
En medio de las turbulencias laborales que acechan al mercado del trabajo, el pintor Manuel Sierra se refugia en las apreturas del concepto del tiempo para reivindicar mejores condiciones para los trabajadores y, de paso, alegrar la vida a los seres humanos con su paleta de colores. Su exposición “Tempus fugit…” podrá verse en el Coco-Café (Plaza de Federico Watemberg, 1) de Valladolid durante todo el mes de mayo, en los horarios de apertura del establecimiento (lunes, cerrado).
Por ISAAC MACHO
Fotos: JUAN A. BERZAL
Una vez más, Manuel Sierra comienza el año y su compromiso artístico con la exposición del 1º de Mayo, una cita pensada para espacios alternativos y a la que está convocado desde hace 15 años al Coco-Café. La fiesta del trabajador en esta ocasión tiene como telón de fondo una reflexión en torno al tiempo a partir de su propia experiencia personal.
Así se entiende que el pintor de Babia haya titulado a la muestra no con una sino con siete frases que nos hablan de la brevedad de la vida. “Tempus fugit/Carpe diem/Viva el 1º de Mayo/El carro rojo que se lo cojo/Hasta luego, Lucas/Salud, amigos/A quien Dios se la dé san Pedro se la bendiga”.

“Creo que el tiempo es más corto, para mí y para todos, y tengo la sensación de que todo se acaba y la necesidad compulsiva de salir al paso de esa circunstancia”, señala el artista. Con este preámbulo, la pregunta que se hace el autor es ¿cómo salir al paso de ese deseo? “Pues pintando más…”, afirma. “Como la tendencia natural es a pintar menos por imposibilidades del guion”, dice en tono irónico, “pues me veo en la obligación de diversificarme más y apurar los instantes que tenemos por delante”. De ahí que Sierra recurra a algunos conceptos del latín, las matemáticas, la música y la filosofía, “que arrojan luz sobre algunos temas”, para intentar exprimir la existencia porque, como señala, “el tiempo se va y tenemos que apurar la vida, vivirla sin esperar a que esto cambie, beberla a tragos largos”, reivindica.
La mitad de la treintena de cuadros, de pequeño formato, que cuelgan en las paredes de este establecimiento de la plaza Federico Wattemberg, frente al Museo Nacional de Escultura, en Valladolid, contienen un reloj cuyas agujas sugieren la precariedad del paso del tiempo. “El reloj es un símbolo, una señal que te advierte constantemente de los límites de la existencia, una advertencia a medirte el tiempo”, observa.
La exposición de Manuel Sierra de este 1º de Mayo combina los paisajes de la montaña leonesa, “la tierra de la que soy”, con sus lugares de adopción, “la tierra en la que estoy”, los horizontes inabarcables de Castilla. Un binomio recurrente en su habitual gama de colores en la que aparecen los verdes, azules o violetas de su paleta húmeda mezclados con los dorados, ocres y amarillos cadmio de las doradas parvas del trigo de la meseta.

En ese marco de pintura fresca, que caracteriza al pintor leonés, destaca en esta nueva muestra el mítico “carro rojo” en todas y cada una de las láminas como un hilo conductor que usa desde sus comienzos de artista autodidacta, de tendencia figurativa.
Nada nuevo en sus vivaces pinceladas ya que, según defiende, es un emblema, una imagen que está a punto de pertenecer al imaginario colectivo, que es “en realidad a lo que aspiro”. Las ruedas de “El carro rojo”, en resumen, mueven las alas del sindicalismo, el asociacionismo y empujan a unos con otros, no a unos contra otros. “Son la humanidad que está en marcha, o lo que es lo mismo, el espíritu de La Internacional, incluso, de La Varsoviana”, explica.
Y es que la pretensión de Sierra es que la pintura “pase a ser de todos”, al margen de quién sea el autor, una vez que haya salido del caballete del propio creador. “Lo importante es que esas imágenes conciten y convoquen a una forma de vivir más llevadera”, concluye.
