Albert Pla: ¿libertad de pensamiento o falta de respeto?

Por SERGIO JORGE

Ha sido una de las entrevistas más controvertidas de los últimos tiempos. Y también sus consecuencias. Desde que el cantautor Albert Pla afirmó en La Nueva España que le da «asco ser español», la cascada de calificativos y críticas no se han hecho esperar. También las adhesiones, que las ha habido.

La polémica ha hecho que el Ayuntamiento de Gijón, ciudad en la que iba a actuar el próximo 25 de octubre en el Teatro Jovellanos, se esté planteando su cancelación. De hecho, el consejo de administración del teatro lo tratará este viernes, aunque se da por confirmado ya que ha sido solicitado por el equipo de gobierno, del Foro de Asturias, a petición del PP.

Según estos grupos políticos, el cantante catalán ha insultado «gratuitamente a los gijoneses». Pero… ¿se trata de verdad de un insulto? ¿O forma parte de una campaña antiindependentista o anticatalanista como reacción a la petición de una consulta popular por parte del gobierno de Artur Mas? ¿Y si sólo es una opinión, dentro de ese supuesto derecho a expresarse libremente que tenemos todos los españoles (incluida Cataluña?

La reacción de Pla no se ha hecho esperar: «Ya estoy acostumbrado a la censura», ha asegurado este mismo jueves a RAC1. Eso sí, ha reconocido que si llega a saber que se iba a desatar una polémica tan grande, no lo habría dicho «ni loco», aunque también ha ratificado su «asco» por España. Además, ha apuntado que TV3 «censuró» su primer vídeo, y que no es la primera vez que sus palabras o sus letras provocan que no sea contratado en muchos sitios de todo el país.

Lo que está claro es que los aficionados a Pla de Gijón y, por extensión, de toda Asturias, se quedarán sin poder disfrutar de sus canciones, o de su espectáculo, porque la gira con la que está actuando en toda España, Manifestación, se caracteriza por sus canciones entrelazadas con sus discursos y esa forma tan divertida de enganchar al público con sus comentarios 

De hecho, el próximo sábado 19 de octubre actúa en el Gran Teatro de Cáceres, un concierto que no se ha visto afectado por la polémica desatada en Asturias.

¿Es motivo censurable la opinión de un artista para que no pueda actuar en un escenario? ¿Tiene razón el Ayuntamiento de Gijón o Albert Pla? ¿Y que significa «tener razón»? ¿No recuerda esta situación a la vivida por grupos como Soziedad Alkoholika o Fermin Muguruza, que han sido vetados en muchos sitios por su cercanía al mundo abertzale? Lo que ha dicho Pla… ¿Es una falta de respeto a todos los españoles, o a los que se sienten así, y si tanto asco tiene al país no debería cantar fuera de Cataluña, como han dicho algunos? ¿O será que ya no somos capaces de captar la ironía? ¿O….?

6 Comments

  1. Una cosa es la lengua, el idioma… o los idiomas que hacemos nuestros… Y otra los sentimientos nacionalistas o antinacionalisttas. A mí, por ejemplo, me gustaría más ser islandesa que española, pero claro… ¡he nacido aquí! Si hubiera nacido en Cataluña, o en Euskadi, no sé cómo me sentiría… Me queda más cerca Galicia, y puedo entender perfectamente cómo se han sentido los gallegos durante siglos… Solo hay que leer a Rosalía. Así que… ¡Viva Galicia Ceibe! ¡Y vivan la libertad de expresión y de opinión»
    Como dijo Hegel: «Cada cual cree y quiere ser mejor que este mundo (real) que es el nuestro. Quien es mejor, a lo sumo expresa mejor que otros este mundo nuestro»…

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  2. Yo envidio a Albert Pla porque él, un catalán que se siente español, tiene al menos la posibilidad de dejar de serlo, yo, un castellano asqueado de su país, no.

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  3. Alberto

    No me siento cómodo, lo confieso de antemano, tomando parte en un debate que no tiene como destinatario al protagonista de algo que se construye, a mi parecer, no como algo reflexionado y que no tiene el propósito de que el potencial público conozca el pensamiento y la opinión del autor, y la incomodidad viene por que estoy convencido de que todo forma parte de subsiguientes piezas o fragmentos de un montaje uniforme y en la lógica del creador: provocar, aguijonear al oyente, retándole para para perfilar metódicametente la obra con sus reacciones. Nadie puede criminalizar que el gran público no entienda el mensaje y se sienta ofendido, como nadie puede convencerme de que, aunque entro en el montaje con mis consideraciones, ponga el punto en objetar que entendiendo que el arte y la cultura pueda tener esa pizca de transgresión, si el mensaje provocador adquiere una dimensión de enormidad se avecina al disparate y se aleja de la cultura.

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