Adiós al pintor y maestro Luis García Zurdo

El artista y maestro vidriero Luis García Zurdo (León, 1932) falleció este viernes, 2 de octubre de 2020, a los 88 años. Doctor Honoris Causa por la Universidad de León, puso en marcha el taller de vidrieras de la Pulchra Leonina tiempo después de haberse formado en Alemania. Nunca dejó de trabajar en su taller de San Feliz de Torío, ubicado en los bajos de la vieja casona que él mismo reconstruyó, al borde de la carretera, tan reconocible por sus muros cubiertos de enredaderas.

Le recordamos, tal como era, con esta entrevista realizada en 2013 con motivo de una de sus raras exposiciones. ¡Hasta siempre, maestro!

LUIS GARCÍA ZURDO, EL SOLITARIO INDEPENDIENTE

Por ELOÍSA OTERO

“No se puede ser pintor de un solo cuadro”, afirma Luis García Zurdo. Estamos en su taller de San Feliz de Torío, junto a algunas de las obras que formarán parte de una exposición en la galería Ármaga. Y sorprende la variedad de registros y texturas, la fuerza y la sutileza, el contraste de luz y color entre los diferentes cuadros…

Después de más de quince años de silencio expositivo, Zurdo regresa con pintura y dibujos realizados en los últimos tiempos. Hace ya tiempo que cumplió los 70, y confiesa que uno de sus últimos trabajos, el que realizó para la iglesia de Vegaquemada (a cuyas vidrieras se ha dedicado en exclusiva durante un lustro) le dejó extenuado. “He dejado descansar un poco los encargos. Necesitaba hacer una pausa”.

El piano del Hotel Quindós, hace unos años, y sobre él un cuadro de Luis G. Zurdo. Todo ello, ya, en el recuerdo, del que esta foto desvaída (no sabemos quién la tomó y tal vez le dio su cariz) forma parte.

Así, y aunque nunca ha dejado de pintar, se ha puesto a la faena con nuevos bríos. “He intentado ir a mis raíces, como cuando empezaba a pintar, liberándome de todo planteamiento esteticista o novedoso, limpiando de mi cabeza todos los ‘ismos’. Y me he dedicado a dibujar, a ver y a sentir, sin pretensiones, fijándome en todo lo que me rodea, desde un tronco de árbol a una sardina”.

“No hago esta exposición con fines comerciales ni con afán de venta, todo lo contrario”, asegura. “Las galeristas de Ármaga, Asunción Robles y Marga Carnero, siempre se han portado bien conmigo y llevaban siete años o más insistiéndome para que hiciera una exposición ahí. Después de tantos años sin exponer creo que es bueno colocar ahora estos cuadros sobre la pared y compartirlos, ver qué pasa, cómo se reciben… que eso siempre es constructivo”.

En total ha reunido unas 40 obras para esta muestra, aunque por motivos de espacio en la sala sólo se podrán contemplar unas 15 o 20, muy distintas entre sí.

“El arte tiene que ver con el trabajo manual, pero es mental. Para desarrollar un tema pictóricamente tengo que vivirlo, tengo que sentirlo, tomar apuntes, notas… y luego dejarlo reposar”, apunta este artista que, con los años, se ha convertido en uno de los grandes maestros vidrieros de Europa.

“Una cosa es tu estilo y tu manera de pintar… Pero hay que navegar por distintos territorios, desde Mesopotamia hasta Tàpies. Eso lo aprendí en Múnich, allí me enseñaron a conocer todos los registros. No es lo mismo pintar en el lienzo que en un muro, o en el vidrio, con la luz, o ponerte a modelar para hacer una pieza de bronce. Hay que conocer los distintos lenguajes”, advierte, mientras me enseña un libro sobre la Bauhaus: “Mira el programa de estudios: piedra, madera, metal, cristal… allí trabajaban con todo, igual que en la Escuela de Bellas Artes de Múnich, y eso es lo que me inculcaron a mí”.

Entre las obras de esta exposición hay pintura pura, pero también collages y una serie de pequeños dibujos en color cuyos temas remiten de alguna forma a Galicia: ’Envoltorio con un chicharro’, ‘Un puñado de percebes’, ‘Carballo del Camino de Santiago’…

Casa familiar de Luis García Zurdo en San Feliz de Torío.

“Llevo unos 14 años trabajando en Galicia, haciendo obra (vidrieras) para los maristas, los franciscanos, las clarisas… y también obra civil. He ido mucho a la Costa da Morte, y allí he podido conocer al paisanaje a base de tomarme un vaso de vino con los pescadores, de charlar con ellos. Para hacer un dibujo de un marinero tengo que conocer al marinero, al percebeiro del que me he hecho amigo y que llega allí después de la tormenta y me dice: toma estos percebes, te los regalo…”.

Sabe que “cambiar de registro es muy complicado”, que para ello es indispensable conocer todos los registros y lenguajes. “Al menos conocerlos, porque dominarlos todos sería imposible”. Por eso pinta todos los días, y todo lo guarda. “Cuando me da la ventolera voy sacando lo que tengo ahí, lo reviso, lo paso por la criba… Porque con la pintura pasa como con los vinos, tiene que madurar”.

Ni siquiera cuando estuvo ingresado en el hospital por un “tropezón cardiaco”, hace algún tiempo, dejó de pintar: “Tenía un cuadernillo debajo de la almohada, y hacía mis dibujos, y de ahí salió toda la serie de Cristos en bronce que he realizado. Los médicos decían que me había dado un infarto, pero yo nunca me lo creí, yo estaba tan alegre…”.

Obra de Luis García Zurdo.

Siempre se dice que León es tierra de escritores, pero Zurdo sostiene que “también es tierra de artistas, de pintores y de escultores magníficos. Lo que ocurre es que los escritores se promocionan mejor”.

Sobre una de las mesas de trabajo de su taller, entre recortes de prensa, apuntes, tubos de pintura, cartas, pinceles… todo cuidadosamente ordenado, destaca el último libro del poeta Antonio Gamoneda, ‘Canción errónea’.

“Es un libro que hay que digerir poco a poco”, sostiene Zurdo, al tiempo que recuerda que Gamoneda, junto con Victoriano Crémer, Manuel Jular, Antonio Pereira y el arquitecto Juan Torbado, fueron quienes le ayudaron, hace ya medio siglo, a cruzar los Pirineos para irse a Alemania, donde además de formarse como pintor pudo aprender el arte y el oficio de la vidriera nada menos que con Josef Oberberger, uno de los pioneros de la renovación del vitral en Europa.

Esa etapa de juventud, que ha quedado grabada a fuego en su interior, marcó definitivamente su vida. “Siempre he sido un solitario independiente. Me pasaba igual en Alemania, que iba por libre. El país había sido destruido por la guerra, pero allí tanto la Iglesia como el Estado dieron vía libre a los artistas para que hicieran obras nuevas”.

En aquellos años, a principios de los 60, gracias a la beca que le llevó a estudiar a Alemania, pudo viajar por Europa y conocer a pintores como Marc Chagall, escultores como Wotruba, vidrieros como Brommberger… asistir a un curso de verano con Oskar Kokoschka o pintar al natural en Murnau, el pequeño pueblo bávaro por donde anduvo Kandinsky con todo su grupo, entre otras muchas experiencias enriquecedoras.

Luis G. Zurdo, con su hija Graciela, en su casa de San Feliz de Torío. Fotografía: Marcelino Cuevas.

Ahora reconoce que siente predilección por tres grandes artistas: Joseph Beuys, Antoni Tàpies y Francis Bacon. Y aunque parezca que Zurdo vive aislado como un ermitaño en su casa-taller de San Feliz –donde durante más de cuatro décadas no ha dejado de trabajar en silencio–, nada más alejado de la realidad. Los encargos le han obligado a viajar, y le gusta mucho leer (siente predilección por la buena poesía, aunque no le interese demasiado la literatura de ficción: “La novela ya me la encuentro en la vida cotidiana”). Cada noche repasa los periódicos del día, para estar atento a lo que ocurre en el mundo y en su entorno inmediato, y recorta noticias que a veces incorpora a sus collages. También se desplaza fuera de León para ver exposiciones que le interesan, acompañado en ocasiones por su hija Graciela que, además, suele acompañarle en sus paseos por el campo, para tomar apuntes del natural en su cuaderno. Y mantiene el contacto con amigos y colegas de Alemania y Europa.

Lleva mucho tiempo negándose a hacer un catálogo razonado de su obra. Por pudor. “Todo el que habla de sí mismo o escribe sus memorias cuenta lo que le parece. El día que la palme, que hagan lo que quieran”.

Modesto Llamas, Marga Carnero, Luis G. Zurdo, Asun Robles y Manuel Jular en la galería Ármaga, en una foto tomada hace unos años. Fotografía: Vicente García.

PS: Era un apasionado de su trabajo, y un apasionado del saber, en su campo. Huraño y cariñoso. Cercano. Recordaré su sonrisa, unida a una frase de Gamoneda que Zurdo colocó en una de sus vidrieras, en el Banco Herrero, y que hasta hace unos años se podía leer completa, pero al revés (en sentido inverso), desde el pasillo que forman la pared de ese banco, donde está la vidriera, y la Casa Botines, en el centro de León. La frase de Gamoneda («muy apropiada para un banco», según pensó irónicamente Zurdo cuando concibió la vidriera) dice (o decía):
«La luz es para todos los hombres / También la tierra lo será algún día / Si tu pensamiento es libre como la luz / Que tus manos sean generosas como la tierra…»

 

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