Las verdades de la mentira de Antonio Gamoneda

Antonio Gamoneda impartió en Astorga la conferencia inaugural para la V Escuela de Verano de Traducción de la ULE, en colaboración con la Red Europea de Traductores de Castrillo de los Polvazares, este lunes 24 de julio de 2017. El motivo del encuentro de Gamoneda con sus traductores europeos es el 40 aniversario de la publicación del libro que cambió radicalmente su modo de poetizar, ‘Descripción de la mentira’. El diario digital Astorga Redacción no dejó escapar la ocasión de realizarle una entrevista, aunque esta haya quedado «de alguna manera truncada, pues el señor Gamoneda palpó la grabadora a la mitad de la conversación» y sin que el entrevistador se diera cuenta la apagó… «cuando le preguntaba por la memoria histórica…»

Por ELOY RUBIO CARRO (Texto y fotografías)
Desde astorgaredaccion.com

—Eloy Rubio Carro: En ‘Descripción de la mentira’ parece que es el pensamiento el que fuera reo del lenguaje. “Paseaba yo por el soto de Boñar, tan abandonado -yo- por la poesía… cuando se me aparecieron unas pocas palabras poseídas por una causa musical. Fueron estas: “El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición”.

—Antonio Gamoneda: Así fue ciertamente. Llevaba un tiempo sin escribir, pongamos que durante 15 años. Había tenido un problema con la censura del régimen de Franco y decidí que no publicaría más mientras siguiera la dictadura. Y en aquel verano yo estaba paseando por la orilla del río; pero ¿cómo pudo ser? Yo no sé averiguarlo, pero se trazó en mí como si la hubiera oído esa línea, que ciertamente es la primera línea de ‘Descripción de la mentira’.

—Como si fuera dictada por las musas, parece…

—Sí, bueno.

—Una manera de hablar.

—Eso es.

—¿Es ‘Descripción de la mentira’ un viaje por la memoria? Y en ese caso, ¿qué tipo de viaje es? ¿Se trata de un viaje programado, un viaje de tanteo en las ruinas de lo vivido?

—Ciertamente no es un viaje programado porque acabamos de decir que yo estaba incluso descuidado de la escritura y que sin embargo aparecieron en mí esas palabras, que no se correspondían obviamente con ningún proyecto mío consciente. Inconsciente no sé decirte. Y empezó el  libro a salir como quien sale el agua de un caño. Yo no tenía ni siquiera intención de que el libro fuese lo que es. Tengo que decir que, de acuerdo con las interpretaciones hechas en España y el extranjero, es un libro de la memoria, y la memoria incluye en mi caso personas, seres humanos, y también incluye lo que podíamos llamar el tiempo histórico, es decir los años de guerra y de postguerra, pero siempre en manos de la dictadura. Esto ni siquiera es un tema, es algo que se va creando por adherencia. Uno se pone a escribir e inevitablemente esas cosas son parte de la vida y entran en la escritura.

En el libro hay muchas referencias, hay muchos tiempos, también son múltiples las personas, unas de mí cercanía amistosa, familiares y otras no. Estas últimas están porque aunque no fuera de manera oficial sí fueron en aquellos años de dictadura muy configuradoras de lo que era la realidad inmediata tal y como la vivía yo. No están con sus nombres, claro. No es que yo los ocultara, pero están en virtud de su crueldad oculta, de sus manejos históricos, con mucha frecuencia lamentables.

—¿No parece ‘Descripción de la mentira’ una obra kafkiana, reiterativa, en oleaje sin avances significativos notables a lo largo del libro, como dejándose llevar por el fraseo de la ola en su continuo recomenzar?

—Yo no soy quién, eso sería cosa de mis críticos, incluso de mis lectores, pero no tanto mía el calificar el libro dentro de una órbita de actitudes de expresión que tuviera que ver con Kafka. Ni lo niego ni lo afirmo. En ese caso para una pregunta como esa lo más importante sería acudir a las personas que de alguna manera fueron testigos.

Pero es cierto que ese flujo y reflujo, esa marea que va y que viene porque no hay un tiempo ni recorrido linealmente ahí ¿no? Efectivamente, está muy bien dicho. Con independencia de que no puedo decir que no, entre otras cosas porque Kafka ha sido una de las lecturas más intensas que he tenido en mi vida. Parece bastante lógico que dejara su huella en mí; quizá aparece transformada, pero creo que sí, que esté ahí, sin que por ello sea ‘Descripción de la mentira’ un libro kafkiano. El arte y los registros de la vida de Kafka con la potencia que él lo hacía no hay posibilidad alguna de llegar a ello, pero no digo que no; y antes tampoco dije que no a otra pregunta por lo que se refiere a la obra yo puedo confesar que hay cosas que se me han ocultado a mí mismo, que están ahí y que a lo mejor me doy cuenta cuando se me hace la pregunta, como puede ser en este momento, pero en relación con Kafka un seguimiento deliberado desde luego no hay.

Pero ¿cómo voy a negar yo la posibilidad de que algún árbol que se ve por la carretera cuando venimos no haya decorado imaginariamente mis paisajes kafkianos o más o menos kafkianos, de los tiempos en que el libro se escribió?

—El ‘yo’ del poema recuerda con melancolía los tiempos de la juventud, de la infancia, los animales y olores de la infancia, las secreciones y mineralizaciones y olores corporales y de la naturaleza; un yo turbado e iluminado ante la percepción de los hechos y recuerdos del mundo.

—Pero no solo la percepción, si el mal puede darse por defecto biográficamente, yo tuve que asistir a una maldad perfeccionada que era la que se desprendía del gobierno de los insurgentes militares y se concretó durante  bastantes años en España, con la presencia  de matones y en las delaciones y en las trampas y en las prisiones que no se aclaraban como eran esas prisiones ni a quién tenían dentro ni por qué lo tenían. Estas barbaridades se habían convertido en cotidianeidad en los últimos años de la guerra y primeros de la postguerra.

—En este diálogo del yo consigo mismo (un tú desdoblado) parece reflejarse una derrota personal, una pérdida de pie en el mundo que le echa a hablar de nuevo, tras un largo desierto… ”No sé por qué se había desanudado mi lengua. La memoria se definía dolorosa pero se la poesía, inexplicablemente había muerto.” Esto está extraído de ‘Solo luz, preámbulo (37). “…la poesía, inexplicablemente había vuelto.”

—Ya, no sé exactamente con qué sentido lo diría yo ahí y hasta hay una cosa que me extraña, porque ahí…que no es un poema, sería me imagino un…no me acuerdo bien…

—No, pero está hablando de ‘Descripción de la mentira’ ahí…

—No acierto a pensar que podía querer yo decir con esa frase, la cita ¿cómo era?

—Sí, a ver la cita dice: “No sé por qué se había desanudado mi lengua. La memoria se definía dolorosa pero la poesía, inexplicablemente había muerto.”, perdón, “había vuelto”.

—‘Vuelto’, es que antes dijo ‘muerto’. Entonces sí, ya me encaja. La poesía inexplicablemente vino. Yo ni siquiera la provoqué.

—¿Existe esa gran concordancia entre su poética y  su poesía según afirma Prieto de Paula?

—No me acuerdo de lo que podía decir Prieto de Paula. Yo tengo una poética explícita que más o menos la he expuesto. La he expuesto con sinceridad. Que luego la poesía se corresponda ciertamente con esos enunciados va a ser una aventura. Pero si no es solo mi pretensión, sino que un crítico importante lo afirma, pues tengo que empezar a decir que de acuerdo.

—¿Es verdad que el lenguaje de su poesía acierta a decir sin preocuparse de qué habla? ¿Cómo puede ser eso?

—Porque en la poesía no hay reflexión. Hay poesía reflexionada  y cargada de lógica y de verificaciones  y suele ser mala poesía. Y yo al menos lo rehuyo.

—“Ya solo hay luz dentro de mis ojos.” ¿Cómo en la experiencia mística el sentimiento se define por la imposibilidad de ser dicho?

—No, yo lo único que pueda aclarar quizá es la expresión “ya solo hay luz dentro de mis ojos”. Es como si existencialmente se hubiera producido un vaciamiento y que ese vaciamiento fuera acompañado también de un espacio visual que me proporcionaba una iluminación poco consoladora, ¿eh?; una iluminación que era para enseñarme el fracaso y el vaciamiento de mi historia, en los alrededores de mi vida y en mi propia vida interior y en mi personalidad. Yo creo que las cosas con esta última cita andan por ahí, sí.

Antonio Gamoneda y, al fondo, Miguel Casado, en Astorga. Foto: Eloy Rubio Carro (astorgaredaccion.com)

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