Tres poemas de Silvina Ocampo

Silvina Ocampo, en su escritorio (1959). Fotografía: Adolfo Bioy Casares.

Continuamos en TAM TAM PRESS con la sección de poesía antológica, denominada “LOS POEMAS COLGADOS”*, con textos de poetas muertos escogidos por Ildefonso Rodríguez Eloísa Otero. El vigésimo octavo autor que llega a esta sección es la poeta y narradora argentina Silvina Ocampo (1903-1993), hermana de la escritora y fundadora de la revista Sur, Victoria Ocampo, esposa de Adolfo Bioy Casares y amiga de Jorge Luis Borges.

Con una escritura rara, sofisticada y muy particular, el cuento, a menudo de no más de dos páginas, fue la especialidad de Silvina Ocampo. En 1947 publicó Viaje olvidado, al que siguieron Autobiografía de Irene (1848), La furia y otros cuentos (1959), Informe del cielo y del infierno (1969), Los días de la noche (1970) y Cornelia frente al espejo (1988), entre otros. Sus relatos aparecen poblados de seres fantásticos enfocados desde la ironía, el humor negro o la crueldad (en ocasiones tomada de sucesos reales); habitantes de un mundo inquietante y perturbador, que sólo ella supo contar.

También escribió novelas —una de ellas, del género policiaco, Los que se aman, odian, en coautoría con Bioy Casares— y poemas, en muchos de los cuales se traduce su relación con su marido. A su primera publicación poética, Enumeración de la patria (1942), pronto le siguieron Espacios métricos (1945), Poemas de amor desesperado (1949) y Los nombres (1953). Regresó a la poesía en 1962 con Lo amargo por dulce y en 1972 con Amarillo celeste. Luego publicó Árboles de Buenos Aires (1979) y su antología Las reglas del secreto (1991). A su muerte se publicaron muchas obras que había dejado inéditas y vieron la luz nuevos libros, con recopilaciones o con sus cuentos y poesías completas.

:: Tres poemas de Silvina Ocampo

La llave maestra

La luz de su cuarto me habla de él cuando no está,
me acompaña cuando tengo miedo,
y siempre tengo miedo porque soy valiente;
oye su paso sobre los mosaicos de la entrada
va a su encuentro cuando abre la puerta lentamente
cuando lo espero, y siempre lo espero;
lo mismo es para la luz eléctrica que para la luz del sol,
lo mismo para el sol que la luna o la estrella.
Un tapiz forma la luz complicada
es la vida y siempre la vida.
Si me quedara ciega la vería con mis patas
o tal vez con mi frente cuando llega.
El tapiz no lo forma la luz sino su llegada, el sonido
que cambia de oscuro en claro.
El tablero de la luz tiene varias llaves
pero una gobierna el resto:
se llama la llave maestra.
Del mismo modo el tablero de mi luz
tiene una sola llave que gobierna las otras
la llave que está en sus manos.
Apagaría todas las luces si quisiera
pero yo cierro los ojos para no ver
la oscuridad que podría ser luz
para no herirlo.

Los delfines

Los delfines no juegan en las olas
como la gente cree.
Los delfines se duermen bajando hasta el fondo del mar.
¿Qué buscan? No sé.
Cuando tocan el fin del agua
despiertan bruscamente
y vuelven a subir porque el mar es muy profundo
y cuando suben ¿qué buscan? No sé.
Y ven el cielo y les vuelve a dar sueño
y vuelven a bajar dormidos,
y vuelven a tocar el fondo del mar
y se despiertan y vuelven a subir.
Así son nuestros sueños.

Única sabiduría

Lo único que sabemos
es lo que nos sorprende:
que todo pasa, como
si no hubiera pasado.

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Relacionado:

Existe un documental sobre Silvina Ocampo realizado en 1999 por Lucrecia Martel, aunque el sonido es muy malo, y hay frases que no se entienden:

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“LOS POEMAS COLGADOS”

NOTA de Eloísa Otero e Ildefonso Rodríguez: Esta sección quiere ser una Miniantología (que puede alargarse hasta donde nos den las fuerzas y las ganas). Un doble criterio nos guiará: El primero, serán poemas que los autores no podrían colgar por sí mismos, por ser ya de aquellos que Joyce sin más llamó fantasmas (“… alguien que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres”). O por decirlo con Quevedo, en nuestra Miniantología viviremos “en conversación con los difuntos”. Y segundo: nuestros propios gustos, que ojalá sepan recoger el hermoso Babel de la poesía, la Gran Republicana.

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