
• «Tendremos que replantearnos el festival con la mentalidad de hace veinticinco años»
• «En los inicios de Titirimundi apenas había espectáculos españoles interesantes y hoy podemos contar con más de 20 o 25 compañías de altísimo nivel, algunas de gran prestigio y reconocimiento internacional»
• «Modelos de colaboración entre los teatros públicos y la iniciativa privada no faltan, solo hay que poner interés y voluntad»
• «La ley del mecenazgo no deja de tener un tufillo liberal –liberal en su acepción degenerada, la económica–, para mí algo sospechoso…»
• «Este Gobierno está tratando de aplicar en toda su crudeza la famosa doctrina del shock. Pero a medio plazo fracasarán, no me cabe duda.»
Por ISAAC MACHO
Dice Julio Míchel que la llama de TITIRIMUNDI se ha extendido desde Segovia a toda Castilla y León, Madrid, y en menor medida, a Navarra y Portugal, hasta convertirse en una escuela para los marionetistas españoles. A esta cita mundial con la libertad, el entrevistado le avecina días muy duros ya que, en su opinión, a Guindos y a Montoro no les ve muy proclives a invertir en el teatro de animación. Nos quedamos con una referencia de Míchel, prestada del escritor Gustavo Martín Garzo: “Los títeres nos gustan porque son una metáfora de nuestros corazones”. TITIRIMUNDI levantará el telón el próximo día 10 de mayo.
—¿Cómo explicarle a un alemán, que ni conoce ni le interesa mucho cómo trabajamos artísticamente en los países del sur, qué es Titirimundi?
—Parafraseando a un surrealista, definiría este festival como la irrupción de lo maravilloso en la vida cotidiana de un lugar. De manera más prosaica, diría que se trata de una cita anual para los titiriteros y amadores del teatro de marionetas de todo el mundo. También se puede definir como la celebración de las artes de la marioneta en una hermosísima ciudad.
—¿Ha tenido que hacer muchos malabarismos para sacar adelante el festival en las últimas ediciones?
—Como todo el mundo en este país que navega a la deriva, hemos tenido que afrontar la situación de carencias e incertidumbres buscando recursos y soluciones de todo tipo. No es sencillo, pero se puede confeccionar un programa muy interesante programando pequeños espectáculos, incluso unipersonales, que generan menos gastos de producción, sin mermar ni la calidad, ni el interés, ni la oferta. Lo malo de verdad está todavía por venir y sin duda alguna tendremos que replantearnos el festival con la mentalidad de hace veinticinco años, cuando los recursos eran escasísimos.
—¿Puede hablarse de evolución artística a lo largo de la historia del festival? ¿En qué sentido?
—En los 28 años que tiene Titirimundi, las artes de la marioneta han experimentado una extraordinaria evolución transformadora, hasta el extremo de que hoy lo más preciso sería hablar de teatro de animación, que engloba títeres, objetos o imágenes tratadas en un contexto teatral.
Sin duda Titirimundi ha sido una escuela para los marionetistas españoles que han podido ver y conocer, en este y en otros festivales, lo que se estaba haciendo por el mundo. En los inicios de Titirimundi apenas había espectáculos españoles interesantes y hoy podemos contar con más de 20 o 25 compañías de altísimo nivel, algunas de gran prestigio y reconocimiento internacional.

—¿Cuáles son las constantes que no han cambiado?
—La base, las raíces, las tradiciones, que siguen tan vivas y vigentes como hace dos o tres siglos y a las que nos referimos todos en algún momento de nuestra trayectoria teatral, y espero que siga siendo así, que seamos tan sensibles e inteligentes como lo fueron todas las generaciones de titereros que nos han precedido legándonos estos tesoros.
Las Artes de la Marioneta gozan del extraordinario privilegio de contar con una herencia tradicional viva, tan actual hoy como en los siglos XVII o XIX. Punch and Judy o Guiñol emocionan y divierten al público de hoy lo mismo que lo hacían en la época de su nacimiento. Su crítica mordaz y satírica es tan actual como cualquier creación contemporánea.
—¿Qué rasgos definen la edición de 2013?
—Eclecticismo. Lo mismo que en la edición de 2012 y las del 2011 y todas las demás, pero con diferentes compañías. Somos cuatro, producimos tres y no podemos permitirnos cortar un cabello en cuatro. Cuando el teatro de títeres crezca en número de compañías y en producciones y nos podamos permitir preguntas sobre cómo enfocar desde las marionetas tal o cual temática nos podremos plantear festivales temáticos.
Si acaso, un rasgo que el público no notará pero que la organización sufre, es la limitación presupuestaria que obliga a obrar el milagro de los panes y los peces.
—En España, ¿qué provincia o comunidad autónoma tira más que el resto en la modalidad escénica de los títeres?
—Por circunstancias geográficas, históricas y sin duda alguna económicas, hay que nombrar a Cataluña, pero hoy día hay producciones en Castilla o en Andalucía tan interesantes como las catalanas. En Castilla, con menos tradición heredada, tenemos, por ejemplo, el festival de títeres más importante del sur de Europa y uno de los mejores del mundo.
—Y, en Europa, ¿cuál es el país que más apuesta actualmente por las marionetas?
—Sin duda alguna Francia, donde tienen el festival Mundial de Charleville-Mezieres, el más antiguo e importante del mundo. También tienen un Instituto Internacional de la Marioneta, una sensacional escuela de marionetistas y unos circuitos que aportan dinamismo al mercado de las artes de la Marioneta. Pero lo más importante, tienen una política cultural que protege y fomenta, sin paliativos, la cultura y las artes.

—TITIRIMUNDI nació en Segovia pero se ha extendido por otros rincones. ¿Hasta dónde llega su larga mano?
—Como corresponde a los titiriteros de vocación itinerante y universal, Titirimundi llega a toda Castilla y León y a Madrid, con algunas incursiones en Navarra o Portugal, pero hubo tiempos que también viajaba hasta Granada y Alicante.
—¿De qué resultados podemos hablar tras la descentralización?
—Promocionar y difundir las Artes de la Marioneta y abrir circuitos y mercados con resultados muy dispares.
—Titirimundi es un escenario ideal para huir de la cotidianeidad, ¿también de la crisis?
—Espero que al menos ayude a levantar la moral para soportar mejor la crisis. Somos como el libro del que hablaba Lorca, tan necesario como el medio pan.
—Cuando se dice que al director, escenógrafo, actor, músico y payaso checo Vita Marcika, no se le puede encasillar en ningún género teatral, ¿qué queremos decir?
—Que lo mismo vale para un roto que para un descosido y en las dos tareas se entrega con personalidad propia, con acierto y con arte. Es un comediante libre, con un talento y un carisma extraordinarios que ejerce sobre las tablas con la liberalidad propia de los titiriteros
—Los alumnos de colegios e institutos de Segovia preparan durante el año obras de teatro de títeres para luego representarlas en el festival. Eligen la obra, se reparten los personajes, elaboran el teatrillo y el vestuario. Trabajan y ensayan con sus profesores y se adentran en el mundo del teatro de títeres. A eso se llama sembrar…
—De eso se trata precisamente, de sembrar la afición y estimular la creatividad.
—¿Cómo empezó la sección de Titiricole?
—No lo recuerdo, pero seguramente la idea surgió espontáneamente, hace unos 15 años, con la intención de implicar más directamente a los centros escolares puesto que habíamos observado que las escuelas de Segovia eran mucho más remisas a salir a las funciones escolares de Titirimundi que los de la provincia, o incluso que los de otras provincias limítrofes como Burgos, Ávila o Madrid.
—¿Cuál ha sido su evolución y en qué momento se encuentra?
—Dependiendo de los maestros y profesores la colaboración oscila cada año pero se mantiene una buena participación. Hemos observado que si Titirimundi se compromete directamente con ayudas y apoyo directo durante todo el año la participación crece. Lamentablemente no tenemos los medios necesarios para potenciar más esa sección.
—¿Es equivocado pensar que los niños son el mejor público para los espectáculos de títeres?
—Creo que el carácter simbólico de los títeres es un lenguaje muy adecuado para llegar a la infancia. En ese sentido sí creo que los niños son un excelente público aunque no se puede afirmar que sean el mejor público. Los adultos aficionados a los títeres se acercan a este teatro con la misma actitud cómplice y abierta. Dice Gustavo Martín Garzo que los títeres nos gustan porque son una metáfora de nuestros corazones y, efectivamente, los títeres se dirigen a los rincones más profundos de nuestro subconsciente, donde guardamos dormida nuestra la infancia.
—¿Hace falta ser un visionario para entender que muy pronto los espectadores de todos los espectáculos –títeres, clásico, música, danza– tendrán que pasar por taquilla?
—Siempre he considerado que la taquilla era necesaria para contribuir a la financiación de los espectáculos. Acercarse a comprar una entrada comporta una implicación y un interés que no tiene mucha gente cuando se le ofrecen los espectáculos gratuitamente. Otra cosa es que, en ocasiones, los espectáculos puedan resultar demasiado caros y necesiten patrocinios públicos para abaratar las entradas.
Por otra parte pienso que los espectáculos gratuitos que se producen en la calle son igualmente necesarios y han de ser financiados por las administraciones y por un mecenazgo más imperioso que nunca. Conste que no estoy negando validez a una política de ayudas públicas al teatro. Solamente afirmo que hay que definirla inteligente y democráticamente.

—¿Las instituciones españolas han abusado del paternalismo a la hora de ofrecer montajes gratis total?
—Efectivamente, y han hecho mucho daño a la industria del espectáculo. Ahora que abruptamente han retirado o recortado la mayoría de las ayudas, estamos pagando las consecuencias de su nefasta política paternalista, puesto que en muchos casos han programado sin criterio y no han sabido educar al público.
—Y llegados a este punto, ¿ve alguna solución?
—Pues sí. El mecenazgo es una de las soluciones posibles, aunque no la única. Además se ha creado una importantísima red de teatros públicos que las Administraciones pueden poner al servicio de la iniciativa privada. Modelos de colaboración no faltan, solo hay que poner interés y voluntad.
—Bululú teatro, Los titiriteros de Binéfar, Bakélite, El Circo de las Pulgas, el teatro de los autómatas… ¿qué tienen en común?
—Todos ellos tienen en la ilusión su componente necesario y principal.
—¿Los títeres solo entretienen?
—Esa pregunta habría que generalizarla a todo tipo de espectáculos y la respuesta sería siempre la misma: depende de quien lo haga y de quien lo vea. Los Titiriteros de Binéfar han retomado su espectáculo El bandido Cucaracha porque los tiempos exigen compromiso, La Chana y su extraordinaria versión de El Licenciado Vidriera no es precisamente una floritura estética, ni Suspiro de Aitor Sanz J. que nos habla de la memoria histórica, etc, etc. Los títeres, por tradición, no son precisamente un teatro “blanco”.
—¿Cómo le ha pillado la actual contrarrevolución cultural?
—No me ha sorprendido lo más mínimo. En la coyuntura económica del país la cultura era, piensan ellos, presa fácil para la vorágine ultraliberal. Yo sí creo que este Gobierno está tratando de aplicar en toda su crudeza la famosa doctrina del Shock. También creo que a medio plazo fracasarán, no me cabe la menor duda.
—¿Qué espera de la ley del Mecenazgo?
—No conozco los términos de ese supuesto proyecto, si es que lo hubiere, pero no veo a los ministros Guindos y Montoro dando saltos de alegría si se les escapa algún centimillo vía mecenazgo. Los de antes tampoco lo tenían muy claro.
Dicho esto, aparentemente sería una excelente vía de financiación de las artes, pero no me atrevo a calificarla de buena, ni de mala. No deja de tener un tufillo liberal –liberal en su acepción degenerada, la económica–, y por ende, para mí, sospechoso…
—Marionetas de gomaespuma, de guante, de hilo, sombras, máscaras, mimo, teatro de objetos, música… ¿Tan complejo es el entramado técnico de la muestra que usted gestiona?
—Digamos que es riquísimo y tan sencillo y tan complejo como la vida misma. La característica que mejor define el teatro de títeres es su libertad.
—¿Los títeres, como la poesía, son un arma cargada de futuro?
—Qué bonito… y qué verdad. He leído a un filósofo francés que dice que el futuro del teatro está en las artes de la marioneta.
—¿Alguna vez los profesionales de otras especialidades del mundo escénico le han mirado por encima el hombro por tener que tratar con un representante de los títeres?
—Sin duda, pero cada vez son menos los ignorantes. Estamos ganando la partida. Ya no hay festival de teatro que se precie que no tenga en su programa algún espectáculo de títeres. El festival de Otoño en Primavera, de Madrid, tiene en su programa un espectáculo de Titirimundi y el CDN lleva tres años programando un mes de Titirimundi.
—Así las cosas, ¿qué pregunta les haría?
—La única que puedo hacerles es si conocen el teatro de títeres. Si lo han visto alguna vez o prejuzgan y hablan de oídas. La ignorancia es muy atrevida.

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