
Eduardo Milán (Rivera, Uruguay, 1952), poeta, ensayista y crítico afincado en México desde 1979, es una de las voces singulares y fundamentales de la poesía hispanohablante. Edmundo Garrido, editor chileno afincado en Madrid, viene publicando sus obras más recientes en el hermoso sello ‘libros de la resistencia’; la última, Resto real (ensayo, 2023), aparece acompañada por dos pequeños textos de Eloísa Otero (en la contraportada y como epílogo) que reproducimos.
Por ELOÍSA OTERO
En estos recientes Prosapiens, Eduardo Milán habla del tiempo y del mundo que nos ha tocado vivir, o de cómo estamos —dicho con palabras del tupí (or not tupí)— jururus en la pindaíba, catucados y sin tapioca después del toró… Habla de la peste (la pandemia) y del gran capital que sigue apoderándose de lo común a los codazos. De cómo dos y tres años después seguimos en un 2020 que todavía no ha terminado (“el tiempo desapareció”), y de que “no hay nada menos absurdo que lo que se vive”, incluida la paradoja de que “el brote se haya dado en un país en lucha por la hegemonía mundial con un sistema capitalista depredador bajo la bandera del Partido Comunista”. Habla de la petroguerra de Rusia con Europa extensible a otros espacios del mundo, de la amenaza nuclear que conlleva. Pero también de que “el peligro del momento que se vive no es solo vivir y presenciar el exterminio y la extinción propia o de nuestros semejantes. Es confundirlo todo. Lo que, en el plano que sea, significa retroceder en los grados de conciencia de los que tenemos que hacernos cargo”. Pero sobre todo Milán cita y confronta a grandes pensadores, creadores y poetas de ayer y de hoy –no solo latinoamericanos–, con ideas que también “dependen de nosotros”.
“La poesía no sabe el tiempo en que vive”, dice Milán, pero “mientras encuentre un hueco donde manifestarse lo hará”. Y eso hace. Aquí. En este libro de prosas de ética poética que no envejecen. Porque hay (y no hay) más tiempos que el presente. Y “la poesía es oxígeno, capacidad de respirar”.
ELEGIR LA BELLEZA
La escritura de Eduardo Milán es respiración, una forma de vida. En las afueras y en los adentros (en la frontera, ni dentro ni fuera), en el autor-a-la-intemperie y en el poema-intimidad-guarida.
El poeta no sabe; sigue pelando palabras como quien pela patatas, escribe a la fuga (a velocidad de ira) con inteligencia, sapiencia, ironía, tristeza, coraje y rabia. Hasta que el texto (o el poema) dice lo que no sabía que se podía decir así. Y se rompe el ánfora.
“Uno viene de lo que desapareció”, dice. “Uno no viene, deviene”. Milán cita autores y filósofos contemporáneos como Agamben, que investiga la metafísica actual y vaticina así el futuro de Occidente: “Lo que está aconteciendo hoy a escala planetaria es ciertamente el fin de un mundo. Pero no (…) en el sentido de un tránsito hacia un mundo más acorde con las nuevas necesidades del consorcio humano”. Parafraseando a Agamben, ahora mismo nuestros cuerpos pueden ser o estar siendo manipulados jurídica o médicamente, incluso cibernéticamente, por el nuevo estado del terror, para someterlos y dominarlos. ¿Y nuestras mentes? ¿Y la poesía?
A los políticos irracionalistas, como a los terraplanistas, no se les rompe el ánfora. A los poetas trepas tampoco. Hemos caído en la indigencia. El mundo se encuentra en estado crítico. A estas alturas de la Historia sabemos, o deberíamos saber, muchas cosas, entre ellas que apenas nada podemos hacer para revertir o cambiar el curso de lo que sucede. Para sobrevivir a esta debacle del Antropoceno, a esta guerra mundial y a sus amenazas apocalípticas, necesitaríamos soñar de otra manera, reinventarnos, aprender a vivir y a contar nuestra propia historia de otro modo…
Copio a Milán: “El capital genera vacío a temperaturas bajo cero”. “Los ensayistas sobre poesía gozan poco”. “Se buscan gentes que no teman pensar…”
La poesía “vive un no tiempo” y es “un no lugar”; está y no está (o quizás se encuentre, como Dios, en el exilio). Puede ser (y no ser) incluso cosa muda. Canto rodado (piedra que no rueda coge musgo). O devenir congelada esperando el momento y el lugar de derretirse. “La poesía quiere constantemente reinventar su sentido. En eso —y solo en eso— es como la vejez”, dice Milán. Pero, más allá de eso, en las antípodas del progreso infinito y depredador del capitalismo, la poesía “se sale del código”, “es espíritu de resistencia y es lenguaje de resistencia”. Y como la belleza, aún a bajas temperaturas sigue siendo belleza.
Eduardo Milán enciende con sus prosapiens una cerilla faulkneriana y la poesía juega y crepita un segundo, dos, tres… en el estallido de ese fósforo, mágica —cuando la oscuridad nos atenaza feroz—, y con ella el pensamiento que la piensa y nos piensa —a borbotones (multiplicando las sinapsis), en cascada—, y la rebeldía, y la urgencia de asumir con lucidez nuestro papel en este fin de un tiempo y de un mundo y de una cultura que agonizan (y que a su vez no dejan de esperar algo de nosotros), mientras la codicia de unos cuantos desalmados se ceba con la sangre del resto.
Escribe Milán: “La belleza de la belleza está en elegirla. No como a una reina cósmica que se extraña. Como a una abeja que trabaja pero también no trabaja con igual derecho a la vida”.
Más que para esconder o para encontrar el tesoro, se podría decir que Eduardo Milán escribe para guardarlo a buen recaudo. Su escritura es el mapa.

:: Sobre Eduardo Milán

Eduardo Milán nació en Rivera, Uruguay, en 1952. Por motivos políticos en 1979 se exilió a México, donde reside desde entonces. Residente en México, fue miembro del consejo de redacción de la revista Vuelta y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (FONCA) de México. Entre sus ensayos destacan Una cierta mirada (1989), Resistir, insistencias sobre el presente poético (FCE, 2004), Justificación material, ensayos sobre poesía latinoamericana (2004) y Ensayos unidos, poesía y realidad en la otra América (Antonio Machado libros, 2011).
En TAM TAM PRESS ha publicado algunos de los Prosapiens (o textos de ‘prosética’) que, más tarde, incluyó en sus libros Chajá para todos (Estuario, Montevideo, 2014) y Prosapiens y Nuevos Prosapiens Breves (libros de la resistencia, 2017).
Su obra poética hasta 1999 se encuentra reunida en Manto (FCE). Su poesía es constantemente publicada en diversos países de Hispanoamérica y cabe mencionar, dentro de sus entregas recientes disponibles en España, El camino Ullán seguido de Durante (nº3 de la Colección Transatlántica, Amargord, 2009), Solvencia (Biblioteca Sibila, 2009), Disenso (FCE, 2010), Desprendimiento (Leteo, 2011), Donde no hay (nº13 de la Colección Transatlántica, Amargord, 2012) y Salido (Madrid, 2019; México, 2020). Selecciones de su poesía y sus ensayos han sido publicados en dos volúmenes en Gran Bretaña.
El sello libros de la resistencia ha publicado en los últimos diez años, además de Resto real (2023), otros cinco libros de ensayo de Eduardo Milán: No hay, de veras, veredas (2012), Visión de cuatro poemas y el poema que no está (2016), Prosapiens (2017), Hilachas raíz, chajá (2019), e Irrumpe lo real. Nuevos prosapiens breves (2020). También ha publicado los tres primeros volúmenes que reúnen su poesía última: Consuma resta I (2018), Consuma resta II (2019) y Consuma resta III (2021), y su último libro de poemas hasta el momento, Huelga decir (2022).
En todos ellos, con independencia del género (poesía o ensayo), Milán vuelca su palabra que piensa y nos dice lo que no sospechábamos que así pudiera decirse.