
La obra plástica de Tomás Salvador González (1952-2019), una parte de su poesía visual, está expuesta en tres salas de El Albéitar (León), desde el 17 de noviembre hasta el 17 de diciembre. Es, en definición del autor, “poesía para ser mirada sin dejar de ser leída”. Compuesta y escrita con titulares de periódico, imágenes y fragmentos de revistas (de El País, sobre todo) el procedimiento que emplea es el que inventó el arte del siglo pasado y sigue hoy prevaleciendo: el collage.
Asistido por la misma técnica, como rizando ya un rizo y en dialogo con el amigo ausente, tomé algunas notas, tras un paseo de un buen rato por la exposición; con algunas palabras propias y la mayoría robadas a las piezas expuestas, cuadros, cajas, palabras que ya venían de tantos otros lugares y escrituras.
En el texto aparecen en cursiva.
Por ILDEFONSO RODRÍGUEZ
Con palabras robadas, Tomás, hacemos esto juntos
Al entrar hay una aldea que cabría casi en una caja de cerillas
Ya se deja oír una voz de aquí abajo
A lo lejos nieva ceniza
Sabemos entrar, pero este es un lugar de salida incierta
La lejanía es lenta, es líquida, el horizonte se olfatea
¿Y el pájaro?
Hay una llave que abriría una puerta en el caserón de una ciudad fantasma
Dentro, en una cocina invernal, mujeres que cosen
Y el hombre en un camino en medio de ninguna parte. Es el nowhere man
El lugar vacío, desnudo
Dos amigos junto al fuego, avivan las brasas, callados, tienen para callar una larga e inacabada pregunta
Han venido por las carreteras secundarias
Otras veces vinieron en el tren de cercanías
Se apaga la luz en aquel caserón en la ciudad fantasma cuya puerta abriría la llave que vimos
Entonces necesitamos algo como contraseña o conjuro:
se apaga la luz
pájaros imposibles
arrebatan
envés
desde la sombra
Hay un precipicio, hay barrancos hacia donde quisieran rodar nuestras cabezas
En un palomar, pensando el poema, apretando fuerte el lápiz
Nos contamos películas: Una noche, un tren. Las ganas de subirnos a un tren de largo recorrido
Viajes sin rumbo, conversaciones de amigos, resistimos
(Si viene la melancolía, dices, acuérdate de la hora del baño)
Recuerdos comunes, tantos (aquella noche, aquel tren); y el anuncio del nitrato de Chile, el jinete negro sobre la hojalata amarilla, se va oxidando, a la entrada del puente, en Mansilla
Una pregunta: ¿cuál era el problema de la polea?
En un cuadro Babitz sigue con su partida de ajedrez (¿no se desnuda Duchamp?)
Se apaga la luz de otra bombilla
El poema está todavía sin definir
Así hila el gusano de seda
Seguimos necesitando pasajes:
cuando ya no,
pero aún todavía
Esto que ahora junto contigo a medias es para oír en voz baja
¿Y el pájaro?
Sigue tú:
cuando el Poeta
Palpa en el Interior
del Espejo
se acabó la sauna
¿Se acabó del todo?
No, mira:
oasis y orilla
el otro
ser otro
Estamos en nuestro taller, en plena calle
Con los colores de aquellos pintores rusos que tenían nombres de payasos
Hay una cuchara, unas cerillas usadas, una desbandada. Y está también Caperucita
Entonces diríamos que:
todas las cosas vistas
miran al otro lado
y se juntan levemente
En la luz, en la luz, en la luz
las tinieblas de un ciego
y la luz de las bodas
tienen el azul
que nos falta
En el país del miedo era una aventura del Capitán Trueno
Pero
usted
está
aquí
para curar
el miedo
(En Zamora, con palabras tuyas robadas casi al pasar, anoté algo como un rezo: una llamada, que eso es rezar, como recitar:
Tomás,
yo estoy aquí
para seguir mirando
el miedo
¿y el pájaro?)
Amigo perdido en la pista de baile (solía suceder entonces), con tus palabras te digo ahora:
pue sí
es lo que
hay
(no me llama cuando viene)

Hay dos amigos haciendo un collage. Siempre, en la ausencia de lo querido, de lo irremplazable, nieva ceniza. Los dos amigos siguen junto al fuego, a orillas de carreteras secundarias, en el taller. Aún resisten en el país del miedo y completan desde ambos lados el collage porque todas las cosas vistas miran al otro lado y se juntan levemente. El del lado de acá sabe que la memoria es la llave y es la puerta, por eso el rezo como un juramento: está aquí para seguir mirando el miedo, por los dos. Dos amigos hacen esto juntos.
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