
El poeta y profesor astorgano Eloy Rubio Carro entrevista a Jacinta Negueruela por su conocimiento profundo de la obra de Ives Bonnefoy (1923-2016), al que dedicó su tesis doctoral y del que acaba de publicarse un libro traducido por ella, ‘La poesía en voz alta’, en el que se incluyen tres ensayos (conferencias) del pensador y escritor francés —«Comprender la poesía y preservar el lenguaje», «La poesía en voz alta» y «Fin del mandato, necesidad de una alianza»—, así como una larga y honda entrevista que ella mantuvo con él en 1997.
Por ELOY RUBIO CARRO
Desde astorgaredaccion.com
Hace unos días, en el XII Encuentro de Traductores que se celebró en la localidad leonesa de Castrillo de los Polvazares, el editor Juan Pastor, del sello Devenir, presentó el libro ‘Yves Bonnefoy. La poesía en voz alta’, en versión de Jacinta Negueruela (Vargas, Cantabria, 1961), traductora, poeta y ensayista. Autora de los poemarios ‘Animal marino’ (2008), ‘La luz de Orión’ (2008), Cuerpos varados’ (2009) y ‘Los desiertos del tiempo’ (2012), también ha publicado el ensayo ‘Un arte presencial. De Ives Bonnefoy a Miquel Barceló’. Su labor poética, intensa en los últimos años, desemboca además en ‘Varsovia llueve’, una obra tejida en un doble espacio escritural, en el que un libro en cursiva está contenido dentro de otro.
—Eloy Rubio Carro: ¿Cuál es según Bonnefoy la aportación de la poesía a la tarea de convivencia y el intercambio social?
—Jacinta Negueruela: Bonnefoy llega a decir que para él la poesía es el fenómeno humano o la manifestación humana más importante que existe, y esa manifestación, esa expresión de la creación humana, procura sus aportaciones en todos los ámbitos del ser, sea en el político, en el social, en el íntimo, o en el del descubrimiento del otro, y cuando decimos ‘otro’ lo escribimos con letra mayúscula. Cuando un pensador y poeta como Bonnefoy dice que la poesía es lo más importante que tiene la sociedad ya está estableciendo en sus parámetros personales la importancia que le da a la poesía; ya lo dice todo con esa valoración.
—¿Qué papel reserva Bonnefoy en la poesía a la razón y al sueño respectivamente?
—En cuanto a la razón, él considera que poesía y pensamiento pueden ir de manera natural de la mano; son tanto la una como la otra dos aspectos del ser que de ninguna de las maneras tienen miradas divergentes, sino convergentes. La poesía para Bonnefoy es una forma de ser de la verdad, con lo que ya estamos poniendo en su lugar al sueño y por supuesto no en un lugar prioritario.
—¿En qué lugar lo pone, entonces?
—El sueño forma parte de la realidad del ser, pero la poesía es una forma de ser de la verdad y tiene sus raíces, sus entrañas en esa verdad del mundo, del ser que la aleja de lo ficticio. Por eso, Bonnefoy hace una diferencia entre la poesía y el resto de las artes. Dice que un arte es, digamos, presencial o, como él lo diría, tiene una razón de presencia cuando está imbuida de esa verdad, añade igualmente que las grandes expresiones del arte están teñidas de poesía, es decir teñidas de verdad.
—Parece o padece de un toque platónico la poesía, como la verdad que bañaría todas las manifestaciones artísticas, se me ocurre así a bote pronto…
—Sí. En su momento en la entrevista que me concedió, y que está transcrita en el libro ‘La poesía en voz alta’, me dijo que el cine, por ejemplo, era para él una de las expresiones artísticas más cercanas a la poesía y por ende más teñidas de poesía. Por decirle un ejemplo de arte en el que el poeta encuentra esos lugares comunes y esa entraña similar.
—¿Cuál es para Bonnefoy la responsabilidad de la poesía?
—Bonnefoy da un paso más allá del compromiso que durante una parte del siglo XX se le otorgó, y él propone una alianza en la que diferentes protagonistas o diferentes voces participantes en la sociedad lleguen a acuerdos, y fuera la poesía un eslabón infinito para conseguir esa cohesión, esa armonía y sobre todo el descubrimiento del otro. Para Bonnefoy, tal y como se dice en la entrevista –incluida en ‘La poesía en voz alta’–, y siguiendo la corriente de autores como Levinas, Heidegger, María Zambrano y otros, el otro es la razón de ser de la expresión poética. Y por ello, entendiendo el compromiso de la poesía para un contexto político determinado y que tuvo su razón de ser tras las guerras mundiales del siglo XX, Bonnefoy propone lo que llama una alianza.
—¿Qué lugar reservaba Bonnefoy a la traducción de la poesía? Gamoneda ha defendido en el curso de traductores que la traducibilidad de la poesía no es posible, sin embargo Bonnefoy la defiende. ¿Cómo defiende la traducibilidad frente a quienes niegan que la poesía sea traducible?
—Primeramente lo defiende con sus hechos, porque no podemos olvidar que toda la obra de Shakespeare ha sido traducida al francés por Bonnefoy. Atreverse con una obra de ese calibre, de un lenguaje esencialmente poético como lo es el lenguaje de Shakespeare, es ya una defensa de la posibilidad y de la necesidad de la traducción.

—Gamoneda dice que ha traducido muchos textos pero que, cuando lo hace, los digiere y los regurgita como algo nuevo; es decir ya hay un aporte personal en aquello que versiona…También recomendaba que no se hiciera eso.
En referencia a la mística y a su anhelo de unidad parece que la poesía tendría una objeción, pero ¿cuál sería esta objeción que les diferenciaría en última instancia?
—La diferencia estribaría en el punto final. La mística conduce a una fusión con una realidad que está más allá de los límites de lo humano mientras que la poesía se queda en lo inmediato, se queda en el otro, se queda en lo de aquí, en lo terrenal; es decir, la diferencia estriba en el final del camino; o de otra manera, en la finalidad última, mientras que la mística procura al final una fusión de almas y tiene una fuerte connotación religiosa, la poesía no tiene por qué llegar ahí. La poesía se puede quedar en lo profundo y esencial humano y ser sustancialmente poesía, no mística.
—¿Cómo explica Bonnefoy que después de Auschwitz la poesía siga siendo posible, frente a lo que decía por ejemplo Adorno?
—Precisamente porque Bonnefoy entendía que la poesía es una voz reparadora, una voz conciliadora, de encuentro, un camino hacia el otro; entonces, después de lo que supuso Auschwitz, que no fue más que el aniquilamiento del ‘ser’, la poesía, que es la restauración del ser, es más necesaria que nunca.
—En el primer ensayo de ‘La poesía en voz alta’ habla Bonnefoy de las causas por las que sufre la palabra: “Ceguera creciente de la palabra” que hace el mundo más enigmático, menos accesible a lo poético, lo que provoca una huída del problema real de quién somos. Me gustaría que me hablara un poco de ese lenguaje universal que ha usurpado la ciencia y la técnica en relación a ese lenguaje más esencial que parece que Bonnefoy propone.
—No se refiere Bonnefoy al lenguaje técnico-científico especialmente, sino a un abandono del lenguaje. El abandono que el hablante en la era contemporánea tiene en relación al uso del lenguaje, que no es más que el abandono de la palabra.
—¿Cuáles son los peligros existentes en el seno del lenguaje y las trampas en las que la palabra suele caer?
—Los peligros están expuestos a nuestro alrededor, los peligros son el uso nefasto que hacemos del lenguaje, el maltrato que se le da al lenguaje y en este sentido Bonnefoy nos invita a que si realmente queremos cuidar la sociedad debemos de empezar cuidándola a través del cuidado del lenguaje. Eso es una conclusión a la que llega de manera muy evidente en uno de estos tres escritos, y lo dice así: “Cuidar de nuestro mundo es cuidar antes de nuestra palabra”. Lo que no es sino otra manera de cuidado de nosotros mismos.
