La librería madrileña Enclave de Libros acoge este sábado 12 de noviembre, a las 18:30 horas, la presentación de la antología «Donde baila el polvo amarillo», del poeta francés Pierre Peuchmaurd (1948 – 2009), en edición de Jean-Yves Bériou. Participarán Miguel Casado, Eugenio Castro y Margarita Todorova. Entrada libre.
Por ELOÍSA OTERO

«Donde baila el polvo amarillo (Antología poética)» (animal sospechoso editor), de Pierre Peuchmaurd, se presenta en edición bilingüe francés-castellano con traducciones de Cinta Moreso, Miguel Casado, Martine Joulia e Ildefonso Rodríguez; selección y epílogo de Laurent Albarracín y edición y prólogo de Jean-Yves Bériou.
Como afirma Jean-Yves Bériou en el prólogo a esta edición: «Existe, al margen de lo que con frecuencia se presenta como la poesía francesa de los últimos cincuenta años, una comunidad relativamente secreta, muy apartada, es cierto, de las preocupaciones dominantes y de las diferentes tendencias generalmente censadas, estudiadas, traducidas, alabadas o criticadas». Es esta una poesía doblemente secreta: «se trata de poetas que no tienen ningún gusto por la vida pública y que participan muy poco en los rituales de socialización del ‘mundo’ literario». Son líricos radicales y productores de imágenes.
«La mayor parte de ellos son omitidos por los antólogos críticos, profesores y periodistas por la simple razón de que dejan pocos asideros a los comentarios universitarios o ideológicos dominantes», dice también Bériou.
Pero, cuando el 12 de abril de 2009, en Brive (Corrèze), falleció de un cáncer de pulmón Pierre Peuchmaurd a la edad de 61 años, se fue sin duda uno de los poetas franceses más decisivos del último medio siglo.
Peuchmaurd es autor de una obra publicada «abundante y extremadamente variada» en libros, revistas y plaquettes, si bien Bériou subraya que «la veta dominante de su escritura se compone de textos de una concisión y una simplicidad que desarman, tanto en verso como en prosa». Así, es autor por ejemplo «de la mejor colección de haikus que se ha escrito en francés», según Bériou. Haikus como estos, del libro «Al perro sedentario»:
Al perro sedentario
la orina de los carros
le cuenta el viaje.
*
En tu cocina
en el centro del mundo
el café hierve.
*
Bacalao seco en la mesa:
este año
no he visto el mar.
*
Cenando solo
sentir la noche
sobre el mundo.
«En Peuchmaurd, el poema es fruto de un impacto sensible que engendra un habla interior», afirma Bériou. O, en palabras del propio Peuchmaurd: «El poema, en mi caso, es casi siempre el producto, el acompañamiento y como la traducción simultánea de una especie de aparición. Casi siempre, es un fenómeno breve, y no veo por qué el poema debería prolongarse a riesgo de diluirlo, de agotarlo […]. Ocurre también que, como lector, me gusta ver un poema de una sola mirada, ver sus entrelazamientos, sus colores, y el poema corto se presta a ello más. Ocurre también que en poesía, más que en otro lugar cualquiera, el riesgo de tedio es grande».
No obstante, también es autor de largos poemas que «captan la mirada», y aparecen «modulados por un fraseo que encarna una voz reconocible entre las demás», como explica Bériou. E incluso de colecciones de poemas que giran alrededor de motivos exteriores, como la Edad Media, el catarismo, el Tíbet, Siberia o la poesía de otros autores. Como escribe Laurent Albarracin en el epílogo: «En muchos aspectos, esta poesía es inactual, le importan un comino las preocupaciones de la poesía moderna».
Extraemos un pequeño fragmento del poema titulado «Treinta y seis estrofas del año», el que se corresponde con el mes en curso:
Regreso y cenizas del alcohol blanco, noviembre gris como las ratas grandes, como los pontones, como el incendio.
Noviembre plomo y niebla de plomo, y en los nervios la sierra del viento, la noche sentada en la acera.
Noviembre mate, jaque al cielo.
Es, además, autor de un libro decisivo sobre el poeta Maurice Blanchard, de tres libros de aforismos y «de una recopilación de textos críticos, escritos con frecuencia para exposiciones o como prefacios a libros de poemas, que constituyen el ejemplo perfecto de la eficacia poética de una crítica pasional y empática: estos textos no critican; dan a ver, porque son ecos de conmociones sensibles en su autor», señala Bériou, quien pone como ejemplo de estos últimos textos «el prefacio de la segunda edición francesa de Libro del frío, de Antonio Gamoneda».
:: Peuchmaurd, en castellano
En castellano, hasta ahora, únicamente habían aparecido dos largos poemas de Pierre Peuchmaurd : “Historia de la Edad Media” (traducido por Martine Joulia, y publicado en la revista El Signo del Gorrión, número 23, Invierno 2001) y “Toro” (traducido por Louis-François Delisse, con la colaboración de Martine Joulia et Jean-Yves Bériou, edición bilingüe, Myrddin, Brive, 2004).
Pierre Peuchmaurd es, además, el autor de un hermoso prólogo a la segunda edición francesa del «Livre du froid» («Libro del frío») de Antonio Gamoneda (trad. por Martine Joulia et Jean-Yves Bériou, Editions Antoine Soriano, 2005). El texto, titulado ‘El lugar amarillo’, fue traducido para el blog Faro Gamoneda por el poeta y músico leonés Ildefonso Rodríguez.
:: Sobre Pierre Peuchmaurd

Pierre Peuchmaurd nació el 26 de julio de 1948 en París. Pasó su infancia en un apartamento repleto de libros, pues su padre, Jacques, era un hombre de radio, periodista literario y crítico de arte al que visitaban escritores y artistas de cabaret. «Pero no todo consiste en poder abrir libros: es preciso que un libro se abra a ti», contó él mismo en una entrevista, antes de relatar qué desencadenó su vocación poética, y fueron precisamente dos de esos libros: «Nadja, y Las hijas del fuego, de Nerval. Y luego, enseguida […], Lewis Carroll y Kafka. A partir de ellos vino todo, vine yo. Escribí mi primer poema a los trece años, y no por la carretera, en mi cama una mañana. Fue un verdadero flechazo amoroso. Sería esto, si usted quiere, el big bang. Aquel día, realmente, cambió el mundo: se hizo ilimitado. ¿Qué queda de eso? […] Lo que dura, lo que aún actúa, es el recuerdo del estremecimiento. Su búsqueda también».
Como explica Bériou en su prólogo: «Con estas pocas palabras hemos entrado en el corazón de su poética: solo escribe agitado, por lo que ve, por lo que encuentra, y que le ha estremecido. ¿Y qué le estremece? El mundo».
En 1965 Peuchmaurd fue expulsado del Lycée Louis-Le-Grand por actividades políticas. De regreso a París, se involucró activamente en los sucesos de mayo de 1968, que relató en Plus vivants que jamais (1968) [Más vivos que nunca]. Poco después fue invitado a un programa de televisión, El abogado del diablo, concebido para tratar el conflicto como un enfrentamiento generacional, una trampa que el poeta sorteó atacando duramente al jefe del Estado. Este hecho le congració con el grupo surrealista parisino, liderado entonces por Jean Schuster. Así lo contó el poeta: «Más tarde, después de 1968, mi trayectoria se cruzó con la del grupo surrealista, en el momento en que este dejaba de existir […]; un eclecticismo tan grande me hizo buscar la poesía (la vida) por cualquier sitio donde se encontrara y no en un medio. Pero, al final, el surrealismo ha sido, sigue siendo una de las pasiones de mi vida, y sin duda su eje moral».
Colaboró con el grupo Coupure y fundó posteriormente con algunos surrealistas Éditions Maintenant. En 1976 abandonó París para instalarse en Corrèze, en el centro de Francia. En 1989 fundó una nueva editorial, Myrddin, donde publicó, entre muchos otros, a Matthieu Messagier, Jean-Yves Bériou y Antonio Gamoneda. Colaboran en la ilustración de sus libros y plaquettes pintores como Jean-Pierre Paraggio, Georges-Henri Morin y Hervé Simon. Su actividad literaria, siempre ligada al surrealismo, se desarrolla igualmente en torno a la revista Le Cerceau. Sus poemas van apareciendo también en revistas más bien secretas, como Le Grand I Vert, Les Cahiers de l’Umbo y Le Bathyscaphe, pero también en revistas ampliamente distribuidas, como Delta o la Nouvelle Revue Française.
«El lector que tiene un primer contacto con la poesía de Pierre Peuchmaurd encuentra en sus páginas una sucesión de imágenes de fuerte poder visual y sonoro, con escasa presencia de la abstracción, sin hilos narrativos ni apenas anécdota, sin elementos discursivos ni argumentativos (nada ciceroniano, como dijo Adorno de Hölderlin). El autor se considera postsurrealista, por su periodo de formación, por su vínculo con un determinado espacio de poetas y publicaciones, por su reconocimiento de algunas figuras –especialmente la de Breton–, por su rechazo de otras posibles líneas. La imagen es, sin duda, su signo de identidad: el que remite a una tradición determinada, el que monopoliza la relación con la lengua, con el sentido y el mundo», anota, por su parte, sobre este autor, el crítico Miguel Casado.