
El poeta y músico leonés Ildefonso Rodríguez escribe sobre “la más grande poesía urbana que se ha escrito en nuestra lengua: los tangos”. Y lo hace con motivo de su próximo concierto en compañía del poeta y actor Juan Carlos Pajares. Será en el pub leonés Hula-Hula, el próximo sábado 21 de febrero, a las nueve de la noche.
Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ
Aquí estamos de nuevo, Juan y yo, con esto que el cantor Luis Cardei (especie de Peter Lorre con ternuras y firuletes de rengo) llamaba “la escenografía”: Ponerse de perfil, como en una foto antigua, ponerse en blanco y negro, el jopo con brancato.
Con nuestra canción de ida y vuelta: mestizaje de nuestra sensibilidad, criollaje, como toda creación verdadera: lo otro son Nibelungos congelados.
Con nuestras “breves óperas”, como alguien ha definido el tango.
“El tango es un tablón para los náufragos y un abismo para las mujeres (…). Tocan otras músicas para que se cierren las heridas, pero el tango toca y canta para que se abran, para que sigan abiertas, para recordarlas, para meter el dedo en ellas y abrirlas al sesgo”. Ramón Gómez de la Serna
¿Aficionados con nostalgia de Buenos Aires y tiempos idos? (Entre paréntesis pongo los jalones de mi caso: los tíos Catalina y Pedro, que fueron y volvieron de tan lejos con su matecito de alpaca. La radio en la cocina invernal: Gardel y Carlos Acuña. Y Pepe Iglesias el Zorro. La pradera de la fiesta, en Villafruela del Condado, unos aluches alumbrados por el “haiga” del emigrante. Y después, claro, los grandes escritores argentinos: Cortázar, el primero, tanguista él mismo).
Y la fascinación por el lunfardo y el habla porteña: si a la camiseta la llaman “la musculosa”, no diré más. Y la tentación (hay que evitarla) de vernos vestidos de compadritos, con el pañuelo al cuello y el funyi ladeado.
Y la admiración por la más grande poesía urbana que se ha escrito en nuestra lengua: los tangos.
Tangos mano a mano, con voces deseosas. Pero una guitarra solita: Ojalá vinieran por aquí los cuatro grandes guitarristas de Gardel: Pettorosi, Vivas, Riverol, Barbieri. (O que Juan tuviera a su lado a Antoñito, el bandoneonista de Luis Cardei, o a Juanjo Domínguez, el guitarrista de Goyeneche: “Arrancá, Juanjo”).
Nos disculparán si cometemos alguna impostación de porteños. O esa erre (rotacismo) de Gardel (charpán por champán). No es parodia, es el juego del arte, donde se entremezclan verdad y ficción, truco y sinceridad, lo estremecedor y lo grotesco. Algún seseo tendremos, algún deje medio imitado, medio inventado.
No nos pongamos demasiado gauchescos, ni payadores, no pase como escribió Gardel a Razzano desde París: “Enterate que aquí para cantar tangos hay que vestirse de gaucho”.
Aquí estamos de nuevo cantando a las cosas: Espejo, guitarra, frasquitos, almohadones y divanes, el perrito de la Cumparsita. A los lugares: Conventillos, paisajes orilleros, bailongos y boliches, es el barrio, el suburbio, el arrabal. Cantando sobre todo a las figuras del drama: La galleguita, el tano, el cafisho, el bacán, el otario… Las milonguitas, “románticas proletarias del amor”, como las llamó Susana Rinaldi, que tienen tantos nombres: paicas, grelas, papusas, minas, pebetas, locas, pibas…
Con la misma guía que tuvieron los cantores clásicos y siguen teniendo los modernos: Gardel.
“Gardel, es, paradójicamente, la puesta en escena de una tensa serenidad en el cantar, ante lo tremendo o lo cursi que esté narrando”. Rafael Flores
Y los cantores y músicos de ahora mismo en Buenos Aires (busquen en Youtube): Juan “Cito” Villarreal, Cucuza Castiello, Diego Dipi Kvitko, Moscato Luna, el Chino Laborde; en la milonga Parakultural, en Salón Canning.
Aspirando, en nuestra modestia, a hacer de cada tango una creación personal.
“Tango milongón, tango compadrón, que a pesar de bailarse con todas las ganas, se baila como sin ganas, como en carriles de lentitud: eres un estado del alma de la multitud”. Fernán Silva Valdés