JOSÉ DE LEÓN: “Mi pintura es proteica, porque es como un volcán que sale del interior”

José de León ante una de las obras que integran la serie ‘Las mil y una noches’. Fotografía: Camino Sayago.

Por CAMINO SAYAGO

José de León ha tardado un lustro en volver a colgar su obra, en esta ocasión en dos espacios emblemáticos de la escena cultural leonesa: el  Museo Casa Botines Gaudí y el Ateneo Cultural El Albéitar. Dos exposiciones hiladas por la noche que él denomina “de fondos oscuros azul prusia”. Un micromundo contemplado a vista de pájaro, desde una nube, en el que se aprecia la actividad proteica de los personajes que habitan en la cara oculta de la luna. En esta amplia entrevista el pintor leonés reconoce que la soledad que propició el confinamiento ha dado alas a su capacidad creativa.

Vehemente y siempre apasionado, el discurso de José de León camina en paralelo al universo caleidoscópico de su pintura. La pandemia le encerró en su estudio de León, junto al Edifico Botines, y en esta etapa de introspección y de incertidumbre decidió mirar hacia atrás y desempolvar obras que no consideraba resueltas. Las dio un nuevo soplo de vida y descubrió el poder de la noche y de forma casual otros hallazgos que han hecho vibrar el complejo animalario fantástico que invade a estas dos exposiciones con las que ha regresado a la primera línea. En ‘Las mil y una noches’, en el Ateneo Cultural El Albéitar, los pobladores de sus lienzos hablan el lenguaje de El Bosco, Miró y Chagall y Brueghel. En cambio en ‘Aproximación a Gaudí’ comparte con el arquitecto catalán la naturaleza, la geometría y la imaginación que le distingue.

Picassiano en el ser y daliniano en el hacer, como él mismo se define, sus viajes por distintos países le han aportado cambios de perspectiva, y a su pintura color, luminosidad y temática. Aunque su viaje a la India marcó un antes y un después en su obra y en su pensamiento, ahora se le percibe más reflexivo e interesado por la libertad y el conocimiento. Por eso afirma que “estoy libre para volar en un mundo más libre, lúdico, complejo y serendípico, pues no me gusta mucho la papeleta que tenemos en el planeta tierra”.

– Hace cinco años que no exponías en León y ahora regresas a lo grande con dos muestras.  ‘Las mil y una noches’ en El Ateneo Cultural El Albéitar y ‘Aproximación a Gaudí’ en el Museo Casa Botines. Aparentemente no tienen conexión pero “la noche” las alcanza a ambas. ¿Cómo las definirías?

– Efectivamente, están ambas conectadas por un hilo conductor y es esa noche que yo llamo de fondos oscuros, azul prusia, donde suceden y se precipitan esos mundos bosquianos, mironianos, chagalianos o simplemente leonianos. A veces en forma de historietas, relatos, serendipias que se interconectan unos con otros, pero que el lenguaje que parlotean no es tanto su aspecto narrativo como su querencia por la propia pintura. Lo importante es la propia pintura en sí.

– En ‘Las mil y una noches’ has revisado obras de otras épocas y haces una inflexión en la cocina de la pintura. ¿Por qué?

– En esta etapa he revisado algunas obras más antiguas, de los años 90  y como no estaban acabadas he decidido seguir trabajándolas, después de una meditada valoración. Las he recubierto de un manto nocturno y en ellas he sembrado versos unas veces y otras presagios infundados, tan propio de mí a esas altas horas de la noche.

¿Porque la importancia de la cocina? La importancia de la técnica, o la cocina en lenguaje coloquial, tiene que ver con cómo está hecho eso que tu quieres contar, su peculiar y personal sello individual y propio que cada creador tiene. También vale para otras artes como la escritura o la música. Es lo que configuraría el estilo, junto con la narrativa o lo que estás plasmando. Los pintores más tradicionales en el tiempo hacían una pintura muy elaborada con diferentes capas, veladuras y barnices que daban esa especial atmósfera a sus obras. Hoy esto ha cambiado y también es válida una forma de pintar más directa y espontánea, quizás porque estamos dando más importancia al contenido que a la forma o viceversa. En fin, volviendo a la experiencia personal a mí me interesa en estos momentos  volver la mirada atrás y engalanar mis obras con esa densidad matérica y riqueza plástica que es en donde la retina se recrea y sufre una especie de orgasmo, orgasmo retiniano, que es el mensaje que muchas veces (y esto se ha olvidado, por un principio de pura evolución), la pintura y las artes plásticas deben de tener como fin último para mí, deleitar, romper esa barrera de sufrimiento que lleva consigo la propia vida, también por principio.

Así forma y contenido se complementan, se enriquecen mutuamente y son percibidas de una manera que sólo los grandes maestros han sabido realizar, pues en ellas reside la función para la que están creadas las obras de arte.

He de decir, para terminar, que esta personal visión y defensa de lo que para mí en definitiva es el arte, la  pintura, es revolucionaria. Y lo es porque va a contracorriente de los postulados que ahora mismo imperan en casi la totalidad del mundo artístico y de esta sociedad del espectáculo.

– El color y la luz se alternan en las diferentes etapas de tu pintura con la oscuridad. Después de Pekín, en 2015, llegó la monocromía, luego otra vez la luminosidad, y en 2018 te pusiste a contar la noche que ahora vemos en esta muestra: “El color envuelto en el tenebrismo”.

– La etapa de Pekín, (2010-2012) que se expuso en el Museo de León en 2015, y que todos recordaréis fue muy colorista. De esa saturación del color, y quizás buscando un equilibrio interno, surgieron entre el 2015 y 2016, una serie de obras en blanco y negro y gris. De esta lucha de contrarios, en un orden filosófico y pictórico a la vez, aparecen una serie de cuadros en la primavera del 2018, que tienen la característica de estar pintados sobre fondos totalmente negros o azul prusia. Estamos hablando del origen de “Las mil y una noches”.

Como nota a pie de página, tengo que adelantaros que está obra de la que os hablo, en blanco-negro-gris, no se ha visto todavía y será, otra vez más León, el lugar que tenga el privilegio de descorchar esta botella de sorpresas aún por llegar.

– ¿Cómo surge esta serie?

– Como os decía, el nacimiento de “Las mil y una noches» se gesta en la primavera del 2018. De ahí nacieron cuatro cuadros de gran formato, de  2×2, que me sorprendieron gratamente por la fuerza con que salían los vivos colores del fondo oscuro, que después bauticé como noches. 

Toda la demás producción de esta serie ha sido producida recientemente, en 2021, acuciado posiblemente por las exposiciones que tenía comprometidas tanto con El Albéitar como con Botines.

– Esta escenografía nocturna está poblada de un peculiar animalario, seres que denominas «psicoatmosféricos» y cuya actividad, su interacción, recuerdan a los personajes de El Bosco. ¿De dónde surgen?

–  Es muy curioso observar como en mucha obra reciente aparecen diálogos, monólogos e interacciones de personajes que son morfológicamente animales. En estos “animalarios fantásticos” estoy jugando a crear criaturas animadas a partir de historias, e historias a partir de imágenes. Son imágenes que resurgen de una convulsa y azarosa intervención de la casualidad y del automatismo (principio surrealista). Estos personajes pueblan tanto los meridianos terrenales como los celestiales, por referirse al cielo físico.

A los que pueblan estos últimos espacios imaginarios los bauticé ya hace mucho tiempo como “psicoatmosféricos”, por estar pululando al libre albedrío y, a buen seguro, me gusta pensar que habitan en la cara oculta de la luna.

– Destacan cuatro piezas con un tono más social que encierran una crítica. Entre ellas ‘Mujeres del mundo, uníos’ y ‘Juicio de Galileo’. La lucha por la libertad de las mujeres y la lucha por el conocimiento. Ciencia y reivindicación feminista. Son temas un tanto atípicos en este micromundo lúdico.

– Este micromundo lúdico del que me hablas, para tenga buena salud, también se tiene que escapar a veces de sus cánones puramente estéticos y romper fronteras, o hablar de realidades que tienen actualidad en el presente inmediato. Es por ello que estas piezas mantienen en su eje central unas imágenes icónicas que hablan de estas circunstancias a un nivel muy esquemático.

En “Mujeres del mundo, uníos”, tomando la figura de Delacroix  “La libertad guiando al pueblo”, he intensificado la presencia simbólica de la mujer en busca de su libertad y su independencia, sobre todo alentado por la incertidumbre que se cierne sobre nuestras compañeras en lugares tan arcaicos como Afganistán  y otros muchos países donde sus derechos y libertades son masacrados impunemente. 

La otra intervención, a modo de denuncia histórica (no actual), corresponde al referido  “Juicio de Galileo”, por Torquemada y sus acólitos. Aquí sería la ciencia y el conocimiento más elemental el que es pisoteado por las hiperbólicas estructuras del pensamiento lineal, que durante siglos han ejercido tanto la Iglesia como el estado.

– ‘Cárcel de amor’, ‘Los Himalayas’ o ‘La Nave’ son otros cuadros de la década de los 90. Háblanos de ellos.

– Tanto “Cárcel de amor” (1991- 2021), como “La Nave” (1992-2021), “Paisaje romano” (1994-2021) o “Paseo de domingo en medio caballito blanco” (1990-2021), son obras que como ya te dije estaban empezadas nada menos que hace treinta años. Pero ahora realmente es cuando están acabadas. De aquellos años ha permanecido solamente su esencia, pero todo el embalaje de ese regalo son acercamientos a la época más reciente.

Esta revisión, que por otra parte es muy común en pintores de todas las épocas, es un signo evidente de la exigencia que rodea nuestro trabajo, sobre todo ahora, en una época de madurez artística, en la que de repente, “ya no vale todo”.

Estas intervenciones exitosas han sido engullidas por esa obsesión por la narrativa nocturna, donde el negro ha sido sustituido por el azul prusia, dando así una aterciopelada calidez fría a los seres que emergen del fondo, como queriendo reivindicar su presencia y su misterioso nacimiento.

‘Los Himalayas’. ‘Las mil y una noches’. José de León. Fotografía: Juan Luis García.

– Cambiamos de exposición. En ‘Aproximación a Gaudí’ indagas en tu obra para encontrar una vertiente similar a la del arquitecto catalán. El punto de partida es una obra de 2018: ‘La tumba de Gaudí’. ¿Cómo ha sido la búsqueda?

– ‘Aproximación a Gaudí’ surge, como has dicho, a partir del cuadro ‘La tumba de Gaudí’. En un principio estaba prevista otra exposición muy diferente de formato pequeño. Carlos Varela, el coordinador de esta exposición, me sugirió que por qué no hacía en Botines algo relacionado con Gaudí, ya que teníamos de entrada un cuadro emblemático. Enseguida se me encendió la luz y vi, para mi grata sorpresa, que había una serie de cuadros de las ‘Mil y una Noches’ que podían estar en esta exposición, así que simplemente adapte los títulos de los cuadros. Rebauticé algunos como ‘La llama de Gaudi’, ‘La barca de Caronte’ o ‘El ciprés’.

A través de este proceso serendípico o casual todo está hermanado con todo, ya que las leyes del pensamiento cuántico también ejercen de maestros de ceremonias, y así algo de orden interno produce un cambio exterior.

– Son todas obras muy complejas en las que combinas muchos elementos oníricos y distintas técnicas.

– ¡Todo es complejo! La complejidad se basa en el principio de “entropía”, esto es, la medida de desorden de un sistema en un sentido amplio. Es la tendencia a pasar de un estado de orden a un estado de desorden (caos). A mayor desorden mayor entropía, mayor transformación o evolución.

¿Cómo podemos aplicar esta ley a la pintura, que en definitiva no deja de ser una creación o acto que requiere energía? Pues muy sencillo, y aquí me voy a explicar en términos de la propia experiencia: cuando empiezas un cuadro es como la creación del universo a escala mínima, ¡claro está! Las grandes manchas de color, las formas, signos o estructuras cambiantes de materia indeterminada, vehículos de expansión o disolventes del color, están disueltas en el espacio o en el lienzo. Son como explosiones galácticas. Al principio todo es desorden, y contra más desorden más materia a transformar, mayor riqueza en bruto que luego se transformará por azar o voluntad propia en el exoesqueleto del cuadro.

Lo que define a un pintor que usa medios tradicionales para elaborar su trabajo es la capacidad mágica de transformar esos mundos entrópicos a través de su propia “cocina” o técnica personal  y convertir todo ese potaje,  en una sopa sanadora que alivia los dolores del alma, pues como decía Artur Schopenhauer ‘el arte es una puerta hacía la libertad al ser’. A través de ella nos libramos de la existencia que se desgarra en la necesidad y el deseo y nos permite perdernos en la belleza.

– La Naturaleza es uno de los aspectos que compartes con Gaudí. Las flores y en especial las hojas de acanto son temas recurrentes en su trabajo. En tu caso, ¿equilibran la noche?

– En la obra que dedico a Gaudí en el Museo de Botines he querido introducir el factor de la vegetación, flores y hojas, en este especial homenaje al arquitecto catalán, que acabó incorporando en su exuberante decoración de paredes y techos esta vegetación, creando una continuidad entre el exterior y el interior. Gaudí observaba  la naturaleza a la hora de crear formas.

Yo he tirado del filón de unas obras que realicé en el estudio-taller de León entre 2016 y 2017, en las que sin pensar para nada en Gaudí también tienen esta característica de hablar en el lenguaje de las plantas, las hojas, las flores y otros caprichos de la naturaleza, ya que como otros pintores de la historia he querido hacer una referencia al mundo floral.

De cualquier forma, la exposición gaudiniana se refresca y se poetiza a través del verdor de las hojas, pues así busco ese equilibrio complementario a los fastos fúnebres que rodean la ‘Tumba de Gaudí’.

– Aseguras que la pintura necesita cerebro, corazón y sexo ¿Cómo es la tuya?

– La pintura y todo acto creativo se procesa en nuestro cerebro, como órgano supremo que es y rige nuestra vida intelectual, física y metafísica. Es como un ordenador y está hecho a semejanza del cosmos, en continua expansión, movimiento y desarrollo, y se adapta a todo posible cambio evolutivo. Es un milagro de la creación, sólo comparable al ser supremo que lo ha creado y que es la naturaleza en sí misma como causa ontológica final. En el orden más elevado de sus capacidades se encuentra el arte, la ciencia y otras de orden espiritual. 

El cerebro en definitiva, es el supremo hacedor, tanto de lo bueno como de lo malo.

Sobre el corazón que os voy a contar. Es donde residen emociones  incomprensibles y sobre todo, para los que somos creyentes, es el templo del alma, que según el “Bhagavad Gita” (libro sagrado más antiguo que existe en la tierra), sería cien mil veces más pequeño que la punta de un cabello, ósea un átomo. Sin el impulso vibratorio del corazón, tampoco podríamos pintar- crear, pues sin emoción nos pareceríamos más bien a un robot.

¿Y qué hay del sexo? Es una de las manifestaciones de la suprema fuente de energía, que reside en el Chakra Raiz. Otras manifestaciones de esta energía que tienen el mismo origen serían la capacidad intelectual, la física y la espiritual entre otras, y se la llama en el marco del hinduismo, en términos científicos kundalini (serpiente enroscada).

Los grandes creadores han sabido economizar y dirigir esta energía suprema que a través de la conciencia cósmica les ha permitido crear grandes obras de todo tipo a través de un proceso que todos conocemos y que se llama “sublimación”.

Yo mismo compruebo a diario cómo esta energía está ahí. Y tengo que saber cuándo acumularla y cuándo descargarla, según el momento y la relación que tenga con la obra que estoy haciendo. El sexo fisiológico es otra cuestión de la cual me gustaría hablar en otra ocasión.

¿Cómo es mi pintura? Esa definición suele etiquetarse a posteriori por fuentes externas al propio autor. A bote pronto te diría que es proteica, porque es como un volcán que sale del interior. Es cambiante, se renueva continuamente porque es su propia naturaleza. Evidentemente es sincera y espontánea, automática e intuitiva, instintiva al tener su origen en el postulado surrealista, fuera de los controles de la razón. Es también “leoniana”, porque solo la hago yo, y aunque tiene muchos matices e influencias, el resultado final nos sumerge en una catarsis individual y con un sello único, ya que proviene de una purificación interior, suscitada por una experiencia vital profunda.

Es imperfecta, porque es humana. Es apta para que la entiendan los niños, los locos y los perros, amén de toda criatura viviente, pues hablo en un lenguaje universal que busca deleitar los más intrínsecos alveolos del alma, curar las mentes más retorcidas, pues a través de un complejo e instintivo estudio de cromoterapia tiene el poder de relajar las mentes, soñar y elevar el espíritu lo mismo que cuando contemplas las vidrieras de la catedral de León.

Lo mejor de todo, es que no la hago yo, sino que soy un medio para producirla, que habla en nombre de otro que no conozco aún, pero que debe estar por todos los rincones del universo… ¡Amén!

Vista de la exposición ‘Las mil y una noches’ de José de León en El Albéitar. Fotografía: Juan Luis García.

– En más de una ocasión has comentado que el mundo del arte está imbuido del mundo del espectáculo.

– Sí. Es cierto y comento brevemente lo siguiente. El concepto de arte como “sociedad del espectáculo” es un libro mítico del filósofo francés Guy Debord, que hace referencia al debate critico sobre la naturaleza del capitalismo moderno, “todo lo que era directamente vivido, se aleja hoy en una representación”. Es la nueva forma de consumismo en que nos relacionamos a través de imágenes que se construyen en los grandes medios de comunicación y no de la experiencia. Es la forma en que consumimos un menú de mercancías.

El espectáculo cumple en la sociedad de masas una función equivalente a la que cumplía la religión en las sociedades tradicionales. Es el mal de nuestro tiempo, pervirtiendo la espontaneidad de nuestras relaciones humanas y adulterando todo el conocimiento del mundo, el estudio de las ciencias y la expresión de las artes. Es cambiar el ser por el parecer, lo que impera en nuestra forma de comunicarnos.

En fin, dicho esto, los pintorcillos como yo y otros tantos que nos dedicamos a crear imágenes de una forma tradicional, quedamos engullidos por esta vorágine de circunstancias socioculturales que nos rodean. Permanecemos silenciados hasta que después de muertos alguien decida rescatarnos como si fuéramos fósiles del Paleolítico.

Y ¿Cómo es ser un pintor surrealista?

– Pues si te digo la verdad no lo sé, ni tampoco me interesa mucho. El concepto del surrealismo fue acuñado en los años 20 del siglo pasado. Quizás yo tengo de surrealista la parte que se refiere a mi forma de trabajar, ya que encajo con los postulados de esta corriente histórico-artística a saber: “acto creativo, fuera del control de la razón”. Eso sí puedo decir que es cierto, pero ni me interesa estar en ningún “ismo”, ni tengo comportamientos especiales por ello. No obstante sí puedo vaticinaros que algún día a mi obra se la conocerá como “leoniana”, pues marcará un punto de inflexión entre ella y el surrealismo histórico.

Seres caprichosos’. ‘Aproximación a Gaudí’. Museo Casa Botines.

– Por último. Desde el 1 de julio de 2020, después de cinco años en León, resides en tu pueblo Carbajal de Fuentes donde tienes tu estudio y tienes previsto que se instale tu fundación. ¿Se han acabado los viajes?

– Primero te diré que en León estuve dos mil días, poco más de un lustro. Vine para saber, para conocer cómo es una ciudad de provincias, cómo se vive, cómo se pinta, cómo interactúan sus gentes y yo mismo. Al final  acabé decidiendo que lo que más me interesaba era la catedral, donde acudía regularmente, no a rezar – pues yo entiendo que los pintores rezamos cuando pintamos-, sino a pasear entre sus alturas, sus colores vidriados, su piedra fría con sus tumbas de antiguos reyes y obispos que me hacían soñar con la Edad Media. La otra vertiente de la ciudad que también me atrapaba era la noche, con sus bares, sus conciertos, su convulsa juventud que merodeaba por la noche y además todo estaba cerca. Eso me entretuvo algún año como forma de escapar del trabajo que me auto exijo  normalmente como forma de existir.

Cuando llegó la pandemia, justo inmediatamente después del confinamiento, encontré fuerzas y ocasión para escapar de lo que yo llamaba desde hacía algún tiempo la “jaula dorada”, pues ciertamente sentía que mi estancia en León ya se había acabado, el aire no se renovaba y debía escapar. Con gran decisión, hice tremenda mudanza de obra y enseres y me dirigí al sur, carretera y manta. Dejaba así mi palacio de invierno que me albergó durante cinco largos años. Otra etapa estaba comenzando y mi corazón palpitaba con pensamientos renovados. Es bueno cambiar, donde sea, pues es la naturaleza de la vida “panta rei”.

 ¿Y viajar?  Es otra etapa ya concluida, y aunque nunca se sabe, ahora estoy donde debo estar. Fue a partir del año 2000 cuando inicié una serie de incursiones tanto por Europa como por Asia que me ocuparon otros siete años (Paris, Berlín, India, Pekín ), anteriormente New York o Roma. Creo que es hora de amasar la obra y seguir trabajando desde este acuartelamiento que tengo al sur de León, rodeado de la propia familia y de mis padres a los cuales también tengo que tener en cuenta, pues ya van siendo mayores. Todo tiene su tiempo y por supuesto me moveré puntualmente, de aquí para allá, pero lo que es instalar un estudio fuera de nuestra frontera quizás de momento no me interesa, aunque conociéndome  no me extrañaría nada que en un acto sagitariano decida exiliarme. Soy persona de decisiones rotundas y trascendentales.

Es aquí en mi pueblo, Carbajal de Fuentes, donde he ido construyendo poco a poco, año tras año, unos grandes espacios propios de una casa solariega donde guardar la producción que he hecho por diferentes lugares del mundo. Unos espacios donde mostrar la obra dignamente y donde seguir produciendo.

Es mi intención, como bien dices, hacer algún día una fundación e incluso un museo, pero aún no estoy preparado ya que no es mi función. Necesito que ese trámite sea ejecutado dignamente por los paisanos de León, con mi colaboración por supuesto. Gentes de la cultura, de la política, del conocimiento y del ámbito de las artes. Daré tiempo para ello, pero ya estaréis al tanto, pues todo pasa rápido y hay mucho por hacer. Si esto no ocurriese, que es muy posible, dado el despiste total de los que dirigen el cotarro, siempre me quedaría el exilio que también es otra forma excitante de supervivencia, ya que supondría un cambio en los paradigmas. Y esto siempre es bueno porque es como volver a empezar.

Si digo todo esto es porque yo, José de León, nací con este apellido, soy de aquí y por tanto soy una marca de León, como la cecina, los Picos de Europa o la propia catedral.

‘Las mil y una noches’. José de León. Fotografía: Juan Luis García.

Aproximación a Gaudí

  • Hasta el 15 de noviembre
  • Museo Casa Botines Gaudí (Plaza de San Marcelo, 5)
  • Lunes, jueves, viernes y domingo, de 11:00 a 14:00 y de 16:30 a 20:30; sábados, de 11:00 a 20:30; y miércoles, por la tarde.

Las mil y una noches

  • Hasta el 29 de octubre
  • Ateneo Cultural El Albéitar
  • De lunes a viernes de 12:00 a 14:00 y de 18:00 a 20:00 horas

 

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