
Siguen sumándose voces, como la del poeta leonés Víctor M. Díez, para despedir al gran poeta Miguel Suárez, que falleció el 30 de septiembre de 2022 en el domicilio familiar de La Valcueva (León), donde residió durante los últimos años.
Por VÍCTOR M. DÍEZ
No sería fandango si no fuera una ventana abierta sin cortina, una ventana a poniente y ese rosal apuñalado de crepúsculo. Donde tú fumas: hozó el jabalí y parió la vaca; se atropó yerba y se matuteó pólvora en un costal. No sería fandango si no fuera tu habitación de hoja de parra y tu catre un mulo derrengado, a los pies de ese suelo cubierto de periódicos mientras hierve la sopa. Las barajas cantan, rajan por el roce de una geografía llena de urticarias y de ampollas del imperialismo. Luz en los televisores alemanes vigilados por policías de cuero en la otra acera. No sería fandango si no fuera un filo el cordal de la montaña que brilla para los ojos que ven al maquis como un dibujo de mozo enamorado. No sería cante si no fueras el agua en el sumidero de una bañera, que desaparece sobre sí misma, como una aguja. No serías flamenquín, pardal, si no fueras pájaro que pide baile en medio del baile; hay un rincón y un ramo de muchachas que taconean con tus botines raídos en el ajedrez de un cafetín.

XXXIX
Gastar saliva
es gazmiarse a los postres:
— Esto no es vida…
(A Miguel Suárez)
JOSÉ-MIGUEL ULLÁN
(‘Amo de llaves’, 2003)
:: POEMAS DE MIGUEL SUÁREZ
Sin lumbre. En el otoño más ronco de nuestra vida. Pensamientos cayendo como hojas. Cordiformes junto al brazo amputado, mortecinos sobre la mano leída con besos.
Escaleras de la hospitalidad. Su recodo hacia el espíritu; al patio de luces. Postigo, ropa, pozo. La profunda yedra. Un plato con pan y agua. ¿Vendrá nuestro pájaro a aliviarnos?
Rastro de cal bajo los andamios, caballito plateado de mudanzas. En la nuca de la multitud, silbaremos también su sola nota: amparo.
VENTANA AL PONIENTE
Las ramas invernales de allí despuntan
sus yemas aquí.
Quien no se hace con un lugar arremolina
nieve en torno a la puerta. Un
vagabundo pasa y con su pelliza avivó
esta lumbre.
Cuando remueves las tejas, callan
las palabras de los ojos. Broza y musgo
descubres: la voz del cuidado.
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