«Temo que se desate la violencia indiscriminada»

«La poesía, si es de verdad, tiene que ser un lugar de resistencia, pero ahora, además, puede ser un arma arrojadiza interesante».

“Ha habido mucho circo alrededor de la cultura”.

“Reivindico la política. Tenemos que buscar otro nombre para los meros representantes, los gestores… Son nuestros empleados, nuestros sirvientes (en el sentido de “servir a la sociedad”). Los políticos debemos ser nosotros mismos”.

“No me interesan las redes sociales como célula independiente”.

“La sanidad es el nuevo ladrillo, la nueva burbuja; ahí es donde está la pasta, todos enfermamos, todos nos morimos…”.

Por ELOÍSA OTERO
(Vídeos: LAURA FRAILE / Último Cero)

Víctor M. Díez (León, 1968) presentó hace unos días su último libro de poemas, ‘Funeral celeste’, en la Fundación Montes de Valladolid (los tres vídeos que aparecen entre estas líneas recogen algunos momentos de su lectura), y acaba de regresar a León después de participar, durante una semana, en el festival internacional Hurta Cordel de música improvisada que se ha celebrado en la Casa Encendida (Madrid). Poeta, actor, performer, articulista en prensa diaria o digital, autor de libros y guías de viaje, además de colaborador de TAM TAM PRESS, Víctor M. Díez lleva muchos años inmerso en el activismo cultural, de una forma u otra.

—Hace un año que se publicó este libro que acabas de presentar en Valladolid. ¿Qué perspectiva ofrece el tiempo?

—Le da a uno mucha pena, sobre todo por el editor. Porque tengo la impresión de que no ha recuperado siquiera el dinero que se gastó en la edición. Bueno, que no es por culpa mía ni de nadie. La gente compra poca poesía. Aunque ahora parece que hay una serie de gente que está volviendo a poner la mirada en lo de la poesía. Es una percepción personal, hay más lecturas y más interés en general.

—¿A qué te refieres?

—A que cuando no hay otro sitio a donde mirar, la gente empieza a buscar  respuestas o preguntas, o mensajes ocultos, no sé cómo decirlo. De verdad que lo noto en gente cada vez más joven, en chavales menores de 30 años, cierto interés que antes no veía. Creo que es sintomático de que la gente no tiene dónde poner la vista o a qué agarrarse. Y esto puede ser una consecuencia buena de algo malo ¿no? De que a nuestro alrededor todo se desmorona, se derrumba… Algo se empieza a crear desde el caos general. A nivel político, social y cultural hay, al menos, una toma de conciencia.

—Decir que la poesía es un territorio de “resistencia” ¿no es una especie de tópico?

—Efectivamente. Pero creo que la poesía, si es poesía de verdad, tiene que ser un lugar de resistencia, no porque tú tengas esa voluntad, sino porque ya en sí mismo el tipo de código, que requiere un esfuerzo, una reflexión… en medio de un ámbito en que todo es superficialidad, hiperconsumo, rapidez, velocidad… Algo como la poesía necesariamente delata una resistencia a todo eso. Pero es que ahora, además, puede ser un arma arrojadiza interesante.

—¿En qué sentido?

—Pues eso, en que se puede construir un mundo un poco más… de segunda capa, no tan epidérmico, que la gente puede cargar ahí pilas respecto a cómo plantearse un mundo con más imaginación, con más solidaridad, con cierto grado de pensamiento y sensibilidad que habíamos perdido. Eso puede estar en la poesía. Y todo lo contrario, evidentemente. Surgen en esa resistencia eslóganes poéticos de forma espontánea, gente que construye de una forma, digamos, poética. Y entonces, bueno, los poetas, espero, a lo mejor sabemos también hacer algo de eso.

—¿A ver? ¿Algún eslogan?

—Ja, ja… “Dimitir no es un nombre ruso”… ja, ja, ja… Bueno ese no es mío, ese aparecía en una pared y se ha puesto ahora de moda. Pero puede ser un ejemplo de ese tipo de construcciones. Vimos muchos ejemplos interesantes en el 15M. Hablo de cosas divertidas como “No hay pan para tanto chorizo”; “¿Estudias o trabajas?  Nada de eso, soy española”. Pero también “Eclipse de democracia”, “Sol nunca había brillado tanto” o “sólo los peces muertos siguen la corriente”.

—Volviendo a ‘Funeral celeste’… ¿es un libro contra la muerte, un libro de recuerdos?

—Las virutas de lo que llamamos memoria forman parte de los materiales con los que se escribe… Y sí, es un libro contra la muerte, en el sentido de que vivimos en un mundo en el que hay una excesiva aceptación de la muerte. Lo digo en el sentido de una poética contra la muerte. El pintor Manolo Sierra comentaba que nos han quitado ese ser vitalmente hechos para la felicidad… Somos seres hechos para la felicidad y sin embargo vivimos en un mundo de muerte.

—¿Qué gente pasa por este libro? ¿Familia, amigos, seres queridos, músicos, desconocidos?

—Hay un poco de todo. Te das cuenta de que no has conocido a Billie Holiday, pero forma de tu vida. Están desde mi abuela Piedad… hasta Angelita San Francisco (la madre del poeta Aníbal Núñez), por ejemplo. Después de la presentación se me acercó una mujer para que le firmara el libro, emocionada, porque la conoció y la quería. En el poema de Angelita se habla de unas imágenes que me contó ella: cuando tenía 12 o 13 años había visto a Unamuno izar la bandera tricolor en la plaza mayor de Salamanca. Me gusta eso, esa memoria superpuesta, o esa presencia de alguien que se ha ido, que te habla de alguien que a su vez se ha ido… También están Fernando Urdiales, Andrés Trapiello (“el bueno”), el contrabajista Peter Kowald, José Miguel Ullán… Gente que para mí sigue estando muy presente. Personajes de la calle de mi infancia como Ataulfo o Anita, que me vendió mi primer cigarrillo More, mezclados con Thelonius Monk, Jim Jarmush y el cartero Eloy, mi abuelo.

—¿Algunos de ellos como Urdiales o Andrés T. representan de alguna forma a una generación?

—No, más bien a un mundo que viene de antiguo y que se extingue. Dice así el poema dedicado a Andrés: “contemplar ahora el mundo / como un paisaje en retirada”. O sea, que no es solo la presencia física de alguien, es que ese alguien remite a un mundo que es un poco el mundo de nuestros abuelos abuelos, lo rural… Y el libro reflexiona sobre la muerte como presencia, sobre la sorpresa que te llevas cuando te das cuenta de que gente muy próxima a ti se va pero… sigue estando muy cercana.

—Decía Olvido García Valdés que la poesía, entre otras cosas, permite hablar con los muertos. Tú aquí bailas con ellos.

—Sí. Es una manera de relacionarte con ellos. Me gusta eso. Bailar con los muertos…

—Cambiando de tema. ¿Cómo están los tiempos para la gente que vive de la cultura?

—Bueno, la gente que vive de la cultura se tiene que olvidar de vivir de la cultura. Pero vamos, como la gente que vivía de ser camarero, profesor, periodista, arquitecto… De todas formas todo tiene cosas buenas. Porque me parece que ha habido mucho circo alrededor de la cultura. Había gente ganando dinerales por montar exposiciones de mierda, por dirigir instituciones podridas o programaciones vomitivas. Sin embargo, yo no creo, como defiende el amigo Felipe Zapico, que no haya que trabajar con las instituciones. Creo que todo esto es relativo. A mí me parece medio mal que no te paguen por lo que haces. Y que cuando a lo que te dedicas es a poner en escena tu mundo creativo, participar gratis et amore, puede suponer una manera de enviar un mensaje que desvaloriza tu dedicación ¿Defender la independencia? Imagino que Felipe vive de algo tan digno como los que vivimos de nuestra creatividad. Te contratan instituciones públicas y privadas, supongo que a él también. Hemos compartido escenario y nos lo hemos pasado bien y si nos han pagado, mejor.

—Bueno, supongo que él se refería a otra cosa, a que las instituciones no son imprescindibles a la hora de realizar actividades culturales…

—Lo que tenemos que conseguir es que las instituciones vuelvan a tener en cierta medida un rango de respeto, como para que nos apetezca poder colaborar con ellas. No soy partidario de que las instituciones estén solo ahí para fastidiar, creo que eso bien llevado puede funcionar. El problema es que a lo mejor no tenemos que dejar que lo lleven “ellos”. Como en general todo en nuestra vida. Hemos dejado que “ellos” lleven nuestros asuntos como en una gestoría, y ahora nos hemos dado cuenta de que en la gestoría nos estaban robando. Pero hay ahí una responsabilidad nuestra. Y ahora tenemos que ponernos las pilas. Igual que coges los recibos todos los meses, y dices: pero… ¿y esto? ¿y esto?… Pues deberíamos preguntarnos, como empezamos a hacer ahora: ¿Y éste porque tiene un cochazo? ¿Y éste por qué cobra esa millonada? ¿Y este por qué…? Cuando empecemos a hacernos ciertas preguntas, a lo mejor empieza la cosa a reordenarse. Esta es una actitud política. Reivindico la política. Tenemos que buscar otro nombre para los meros representantes, los gestores… Son nuestros empleados, nuestros sirvientes (en el sentido de “servir a la sociedad”). Los políticos debemos ser nosotros mismos.

—Te niegas a estar en las redes sociales. ¿Por qué?

—A ver, no me interesan las redes sociales como célula independiente. Sí me interesan si hablamos ampliamente de redes sociales, no sólo como marca. Me interesan los periódicos digitales, el acceso a la información, el intercambio que puedo tener con otras personas… Pero no me interesan las redes sociales al uso, por varias razones, aunque sin embargo sigo con mucho interés la sociología de todo esto. Creo que sí que están cambiando el mundo, y claro, tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Tengo la impresión de que hay más sinopsis, cuando alguien cuenta algo, pero también de que hay una mayor superficialidad, que ahora, con esto de los ciento y pico caracteres, la gente habla o como un oráculo con máximas, o como si contara chistes. Echo de menos que se pueda profundizar, que haya más matices, que se siluetee más la cosa… Y luego, lo que no soporto personalmente es lo del autobombo del Facebook, la autopromoción y tal. Porque si lo bueno de la red social es que es precisamente “red”, no sé como decirlo… me parece que tienen más de “social” que de “red”, es como ver una hoguera de las vanidades ahí…

—Pero depende de qué uso le des tú a esas redes ¿no?

—He escuchado que Facebook parece un patio de vecinas y Twitter un bar de borrachos, por las noches… Mucha gente me dice: “Es que tendrías que estar ahí”. Y llega un momento en que piensas que, a lo mejor, no estando ahí, puedes tener una perspectiva un poco especial sobre las cosas. No estando en esas redes sociales con marca, insisto… porque yo tengo la sensación de que siempre he estado en redes sociales… En redes sociales analógicas, si quieres. Y que ahora estoy en redes sociales también digitales pero en proyectos más colectivos, me parece.

—¿Por ejemplo?

—Pues por ejemplo, colaborando con TAM TAM PRESS, o participando en otros proyectos que tienen algo de comunitario. Y sin embargo me da mucha más pereza mi propio blog… En resumen, no es que esté en contra de las redes sociales, mantengo una posición crítica, y las sigo con cierto interés. Pero es que yo soy de ‘Sin red’, claro… (risas)

—¿En qué momento está ahora el cuarteto de improvisadores ‘Sin red’, del que formas parte con Ildefonso Rodríguez, Cova Villegas y Chefa Alonso?

—Estamos en un momento crítico. En los dos últimos años nos ha costado mucho sacarlo adelante, aunque seguimos con muchas ganas e ilusión. Pero, en relación con lo que hablábamos antes de cómo se puede vivir de la cultura… Chefa Alonso, que es una de las máximas autoridades en España en el campo de la improvisación, no solo a nivel ejecutante, sino también a nivel teórico —ha publicado un libro clave, está a punto ahora de sacar otro, una especie de pedagogía de la improvisación…—, y que tiene cincuenta y muchos años, pues está planteándose muy seriamente irse a Brasil a vivir, pero vamos, en unos meses, porque la cosa aquí no le da ni para comer, ni como música ni como teórica que ha hecho una tesis sobre improvisación en la Universidad de Londres… En España no se valora esto. Pero cuando ha ido a Brasil, a dar cursos, sí que se lo han valorado, y de hecho ha presentado un proyecto a una Universidad brasileña, y se va a largar. La cosa está complicada, pero bueno, nosotros seguimos con este proyecto que ya tiene más de diez años, y que sigue teniendo recorrido, aunque pase por fases más durmientes. Pero bueno, hago también otras cosas, con otros músicos. Y he retomado el teatro, mi carrera como actor, que se había quedado detenida en una etapa de juventud, cuando estuve con la Fragua…

—Hace meses estabas pendiente de publicar un nuevo libro, bastante distinto y mucho más discursivo, en la editorial Trea…

—Pues ahora estoy pensando en buscar otro sitio, porque en Trea ya ni me contestan a los e-mails. Creo que voy a hablar con unos chavales que tienen una pequeña editorial en Madrid por si puedo sacarlo allí, porque este libro, que era coetáneo de ‘Funeral celeste’ se está quedando como muy atrás. Y creo que le voy a cambiar el título, que lo voy a llamar ‘Discurso privado’, como una de las series que incluyo en él, que es una pieza de poesía-teatro que representamos en León hace tiempo, sobre Ulrike Meinhof . Aunque te diré que ya tengo otro libro que saldrá en Madrid en unos meses, espero, en Amargord Ediciones. Se titula ‘Bajo la jiba’, y habla de los tiempos menguantes con una poética un poco sonámbula, de la pérdida, de la resta, de la merma, del raquitismo, del jibarismo actual…

—… ya, un poco en relación con los tiempos que estamos viviendo. ¿Cómo ves todo lo que está sucediendo en la sociedad, en este país? ¿Qué crees que se puede hacer?

—Oigo a mucha gente decir eso de: “Teníamos que salir todo el mundo a la calle”. ¡Pero a mí me da un miedo…! Sinceramente lo digo, lo que me da miedo es que se descontrole todo, y es lo que temo que va a pasar. Porque lo contrario de “seguridad social” es “inseguridad social”, y cuando a la gente ya no le importe nada, esto puede ser terrible. O sea, cuando a tu padre no le atienda el médico, a ti te echen de casa porque no puedes pagar el alquiler o la hipoteca, y tu hija no tenga colegio… ¡que más te da todo! ¿no?

—¿No lo estás llevando todo un poco al extremo?

—Sí, sí. Pero yo lo veo hacia ahí. Esa cita de Alfred Jarry: “No sabemos crear de la nada pero podríamos hacerlo desde el caos”… creo que va por ahí. Quiero decir, que va a haber un cierto caos, que lo está habiendo ya: moral, económico… Pero lo que da miedo es que se convierta un poco en un “todos contra todos”, que se desvirtúe lo político. Porque lo político a mí me parece importante. No hablo de la “algarabía” de salir a manifestarse, sino de asaltar supermercados, de que se desate la violencia de verdad. Eso es lo que temo.

—¿No te da la sensación de que, cuando sale la gente a manifestarse, ahora mismo parece que “todos somos nadie”?

—Sí, porque efectivamente no se articula un discurso, se articula como una protesta y al receptor de esa protesta le da igual, no la escucha… Es como si los políticos, los que ejercen el poder, pensaran: “Bueno, estamos encerrados en nuestros castillitos, tenemos nuestra policía, tenemos nuestra pasta… ¿por qué todo el mundo tiene que tener de todo?”.

—Como en esas zonas blindadas donde residen los ricos en América, o en África…

—Sí, como las favelas en Brasil o los barrios de México, en contraste con esos barrios residenciales, esas pequeñas ciudades superprotegidas frente a todo lo demás, y lo demás es todo violencia, hambre, frío… Eso es lo que me da miedo, que vayamos hacia eso. Y se está empezando a ver. Por ejemplo, no se entiende lo que están haciendo con la educación, uno piensa: ¡pero cómo serán tan burros! Pues no, está todo perfectamente calculado. No quieren que la gente vaya a la Universidad, porque entonces querrá cobrar como alguien que ha estudiado. Lo que quieren es que haya una élite. Que el hijo del pobre no tenga estudios, no pueda ir de vacaciones, que sea más dócil así. Está todo calculado. No hay investigación, no hay industria… Quieren que esto sea el casino o el puticlub de Europa, y este país va un poco hacia eso. Pero bueno, también creo que puede haber un cambio de tendencia en las cosas, que nos podemos dar cuenta. Todo esto que se está viviendo estos días, que se desmorona todo… El escándalo de Bárcenas y otros escándalos, como lo del Güemes (el marido de la hija de Fabra, aquella que dijo eso de “’Que se jodan” cuando el Gobierno aprobó la reforma laboral), que desmantela la sanidad, la privatiza y se contrata a sí mismo.  O lo de Gallardón con la reforma de la Justicia. Como se prevé que todo lo que están haciendo va a ser motivo de denuncia, hay que poner ahí una valla para que la gente no pueda ni entrar en los juzgados. ¡Pero la estrategia de la sanidad…! La sanidad es el nuevo ladrillo, es la nueva burbuja, ahí es donde está la pasta, todos enfermamos, todos nos morimos, y estamos gastando el dinero en tener coche y vacaciones. “¡No, no. Gásteselo usted en su salud, que es lo que más importa!”. Es este tipo de país, de mundo, el que buscan…

Más información:

3 Comments

Deja un comentario con tu nombre

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.