Algunos de los autores del nuevo libro editado por Manual de Ultramarinos.
Se trata de una colección de cuentos de corte boccacciano de diversos autores: Antonio Toribios, Nuria Viuda, Isabel Llanos, Bruno Marcos, José Manuel Donís, Fermín López Costero y Alberto R. Torices, entre otros. Y la editorial lo presentó sin previo aviso y de incógnito, como ha ocurrido en otras ocasiones, en algún espacio próximo a la Plaza del Grano de la capital leonesa. El volumen cuenta con un prólogo de Miguel Martínez Panero y un epílogo de Dr. Less Top que reproducimos a continuación.
Que Manual de ultramarinos editase una selección de cuentos bárbaros era cuestión de tiempo. Si Valle-Inclán tiene sus ‘Comedias bárbaras’, parece justo que la editorial más valleinclanesca del panorama literario actual tenga entre sus títulos uno como este, aunque no guarde la más mínima relación con la obra del creador del Esperpento. O sí, como parece querer insinuar la cita que los encabeza. Que semejante título pase a engrosar la colección más secreta (Sicalípticos) de la editorial más secreta no es más que otro modo de rizar el rizo al que nos tienen, por fortuna, tan (mal) acostumbrados.
En estos tiempos de barbarie (¿cuáles no lo son?) y de barbaridad (en tercera acepción, de exageración, exceso…) son necesarios libros así (desmesurados, hiperbólicos, abracadabrantes) en los que la barbarie y la barbaridad se aúnan para cobrar forma literaria.
Al fin y al cabo, la Historia, nuestra historia, la historia de Europa, está llena de sucesos bárbaros, por crueles, algunos de los cuales han dado lugar, a modo de compensación poética, a otros sublimes. Sería ocioso recordarlos porque seguro que todos los conocemos, pero no puedo dejar de traer aquí una pequeña miniatura que me viene a la memoria. Sucedió mediado el siglo XIV en la ciudad de Caffa, en Crimea. Encontrándose allí un grupo de comerciantes genoveses, la ciudad sufrió el asedio de los tártaros, los mismos tártaros que amenazaban con invadir Europa en la famosa novela de Dino Buzzatti. A estos invasores, en una medida desesperada que buscaba reducir a la población cercada, no se les ocurrió otra cosa que bombardear la ciudad utilizando una catapulta con la que arrojaron sobre los habitantes los cadáveres de sus compañeros afectados por la peste negra, dando lugar a lo que los historiadores Jean Carpentier y François Lebrun no han dudado en llamar una «verdadera guerra bacteriológica». Así, los navíos en los que regresarán los mercaderes genoveses y otros que habían recorrido la ruta de la seda traerán, junto con sus riquezas, la epidemia asiática de la que, hasta el momento, se había librado el continente europeo. En pocos años se extenderá por Constantinopla, el mar Egeo, Grecia, los Balcanes, Sicilia, Venecia, Génova, Marsella o Florencia, cuna de un Renacimiento ya incipiente. Barbaridad y arte. Es precisamente este, la llegada de la peste, el momento (1348) en el que transcurren los diez días en los que se enmarca el Decamerón de Boccaccio. Los diez jóvenes protagonistas de esta obra se refugiarán en un templo y pasarán esas largas jornadas que dura su encierro compartiendo historias, buena parte de ellas de naturaleza sicalíptica. Esa es la barbaridad que comparten estos cuentos, dignos herederos, en lo que a temática e intención se refiere, de la obra del autor florentino. Huir de la barbaridad (léase crueldad) de la peste, o de la realidad en general, recurriendo a un arte bárbaro (por excesivo o extraordinario).
Portada del libro
Si bien es cierto que yo, humilde lector, hubiese preferido como título el de Cuentos bizarros, es preciso reconocer que esta elección podría haber causado cierta confusión entre los lectores. Me refiero al hecho de que no se estaría optando por el significado propuesto en el DRAE para ‘bizarro’ (valiente, generoso…), sino por ese otro ‘barbarismo’, dicho sea de paso, tomado del inglés para referirse a lo estrambótico, rocambolesco, excéntrico, extravagante, grotesco… Y ahí radicaría buena parte de la confusión. Sobre todo, teniendo en cuenta que la editorial ultramarina cuenta ya con una colección de cuentos estrambóticos escritos por un tierno infante.
Pero dejemos de lado la lexicología para centrarnos en cosas más serias, como esperar que el lector haya disfrutado tanto como yo de estas lecturas que provocan una añoranza de futuro, el deseo de una hipotética próxima entrega. Esos son, al fin y al cabo, los temas que aquí se tratan, el disfrute, el deseo y la entrega. Y la literatura, por supuesto.