
El profesor leonés Tomás Néstor Martínez entrevista al escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo a propósito del ciclo las «Tardes de Autor en Astorga», que se celebró en la Casa Panero el pasado 10 de febrero. Martín Garzo fue el invitado especial de este cita con autores literarios de prestigio nacional coordinada por Luis Miguel Suárez, que presentó al escritor junto a Javier Guzmán.
Por TOMÁS-NÉSTOR MARTÍNEZ
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Gustavo Martín Garzo es autor de novelas, narrativa infantil y ensayo. Ha recibido galardones literarios importantes como el Premio Nadal por ‘Las historias de Marta’ (1999) o el Premio Nacional de Narrativa en 1994 por ‘El lenguaje de las fuentes’, también posee el Premio de Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, como el Premio Castilla y León de las Letras. Acaba de publicar su última novela titulada: «No hay amor en la muerte».
– Estamos con Martín Garzo que es narrador, sin duda también poeta, ensayista y observador y testigo atento del día a día y de la realidad en la que vivimos. Premios nacionales tanto de narrativa como de literatura infantil y juvenil, el Premio de las Letras de Castilla y León, de novela, por cierto ¿el primer premio fue en León?
– Sí, Caja España daba un premio, que se llamaba ‘Emilio Hurtado’ a un libro de relatos, y ahí obtuve el primer premio con el libro titulado ‘El amigo de las mujeres’.
– También has participado en la fundación de dos revistas literarias, una de ellas fue ’Un ángel más’ y otra que perduro como unos 10 años, ‘El signo del gorrión’…O sea que erais por lo menos 8 o 9 gorriones.
– Por lo menos. Además había una dirección colegiada, de tal manera que a las reuniones cada uno llevaba sus propuestas y decidíamos conjuntamente lo que íbamos a publicar y funcionó maravillosamente.
– En definitiva, siempre relacionado directa o indirectamente con la poesía.
– Era una revista, digamos literaria, de creación, donde había poesía, ensayo, relatos; en fin, cabía todo.
– He procurado contar las novelas que has publicado y me salen más de 25.
– No, no son tantas.
– ¿Tú crees?, pues no faltará mucho.
– No sé cuántas son, porque no me gusta contar.
– Libros de ensayo y luego libros de literatura infantil y juvenil…
– Que yo no los distingo. Para mí los libros de literatura infantil y juvenil forman parte del mismo mundo y están escritos con la misma ambición con la que he escrito los otros.
– Ahí estoy de acuerdo contigo y tengo el recuerdo lejano de ‘Tres cuentos de Hadas’ que comentaste en una ocasión con unos alumnos míos, y nos fuimos con la idea de que el membrete de literatura infantil no cuadraba. A mí además esa etiqueta me parece casi como un insulto a los niños…
– Creo que Lewis dijo cuando le preguntaron por la literatura infantil: “La literatura infantil es aquella que también gusta a los niños”. Pero claro antes de adjetivarla de ninguna manera, lo que debe de haber es verdadera literatura y si los pueden leer los niños, es literatura, digamos que infantil…
– Algo así como la etiqueta comercial, que es al fin y al cabo lo que pretenden las industrias del libro con tal de vender y con tal de conseguir supuestamente algún lector. La belleza realmente existe, pero ¿estamos preparados para mirarla, para verla y para captarla o por el contrario somos incapaces de reconocerla?
– Yo creo que no. La belleza claro que existe, cómo no va a existir, y está en la naturaleza, en el arte, y forma parte de la vida; y es claro que en un momento dado cualquier persona se encandila por algo, se queda detenida ante un atardecer, o contemplando un río, o escucha un poema que le conmueve, o una música, o se queda mirando un rostro amado, y eso es la belleza. Ese sentimiento de expectación, como de…
– La dejamos pasar en muchísimas ocasiones, como si hubiera mucha más belleza de la que se constata.
– Eso está claro y sobre todo hay una belleza menos explícita, no tan evidente que es la que a veces es más difícil de captar. En esto la literatura tiene que ver con la búsqueda de esa belleza que entrevemos y que se nos escapa, una belleza escondida que no se ofrece al primer golpe de vista, que hay que esperar y ser paciente…
– Es que la literatura es desvelamiento y búsqueda en lo oculto, como bien dices…
– Esto es, es atención, estar impaciente con los sentidos abiertos, despiertos…Yo comparo mucho la situación del novelista al escribir una novela con la de un perro que persigue un rastro. La escritura es seguir un rastro de lo que apenas has percibido; ahí se encuentran los mejores momentos de felicidad de la escritura, cuando no has perdido el rastro y vas detrás de él. En algún momento te sucede como a los perros de caza, que pierdes el rastro, y entonces como los perros que se muestran nerviosos, husmean, dan vueltas a un lado y al otro, hasta que al final vuelven a encontrarlo y luego continúan su marcha en pos de aquello tan hermoso… Con el añadido de que al escritor aquello que busca siempre se le está escapando. Nunca puede hacerlo suyo por mucho que se le haya acercado.
– Como dices en algunas ocasiones, tú eres el primer lector del libro no escrito. ¿El autor es el primer lector de un libro no escrito?
– Yo no distingo en el fondo entre el lector y el escritor. El lector es un creador, y el escritor es el lector de un libro que todavía no existe claramente. Y entonces la escritura es el proceso mediante el cual ese libro que aún no existe se hace real, se va materializando. Paseas por tu biblioteca, ves todos los libros que te rodean y tú has tenido una ocurrencia y entonces te dices: y esta historia por qué no la habrá contado nadie, dónde está en qué libro se encuentra. Y entonces si la peripecia te importa y estás implicado en ella, te surge la necesidad de contarla para que no se pierda, que tal vez hasta es una tontería y daría lo mismo de perderse; pero, da igual y no da igual, porque de perderse, esa historia dejaría de escucharse, y si es importante para ti tal vez pueda ser importante para alguien más.
– ¿Sin recuerdos, qué somos? Es una pregunta que creo que hace al lector ‘ No hay amor en la muerte’, el último libro que acabas de publicar. A mí me interpeló de esa manera y ¿al mismo tiempo en el alma se aloja la memoria de lo vivido?
– Eso se ve muy claro en el Alzheimer, donde la persona que lo padece pierde la memoria y con ella deja de saber quién es, dónde vive, se pierde en su propio barrio y ni siquiera reconoce a los seres más cercanos; no reconoce a sus hijos, no reconoce a su marido, a su mujer; al perder la memoria como que se vacía, se queda sin alma, es como un muerto vivo. El alma tiene que ver con la memoria, con las palabras, con todo aquello que contamos, con todo aquello que a través de la palabra y el lenguaje nos relaciona con los demás. Esa relación con los demás es el alma; el alma siempre es compartida.
– ¿Y la gran literatura se atreve con la cara oculta de la realidad, con esa que en la cotidianidad no nos atrevemos a destapar?
– Esa es su misión, la de acercarse a los márgenes de lo real, todo eso que queda en las afueras del mundo adulto, de este mundo que estamos construyendo y que cada vez es más limitado en el sentido de que cada vez deja más cosas fuera. Esta sociedad hedonista que solo busca el bienestar y que deja de formularse cualquier pregunta que suponga una inquietud, y que da la espalda a todo lo que pertenece al mundo de la sombra, la sombra que está en nosotros, en nuestro propio interior. Nuestra sombra son nuestros deseos ocultos, nuestras ensoñaciones, nuestras quimeras, todo aquello que habiendo querido vivirlo, no lo hemos llegado a vivir, todo lo que queda como virtualidad, como promesa no cumplida, como deseo oculto. El ser humano vive con eso que no aparece en su trato cotidiano. Entonces la literatura pretende explorar ese territorio de las afueras, ese territorio de lo otro. Y lo otro es la pregunta por el amor, por la muerte. Lo otro son los animales, la naturaleza, son los dioses. Pero lo otro desde un punto de vista personal es el inconsciente, los sueños, los deseos. Y desde un punto de vista político, es el extranjero, el que tiene una traza diferente, el anciano, el niño, es la mujer, son todos los que no forman parte del poder
– Es decir, los hijos ocultos de Eva.
– Eso es, los hijos ocultos de Eva.
– Que genial en tu reciente novela la expresión de ‘los hijos ocultos de Eva’!
– Pero es que esos hijos ocultos están por doquier.
– Y quizás cada vez más.
– Sí, sin desdeñar la razón, ya que me parece importantísima a la hora de construir un lugar de encuentro. Pero la vida es demasiado amplia y la razón es una casa demasiado pequeña para que quepa en ella toda la vida. En esa casa de la razón cabe una parte de la vida muy importante, pero hay un montón de cosas que quedan fuera, y yo creo que la misión de la literatura no es tanto decirnos lo que ya tenemos, sino mostrarnos todo eso que nos falta.
– ¿Entonces sirve la literatura para salvarnos. La literatura salva?
– Salva en el sentido de recuperar ese lado oculto que si bien puede resultar en muchos momentos inquietante, a la vez es la fuente de la vitalidad. La vida está ahí, la vida con todos sus conflictos, con toda su complejidad; entonces el que quiera evitar todo eso es como si renunciase a vivir. Utilizando la expresión de un cuento de hadas ese es el territorio del lobo. No se puede vivir sin explorar el territorio del lobo, por ejemplo para Caperucita y para cualquier adolescente el lobo es la noche, el lobo es el alcohol, el lobo es el sexo, el lobo es lo prohibido. Lo que te enseñan los cuentos y por eso yo los defiendo tanto, es que hay que explorar ese territorio, pero sin perder la cabeza.
– En ellos es donde está la verdadera realidad.
– Sí; no renuncies a tus deseos, esto es lo que nos dicen siempre los cuentos, no renuncies a tus deseos, pero no pierdas la cabeza al tratar de conseguirlos.
– ¿Hacia dónde vamos con la esterilización de la imaginación? ¿Hacia dónde nos lleva esta cultura moderna en la que estamos robotizados y la imaginación queda estéril?
– Pienso que no tiene por qué ser así. A medida que vamos cumpliendo años tendemos a pensar injustamente que nuestro mundo es mejor que el mundo que hay ahora y nos lamentamos por todo aquello que se perdió. Yo eso no lo creo, porque estoy convencido de que ahora mismo hay un montón de gente joven que es lo suficientemente inquieta y creativa para encontrar cosas, por vías distintas de las nuestras, pero que van a terminar por ser muy parecidas a las que nosotros encontramos. Ahora lo encontrarán en Internet, en las redes sociales etc. La imaginación es una facultad imprescindible a la que Santa Teresa le llamaba “la loca de la casa”…
– Si te lo digo es porque a veces parece que toda la sociedad occidental vaya vestida de uniforme, compramos los mismos modelos, vemos las mismas películas, escuchamos las mismas canciones, nos llevan a los mismos sitios, nos manejan en las mismas direcciones…
– Sí; es aquello que denunció Marcuse en su libro ‘El hombre unidimensional’. Es verdad que ha podido perder dimensiones el ser civilizado, pero precisamente la misión de la literatura y de la poesía es la de recuperar esa dimensión múltiple, es por ello que la literatura puede ser conflictiva y genera inquietud en el lector. Los libros no se escriben para halagar a nadie sino para hablar de las cosas que importan y para hablar de la vida, que es compleja y hasta a menudo extraña, a veces puede ser maravillosa, puede ser como un baile, claro que sí; pero también tiene otros momentos duros, extraños, perturbadores. Si la literatura aspira a dar cuenta de la vida en su totalidad no puede obviar todo esto.
– «De mis novelas -dices tú- se apoderan las mujeres». He estado buscando algún título de alguna de las novelas que has escrito donde esto no fuera verdad, y no he encontrado ninguna en la que el poderío de la mujer no esté presente, pero vamos de modo fascinante.
– Porque soy un hombre y la mujer es un poco lo otro. También representa eso otro de lo que hablábamos y representa la vida, el encanto, la fuerza, la inteligencia. Las mujeres en general están más cerca de la vida que los hombres y hasta ahora la mujer ha sido un ser marginado al que no se le ha reconocido su verdadero valor, siempre sometido al varón en una sociedad patriarcal, y eso pesa mucho sobre la mujer. Y a mí me parece que donde tiene que hacerse la verdadera búsqueda es en eso que se relaciona con los márgenes del poder, de lo real; porque ahí se esconde lo más esencial, se esconde la vida. Y por eso acercarme a esos seres postergados me permite descubrir un montón de cosas que parecían desaparecidas y sin embargo esos seres son los encargados de velar por ellas y de guardarlas. Me pasa lo mismo con los niños, por ejemplo, que ocupan un lugar esencial en mi obra.
Eres un gran explorador del sentimiento amoroso.
– Evidentemente que me interesa mucho, porque a mí me parece que es una de las experiencias más decisivas de la vida. El amor nos relaciona con lo valioso, no entendido como algo material, sino con lo que es capaz de dar sentido a las cosas. Cuando uno ama a alguien o ama a algo no se le ocurre pensar que la vida no tiene sentido, o que es insufrible o insoportable, en absoluto. Porque a través de ese sentimiento amoroso todo cobra sentido. Es un vínculo poderoso, como de unión, de sentirte formando parte de algo. Esa es la promesa del amor, te dice que no estás solo, que formas parte de la creación.

– Entre tus personajes los hay de carne y hueso, hay ángeles capaces de dar leña y de dar palos, dioses excesivos y ególatras, seres inasibles. ¡Vaya un mural de personajes que tenemos en toda tu obra!
– Bueno los ángeles dan palos y cintazos porque así también se manifiestan en la Biblia. La imagen del ángel de las estampas de la religión de la primera comunión, el ángel guardián etc, etc. Pero el ángel tiene un lado terrible. El ángel que expulsa a Adán y Eva con una espada de fuego y los ángeles en la Biblia hacen cosas tremendas, bajan y suben a la mujeres porque las desean, o se sienten perturbados por ellas; los ángeles matan a los primogénitos en Egipto, matan a los niños. El propio Rilke lo dice: “Todo ángel es terrible”, porque hay una desmesura, hay una fuerza que inevitablemente para el ser humano es una amenaza. Yo he jugado mucho con esta imagen de los ángeles como seres un tanto oscuros y de hecho un ángel era Luzbel…
– Me llamó mucho la atención la presencia de la luna en gran parte de las narraciones. Siempre hay una presencia de la luna en un determinado momento y acudes a ella y nos la señalas.
– La luna no deja de ser un símbolo de la noche, de lo oculto, por esa cara oculta que nunca vemos. Es una especie de testigo silencioso, aparece, desaparece, tiene que ver con las mareas, hace que los hombres se transformen en lobos.
– Voy a darte mi impresión acerca de ‘No hay amor en la muerte’, tu última novela: se trata de una novela en la que hay armonía entre sensualidad y erotismo desenfrenadamente delicado, riqueza expresiva de imágenes. Dos mundos paralelos, por un lado Agar, Tauret, Sara, las sirvientas, Ismael, Isaac: es decir mujeres y niños; un mundo. Por otro lado el Patriarca, o sea Abraham con su dios Yahvé y ese despiadado destino inamovible, porque escucha la palabra de su dios y que no se mueve de él. Y por otro lado para mí es una obra lírica, mística humanizada, porque la mística no tiene porque ser siempre un elemento ligado a la religión, que arranca en el ‘Cantar de los cantares’. La novela es un poema actual en el que se recoge el reconocimiento del otro, del diferente, de los hijos escondidos de Eva. La elección entre la ley o el deber, y eso tú en muchas entrevistas lo subrayas con la situación que están padeciendo muchos de los exiliados que llegan a las fronteras de Europa. Ismael es el símbolo de la diversidad, todo un mural de cada día de los que estamos viviendo, porque tiene distintas lecturas, y aunque arranque del detalle bíblico, es una novela muy actual para lectores cómplices…
– Me agrada mucho que hayas hecho esas lecturas. A veces cuando haces una novela así la primera reacción que percibes en mucha gente es de perplejidad, como si te dijeran, pero bueno vamos a ver, por qué escribes esto, qué tiene que ver una historia como la de Abrahán e Isaac con el hombre y mujer actuales, con las cosas que nos pasan. Hay una especie de sentimiento de que estas historias antiguas, historias eternas, no tuvieran nada que decirle al hombre o a la mujer actual; eso es un disparate, porque en todos esos grandes relatos que guardan la memoria del hombre se funda lo humano. Todas las grandes cuestiones que nos afectan como seres humanos están ahí y por lo tanto volver a contarlos es volver presentes todas esas preguntas y volver a entrar en ese mundo insondable, pero que es nuestro mundo, es entrar en el corazón humano. Hay una frase de Faulkner que me gusta mucho, cuando en una ocasión le preguntaron de qué trataban sus novelas, y él dijo: “todas tratan de lo mismo, del corazón del hombre”. Y estas historias son como ninguna otra las que nos llevan al centro del corazón y por eso no se puede decir que no tiene nada que ver con el hombre y la mujer actual, me parece una frivolidad.
– Creo que tu obra nace en los bordes del realismo naturalista, pero que se desplaza, es mi impresión, a una realidad que va hacia lo maravillado.
– Siempre he concebido la literatura un poco como la búsqueda de los lugares encantados, visitar los lugares de encantamiento, tiene que ver con la fascinación, y de hecho lo primero que esperamos cuando alguien cuenta una historia es que tenga el poder de suspender nuestro ánimo, de hacernos olvidar absolutamente de todo, y que solo estemos pendientes de lo que se nos está contando. El narrador siempre quiere encantar, seducir, hechizar al que lo escucha; entonces esa búsqueda del momento del hechizo es el que de alguna manera fundamenta la literatura. Juan Marsé dice que “la literatura es regresar al lugar de los primeros deslumbramientos”. Normalmente el lugar de esos deslumbramientos es la infancia, es la adolescencia, es el momento del hechizo, del amor, es cuando algo de verdad ha tenido el poder de cautivarnos de tal manera que nos ha dejado sin palabras. Esa búsqueda del silencio que hay detrás de lo que nos encanta es la búsqueda de la literatura.
– Dos frivolidades antes de acabar: ¿sigues coleccionando peonzas?
– Bueno, soy muy mal coleccionista, la verdad es que no soy nada obsesivo y el coleccionista tiene que ser un poco obsesivo.
– ¿Lionel Messi sí es una realidad literaria?
– Lionel Messi es un grandísimo jugador de fútbol y a mí me gusta mucho el fútbol y me parece que es un gozo verle jugar. Es un creador, es capaz de darte lo imprevisible. es un grandísimo jugador, es un creador.