Manuel Alonso Ortega: «Nuestras madres nunca nos contaron cómo fueron nuestros partos»

Manuel Alonso Ortega, delante de un cuadro de Juan Rafael. Foto: E. Otero.

ENTREVISTA / Manuel Alonso Ortega, director de Acéfalo Narciso Teatro

«Dentro de la familia, los hombres tenemos una deuda con las mujeres: el cuidado»

El domingo 3 de diciembre de 2023, a las 20 horas, se estrena en el teatro El Albéitar (León) una obra sobre la maternidad en forma de creación colectiva: ‘Úteros con patas’. La compañía leonesa Acéfalo Narciso Teatro ha tardado más de dos años en gestar en este proyecto, un tiempo en el que dos de las actrices —Itziar Quirós y Esther D. Jové, esta última pareja del director— han sido madres por primera vez.

Entrevistamos Manuel Alonso Ortega, fundador y director de la compañía, además de actor, poeta, dramaturgo, performer, activista cultural y… ahora mismo, también padre de un precioso bebé, Dante, con el que acude a la entrevista. El pequeño es un amor, pero en un momento dado algo le intranquiliza y se pone a llorar… Así que decidimos posponer la conversación y hablar por whatsapp.

Por ELOÍSA OTERO

Estrenáis una obra de creación colectiva, para hablar de la maternidad y de todo lo que rodea esa experiencia… ¿Cómo surge este proyecto?

El proyecto nace en 2021, cuando cuatro compañeras de Teatro El Mayal-ULE —Carmen Vega, Esther D. Jové, Claudia Medina e Itziar Quirós— me proponen dirigir un montaje en el que ellas participen. Y, entonces, yo también les propongo dialogar sobre qué tema vamos a abordar. Aparecieron varios temas:  la guerra civil, la tecnología… pero al final empezó a flotar sobre nuestras cabezas el tema de la maternidad, ya que, en ese momento, nos tocaba de cerca. Yo y mi pareja, Esther D. Jové, que también forma parte del montaje, estábamos pensando en ser padres; Itziar Quirós, otra de las actrices, estaba embarazada, dio a luz a Bruno en febrero de 2022 y ahora mismo está embarazada de su segundo hijo…

¿Cómo se empezó a gestar el guion?

Ya elegido el tema, empezamos a reunirnos, a hablar y entrevistar a gente; recurrimos también a libros, a bases documentales… Un poco de todo para ir metiéndonos en materia y hablar sobre el concepto de maternidad, al principio más desde el punto de la violencia obstétrica, del parto… y luego nos fuimos separando de ese centro de gravedad para ir hacia la periferia, hacia los cuidados, haciéndolo un poco más universalizador.

¿Sobre qué aspectos giraban las conversaciones?

Hablábamos de experiencias propias, de nuestras familias. Me di cuenta, por ejemplo, de que yo nunca había hablado con mi madre sobre cómo había sido su parto… Y a raíz de esto me fui enterando de cosas. Pero esto mismo le pasaba al resto del elenco, que nunca habían hablado con sus madres de sus partos, de cómo había sido la experiencia de ser madres los primeros meses y demás. A partir de ahí, hicimos entrevistas a familiares, amigos, y a gente externa. Buscamos apoyo documental, leímos algunos libros y textos que nos aportaban cosas (como ‘Nacemos de mujer’ de Adrianne Rich)… y empezamos a quedar y a debatir. Yo también les fui pidiendo a las actrices que escribieran cosas, y así fuimos creando el corpus de la obra.

¿Cómo ha ido evolucionando ese ‘corpus’ a lo largo de estos dos años, hasta ver claro el guion?

Hubo dos partos por el medio (el de Iztiar y el de Esther). Y hubo épocas en las que trabajamos más, en otras menos… Al principio teníamos como dos guiones literarios, uno tiraba más hacia la comedia… y al final nos quedamos con el otro, que tiene un componente más de drama social. Nos pareció más factible desarrollarlo en los tiempos que teníamos y, después de hablar mucho… empezamos a ensayar a principios de 2023.

Defines esta obra como un drama social. ¿Cuál es el drama de la maternidad?

¡Uf! Hay muchos dramas, a veces externos a la gestante, como pasa con la violencia obstétrica. Me viene a la cabeza el propio momento del parto… hay maniobras que pueden provocar problemas en el feto, problemas en la madre… Parir en España es complicado, es muy difícil llegar a los partos vaginales, se hacen cesáreas a la mínima de cambio… Aquí podríamos extendernos mucho. Según las estadísticas, España no es uno de los mejores países para dar a luz, porque aquí el proceso es muy hospitalario. Hasta leímos esta frase de que “en España, a las mujeres cuando van a parir se las trata como enfermas, cuando lo único que viven es un proceso fisiológico”. Hay muchos aspectos relacionados con prácticas que están prohibidas, como no dar de comer a las mujeres gestantes en los momentos previos al parto, etc… Es más, el título de la obra, ‘Úteros con patas’, viene de ahí, de que a veces las mujeres se sienten como eso: como úteros con patas. Hay un proceso de deshumanización, no se puede parir de pie, que es algo que se ha demostrado que es mucho mejor tanto para la madre como para el feto; parir en agua está reservado para hospitales privados o algún tipo de hospital en alguna determinada comunidad autónoma, porque todo esto cambia mucho según la comunidad autónoma… En Castilla y León hemos visto que se presentan muchísimas denuncias.

Aludías a que hay muchos dramas, y muy distintos, también antes y después de dar a luz.

Sí, uno de los primeros dramas a los que se puede enfrentar una mujer cuando está embarazada, cuando va a ser madre —también depende del caso, porque hay multitud de dramas por ahí afuera que desconocemos, ya sabéis que la realidad supera la ficción—, suele ser un poco el abandono por parte de la sociedad. Cuando vas a ser madre la gente deja de llamarte, no sé si por un instinto de protección o por qué, pero bueno, parece que ya no puedes salir, no puedes beber ni comer lo que quieres… Y se te cierran muchas puertas. En muchos relatos y testimonios hemos encontrado ese concepto de soledad. Te sientes feliz, porque durante todo el proceso de gestación hay una transformación hormonal que te provoca un estado de felicidad, pero a la vez hay una contraposición, ese lado oscuro, que es sentirte sola.

Y una vez que se da a luz… ¿cuál es el dilema principal?

Uno de los grandes es enfrentarse a la nueva situación vital. Otro drama enorme: las conciliaciones. En España es difícil mantener una conciliación real cuando se tienen hijos. Se necesitarían más herramientas legales, institucionales, educacionales…  para darnos cuenta de que los cuidados no tienen que ser únicamente asunto de las mujeres, sino que la sociedad es la que tiene que involucrarse, porque un hijo no es un bien personal, es un bien social.

¿Cómo son los personajes que encarnan la obra?

Sobre las tablas tenemos a tres mujeres, más otra (Itziar Quirós) que es una voz en off. (Nos tuvimos que adaptar un poco a la situación de cuidados, ya que a Itziar le resultaba complicado estar presente en los ensayos, etc). Estos cuatro personajes están nombrados en la obra como A, B, C y D. Se llaman Alba, Beatriz, Cristina, Diana… pero podríamos ponerles cualquier otro nombre. Por un lado tenemos a una mujer de unos 60 años (Carmen Vega, madre de tres hijos en la vida real) que cuida a su madre, con una enfermedad degenerativa. Por otro lado, tenemos a una chica joven (Claudia Medina) que acaba de ser madre y no está demasiado contenta con esa nueva situación en su vida. Luego tenemos un tercer personaje en escena, una mujer (Esther D. Jové) que siempre ha querido ser madre, no ha podido —por motivos que se van descubriendo a lo largo de la obra—, y ha empezado un proceso de adopción ella sola. El cuarto personaje es la voz en off (Itziar Quirós), que analiza determinados aspectos sociales del concepto de maternidad, y cuenta un poco también su propia experiencia, ya que su madre murió durante el parto, es decir, de alguna manera su madre murió para que ella viviera.

¿Ha sido difícil convertir un primer guion literario en un guion dramático?

Pues bueno, conlleva una complejidad alta, ya que en escena son tres monólogos que se entrecruzan, que crean un diálogo colectivo, o sea, existe una conversación, pero sin conversación… pero que sí genera unos determinados recursos y figuras poéticas. Para las actrices hay un nivel alto de conocimiento y de comprensión del texto, porque es difícil mantener ese nivel en el que hay respuestas, pero no son respuestas lógicas, es decir, alguien no pregunta «qué hora es» y otro dice «las seis y cuarto»; aquí alguien pregunta «qué hora es» y la otra persona dice “el mar es muy profundo”, por poner un ejemplo.

¿Has bebido de algún autor o autora, a la hora de trabajar este tipo de dramaturgia?

Me he inspirado en una obra de Sarah Kane, Crave (Ansia), que utiliza este tipo de texto, porque me interesaba mucho en esta obra poner de manifiesto el aislamiento, y a veces la incomunicación, de muchas personas que están ejerciendo cuidados o están pendientes de una transformación vital… y de cómo el aislamiento también nos incomunica con el resto, y esto genera un estado de ansiedad… Creo que es interesante observar todo eso, y que es una apuesta arriesgada, pero a la vez también me parece que tiene una gran carga poética. Y, bueno, ¡a ver la reacción del público! Porque una obra, hasta que no llega a las tablas… Y encima no buscamos divertir ni entretener, buscamos hacer reflexionar… así que a ver cómo lo recibe el público.

En paralelo al tema de la maternidad, ¿cómo has vivido tu propio proceso de paternidad?

La verdad es que es un proceso transformador. La vida te cambia muchísimo, porque al principio, claro, la dependencia que tiene un bebé es total, y en el momento en que te quieres implicar, pues bueno, hay otros aspectos de tu vida que pasan a un segundo lugar, como la vida social, los amigos, a veces hasta tu propia imagen, porque vamos desatendiendo determinados aspectos de nosotros mismos, los cuales no deberíamos desatender. Creo que también hay una reivindicación en esta obra, de que tiene que haber una implicación mayor de la sociedad y de las instituciones, para poder facilitar un grado de conciliación alto, tanto en la madre como en el padre, si existen, porque no siempre existen en las familias las figuras del padre y de la madre. Y una equiparación del trabajo en casa y demás. Ese es uno de los grandes problemas y de las grandes asignaturas pendientes, todavía hoy en día, porque según las estadísticas, aún el doble de mujeres que de hombres se encargan del cuidado de las personas mayores, y del cuidado de los hijos, y de la casa. Y ahí sí existe una capacidad de herramientas institucionales, a través de la educación, subvenciones, ayudas… para poder alcanzar un reparto equitativo de la responsabilidad en la atención y los cuidados.

¿Ha sido difícil compatibilizar la maternidad y la paternidad —de Esther (actriz) y tú (director)— con los ensayos y el desarrollo de un proyecto teatral que también exige muchas horas?

En ese sentido, hay algo que me gustaría destacar: agradecer a nuestros padres —a los abuelos de nuestro hijo Dante, en concreto—, porque ellos también han formado parte de la compañía, ya que gracias a ellos hemos tenido tiempo de trabajo, hemos podido ensayar… Son una bendición, y no todo el mundo cuenta con esta ayuda dentro de la familia, a la hora de los cuidados y de repartir el peso de la conciliación. Y es súper importante y estamos muy agradecidos, porque sin ellos, sin su ayuda, todo esto no se hubiera podido llevar a cabo.

¿Qué has descubierto con esta obra en concreto?

Cuando empezamos, nos dimos cuenta de una cosa: el tema de la maternidad se ha tratado muy poco en teatro, seguramente por ser un tema de mujeres, porque las mujeres en la historia han estado relegadas a un segundo plano. Hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX no empezamos a encontrar obras de teatro, obras en el arte contemporáneo, en la fotografía y demás, donde se aborde o ahonde en asuntos como ese proceso fisiológico tan importante y potente, tan milagroso, como es la gestación de un organismo dentro de otro organismo… Hay muy poco material centrado en ese proceso que tiene que ver con el preparto, el parto y el postparto.

¿Nervios antes del estreno?

Estamos con los últimos ensayos y estoy muy contento con el trabajo de las actrices, que se lo han currado mucho… Además, tenemos a otras personas en el equipo. El diseño escenográfico y sonoro los hemos trabajado desde la compañía, yo directamente, pero siempre bajo el asesoramiento de personas clave. Hemos optado por una escenografía grandilocuente, con Juan Rafael, que se ha comprometido muchísimo, y está ahí para resolver todos los problemas que le voy planteando de una manera súper eficaz… Luego tenemos a Genzo P., que ha trabajado las pistas de audio y la pista musical principal. Para la iluminación contamos con la tutela de Herminio González, que da gusto trabajar con él porque es súper profesional y siempre te ayuda y hace que las cosas luzcan más en escena… y luego está Eduardo Fandiño, con quien siempre trabajamos la imagen gráfica y que es el responsable del precioso cartel.

¿Qué le dirías a la gente para que se anime a ir al estreno?

Que es una obra que no sé si aporta soluciones, pero aporta muchas preguntas, mucha información… Al final, las respuestas y las soluciones… cada uno tiene que buscar las suyas, porque el teatro social tiene eso también, cada uno tiene que darse cuenta de cómo le toca, o no, todo eso que mostramos en escena. Pero creo que todas las personas se van a sentir representadas en esta obra, más allá de que se centra en la visión de las mujeres y de la maternidad. Históricamente, dentro de la estructura de la familia, hay una deuda por parte de los hombres hacia las mujeres, porque se ha entendido, evolutiva e históricamente, que el cuidado y demás pertenece a ellas. Y no, ese cuidado es de todos. Como dije antes, un hijo no es un bien personal, es un bien social. Es necesaria una transformación de la mentalidad colectiva hacia este aspecto.

El cartel de ‘Úteros con patas’ es obra de Eduardo Fandiño.

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