«Poéticas del espacio» de cinco escultoras de nuestro tiempo

Vista general de la exposición.

La exposición «Poéticas del Espacio» plantea una revisión de la práctica escultórica a través de la mirada de cinco creadoras contemporáneas: Ana Teresa Barboza (Lima, Perú), Esperanza d’Ors (Madrid), Concha García (Santander), María Jesús Rodríguez (Oviedo) y Emilia Trueba (Suesa, Cantabria). Con sus propuestas vitales y creativas, las cinco artistas «ahondan en aspectos esenciales de la configuración de la obra de arte, en los procesos creativos y en su valoración estética, pero también en otros de índole reflexiva y reivindicativa», señala en el catálogo Santiago Martínez, comisario de la muestra.

“Poéticas del espacio” abre en Santander el Programa Comisariado 2023 y se puede visitar hasta el 15 de abril de 2023 en la Sala Concepción Arenal, en Los Arenales de la Biblioteca Central de la capital cántabra.

Para Santiago Martínez, estas cinco creadoras conforman «un grupo heterogéneo y multigeneracional, con poéticas muy definidas y diferentes metodologías de trabajo», por lo que ponerlas «en diálogo» compartiendo un mismo espacio expositivo hace «que cada propuesta se muestra potenciada y enriquecida con el resto».

El carácter multidisciplinar que poseen estas creadoras, su versatilidad, les permite desplazarse desde el ámbito bidimensional hasta la tridimensionalidad, donde el relieve, la instalación y la obra exenta toman protagonismo, con el consiguiente enriquecimiento de sus respectivos discursos estéticos», añade Martínez.

Entre las referencias contextualizadoras de la exposición figura el escritor Gaston Bachelard y su obra La poética del espacio, a partir de la cual se plantea la pregunta de «por qué hay obras de arte que llegan a conmovernos hasta el punto de despertar situaciones nunca imaginadas, capaces de provocar un chispazo en nuestro interior, estimularnos y emocionarnos» sin que el filtro de la razón lo analice previamente, «como un proceder del alma que se escapa al análisis de un pensamiento racional».

:: Las cinco artistas

Una pieza de Esperanza d’Ors.

Hablar de los anhelos profundos del ser humano

Esperanza d’Ors (Madrid, 1949) utiliza la figura humana como eje de su trabajo, a solas o en grupo, pero siempre exenta de ropajes y con un marcado carácter andrógino. Aprendió a descubrir el valor gestual del cuerpo humano en sus estudios de artes
escénicas, que compatibilizó con su licenciatura en Literatura Hispánica, aunque hoy, la defensa de dicha figura la entiende como una respuesta al poshumanismo que vivimos: «El ser humano ha de ser siempre el centro del universo».

Sus figuras, casi siempre insertadas en paisajes metafísicos, hablan de nuestro carácter itinerante y poseen profundas reminiscencias clásicas que remiten a la Antigüedad clásica, Grecia, Roma, Egipto o Asia, por lo que no resulta extraño que en 1991 recibiera la Medalla de Oro en la Bienal de Alejandría, con la presentación de su «Ícaros». Su trabajo parte de la leyenda de los mitos clásicos, en una personal lectura por la que desfilan Prometeo, Sísifo, Ícaro y Narciso, o Afrodita, Pandora y Penélope, consiguiendo con ello llevarnos a la reflexión de la condición humana.

Actualmente, su reto es la inserción de la escultura en el escenario de la ciudad contemporánea. Una escultura ya liberada de su carácter narrativo y ejemplificador a la que se vio sometida durante siglos, respondiendo al auténtico sentir de nuestro tiempo democrático, y logrando con ello, la recuperación de su valor primigenio: hablar de los anhelos profundos del ser humano y su combate para vencer la soledad desde el principio de la Historia.

En esta exposición presenta, por primera vez, una serie de dibujos que refuerzan el discurso reflexivo y existencial que siempre contienen sus trabajos y que en esta ocasión están centrados en las migraciones humanas.

Una pieza de Emilia Trueba.

Memorizar la belleza de la naturaleza

La artista Emilia Trueba (Suesa, Cantabria, 1959) trabaja en el ámbito de la instalación con un proyecto de gran formato en el que estructuras de madera se articulan desde la armonía geométrica. Su preocupación por la ecología y la preservación del entorno natural se materializa en una serie de piezas tituladas “Bosque negro”.

¿Cuál es la naturaleza de la escultura? se pregunta esta artista. «Muchas veces he sentido la necesidad de explicar el concepto de arte y escultura, el porqué de esa intención de imaginar una forma cualquiera que gravite en la necesidad de construir ese objeto, inventar o fabricar un elemento que transforme el espacio o que irradie una emoción intima, plástica o quizá un concepto estético
a perseguir y acto seguido camino por la naturaleza y encuentro esos sonidos que desde la infancia me redimen, veo los objetos que trae el mar, intuyo el grosor de las olas, el color del agua y su profundidad, interiorizo el ruido de la tormenta, impacta ver los árboles caídos que arrastra y devuelve la marea... Naturalezas muertas que ya no necesitan crear espacios ni volúmenes. Estos segundos de lectura de este lenguaje escultórico, abierto a expresiones personales, connotaciones filosóficas y herméticas visiones familiares íntimas, políticas y estéticas, se desvanecen por completo si camino por la naturaleza. Si voy al bosque y dejo que los árboles inunden el espacio que les corresponde. El comienzo es siempre el mismo, llevar los esqueletos de los árboles al taller y memorizar su belleza. Reproducir, dibujar, contextualizar… al fin imitar».

Instalación de María Jesús Rodríguez.

Paisajes de lo íntimamente vivido

María Jesús Rodríguez (Oviedo, 1960) indaga en las posibilidades expresivas del cartón prensado, tallado y policromado. Presenta piezas tridimensionales que recuerdan a los ídolos primitivos y poseen una carga simbólica relacionada con la fertilidad y con los ciclos de la vida.

«Dibujo para entender el mundo que habito. Siempre regreso a los lugares de mi infancia donde, observando los pedreros entre mareas, las cunetas o el jardín de mi madre, no solo me di cuenta de que las cosas pequeñas que apenas vemos construyen el mundo, sino que además me sentía libre, alejada de las tareas propias de una niña de mi época», indica en el catálogo. «El dibujo está en la base de buena parte de mi producción, como lo está la observación del entorno, con una mirada cercana a la naturaleza que me rodea, convirtiéndome en una paisajista de lo íntimamente vivido, que comienza en los acantilados negros de pizarra del occidente de Asturias, hasta concentrarse en esa naturaleza que podría pasar inadvertida, fragmentos mínimos, sin importancia, y que son un mundo en sí mismo. Un tema recurrente es el de las malas hierbas, que solo prosperan donde están las personas».

Sus obras siempre se han movido «en los límites entre la escultura y la pintura, incluso en el ámbito de la instalación. Se adaptan al entorno, se integran y buscan una comunicación con quien las contempla». Aunque integra distintos tipos de materiales, desde los naturales a los industriales, en su producción tiene especial importancia «el uso de cartones prensados y pintados que, transformados en grandes murales o columnas-troncos, poseen un carácter simbólico y totémico ligado a nuestros ancestros».

Una pieza de Concha García.

Nuevas lecturas sobre lo cotidiano

Concha García (Santander, 1960) profundiza en la cotidianidad de los muebles y enseres domésticos bajo una lectura surrealista, atractiva e inquietante. Su serie de estampas sobre papel japonés tituladas “Las flores del mal” delatan una gran sensibilidad y lirismo y un dominio de las técnicas de grabado y estampación.

«La poética del espacio de Gaston Bachelard, es un libro de referencia en el que he localizado gran parte de mis desvelos en torno a ese espacio interior que todos llevamos dentro. Cuando quitamos los velos y las capas, aparece LA CASA. De ahí el protagonismo que alcanza en mi obra el mobiliario, el objeto doméstico, que pasa de ser inofensivo a convertirse en fuente de inquietud o cuestionamiento de la realidad. Así aparecieron las mesas-jaula, las sillas que no se pueden usar, los armarios imposibles de abrir, etc.», explica esta artista que también mantiene una singular relación de amor con el papel, uno de sus materiales favoritos por su dualidad: «el papel es frágil, sutil y duradero a la vez, ocultando una gran fortaleza».

Una pieza de Ana Teresa Barboza.

Tejer desde las relaciones humanas

Ana Teresa Barboza (Lima, Perú, 1981) lleva años trabajando en el ámbito textil, lo que le ha permitido investigar y
transformar materiales diversos y reflexionar sobre el proceso del «hacer» desde esta disciplina artística. Como punto de partida utiliza fibras de distintas procedencias, experimentando con técnicas textiles para «tejer relaciones humanas y acercarnos a distintos entornos, frecuentemente olvidados».

Buena parte de la obra de Barboza gira en torno al paisaje natural y sus transformaciones. Sus piezas permiten un acercamiento a ámbitos etnográficos y culturales que apenas sobreviven en su entorno natural, favoreciendo la reflexión sobre su necesaria pervivencia. Hay mucho de compromiso y reivindicación en sus propuestas. En sus investigaciones con el tejido, con los tintes y otras técnicas tradicionales artesanales, la artista se aproxima al entorno natural en continuidad con los seres vivos que lo ocupan, visibilizando las relaciones que se imbrican en los ecosistemas y los procesos de producción tradicional ligados a un territorio.

 

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