todos los teatros públicos de España. Desgraciadamente, las agendas de la cultura van por otro lado.

“Si tuviéramos un país medio normal esta iniciativa estaría supervalorada, pero estamos en Valladolid, vivimos en Castilla y León, residimos en España y ¡qué vas a hacer…! Bendita la hora que Chema Viteri (director artístico del teatro Calderón) dijo vamos palante con esto porque es un proyecto redondo”, concluye Félix Fradejas.

Una de las intérpretes, ensayando por su cuenta. Foto: Juan A. Berzal.

1 comentario

  1. Félix Fradejas Marta Ruiz de Viñastre.

    se merecen un reconocimiento Nacional

    por su contribución al nuevo teatro y llenar de vida a todos los mayores de 60 !

    tengo una hermana que participa casi desde el comienzo con ellos y la familia hemos podido observa el cambio que ha tenido y está viviendo los mejores momentos de su vida

    Que hay que reconocer a estos dos directores!! Nadie lo pone en duda!!

    Aprendan de ellos !! Repítanlo por toda España y enseñen lo que ellos han creado

    es para darles el Cervantes

    El Príncipe de Asturias de las Artes

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