
Jonás Pérez, el gran escultor primitivista de Laciana, falleció este 1 de noviembre de 2017 en la localidad de Robles de Laciana, donde vivía.
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Por ELOÍSA OTERO
En los últimos tiempos coincidí con Jonás y su mujer, siempre tan atentos y cariñosos, en distintas inauguraciones de exposiciones colectivas por León y provincia. «A ver cuándo subes a verme y me haces esa entrevista», me decía siempre. Hará dos o tres años que le comenté que quería pasar una tarde con él, y que me contara… y nunca se olvidó. Pero al final, por falta de tiempo para ir a Robles de Laciana…, y aunque siempre lo he tenido pendiente, no he llegado a hacérsela, y es algo que ahora me pesa porque le cogí mucho cariño a Jonás, un artista de la piedra que remueve las entrañas en su búsqueda de la memoria y el origen primigenio, de lo mítico y lo ancestral. Y una persona que siempre atendía, preguntaba, y escuchaba, pero que desde luego tenía mucho que contar.
Nació en Valle de Mansilla, un pequeño pueblo cercano al río Esla, en 1932. «Fue un albañil, un buen artesano capaz de desarrollar con pulso firme la gran variedad de oficios de la construcción. Pero en su interior había más, mucho más. En lo más escondido de su mente Jonás guardaba memoria de unas visiones plásticas que solamente cuando se encontró con el tiempo de más que le dejaba su jubilación, afloró con fuerza». Así lo relataba el periodista Marcelino Cuevas en un artículo publicado en Diario de León en 2011. Algunos, no obstante, no sé por qué pensábamos que también había sido minero, quizá por el pueblo en que Jonás eligió vivir, Robles de Laciana, pero puede que no. Jonás, por su parte, le contaba al periodista: «Siempre me gustó hacer trabajos manuales, tallaba algunas cosas intrascendentes en madera. Después hice alguna incursión en la forja… pero fue cuando me encontré con la piedra cuando decidí que ahí estaba la forma de expresión que había estado buscando durante mucho tiempo».
No sabemos cuándo se fue Jonás a vivir a Robles de Laciana, en plena montaña leonesa y en el corazón de la comarca minera que linda con las tierras de los pocos osos que quedan en la cordillera Cantábrica. Allí, un buen día, el artista Eduardo Arroyo, que tiene en ese mismo pueblo su casa familiar, le contrató como albañil. «Así nos conocimos, hablamos y le comenté lo que hacía en los ratos libres —recordaba Jonás—. Vino a verlo y le gustó. Después él habló con Luis García Martínez y entre los dos han conseguido que mis pequeñas obras lleguen a esta exposición».
Se refería Jonás a la gran exposición que se inauguró a primeros de diciembre de 2011 en el Centro Leonés de Arte (CLA), cuando el Instituto Leonés de Cultura (ILC) rescató para todos nosotros la obra de este artista tardío —empezó a trabajar la piedra cumplidos los sesenta años— y octogenario, arcaísta y desconocido, intuitivo y autodidacta, y que se acompañó de un amplio catálogo razonado sobre su vida y su obra. Se tituló: «Jonás Pérez. El primitivismo poético». La exposición viajó en 2012 a otros centros, como el Museo Antón (en Candás) o el Museo Etnográfico Provincial (en Mansilla de las Mulas, muy cerca de su pueblo natal), y todo ello sirvió para presentar y poner en valor a uno de los creadores más extraordinarios, insospechados e interesantes del panorama artístico de nuestros días.
Luis García Martínez, director de Arte y Exposiciones del ILC, explicaba cómo había conocido al escultor: «La primera vez que me acerque al taller de Jonás lo hice de la mano de un gran artista y amigo, Eduardo Arroyo; hace algo más de seis años. Nos recibió en la puerta de la finca con un mono azul desgastado y marcado por el trabajo, me observó con una mirada directa e intuitiva en la que descubrí de forma inmediata el sosiego, la paz y la sinceridad de un hombre bueno, que se siente ilusionado y agasajado por nuestra visita. Ascendimos lentamente la cuesta del huerto que lleva hasta su pequeño museo, un barracón con un espacio reducido, donde de forma anárquica se distribuían, por las paredes y suelo, unas obras que de forma inmediata me impactaron y sobrecogieron».
Jonás solía trabajar sobre lo que encontraba en su entorno: piedras de diferentes cualidades y calidades, que a veces también le regalaban sus amigos, e incluso sobre cantos rodados. Su técnica era la talla directa, surgida de las raíces más ancestrales de los antiguos maestros canteros. Sus herramientas: la maza, el puntero, el cincel, las limas y los lapiceros de colores.
Escribe Luis García Martínez en el catálogo «El primitivismo poético»: «Las primeras obras de Jonás están fechadas en 1990 y hasta el día de hoy sigue trabajando con una gran energía e intensidad, pero quizás lo más importante es la ilusión con que afronta día a día su quehacer creativo; sin duda síntomas evidentes de la extraordinaria fuerza mental y espiritual de este Vulcano de la piedra, que nos atrapa y seduce con su asombroso y visionario mundo plástico».
Para Luis García Martínez, los trabajos de este escultor reúnen unas características muy especiales. «Su sistema de trabajo determina en cierto modo el lenguaje primitivo o naif, aunque este término no creo que sea el más adecuado en las piezas de Jonás Pérez. Se trata de un artista arcaico que se sitúa en pleno tránsito entre el siglo XX y el XXI, justo cuando se alcanza el máximo desarrollo de las tecnologías y al mismo tiempo su aplicación más intensa en los procesos de producción artística, llegándose a situaciones extremas en las cuales el creador niega plenamente el procedimiento de realización manual o producción directa y se aleja de la formalización de la obra, considerando que el acto de creación está únicamente en la elaboración de bocetos, maquetas o proyectos. Por el contrario Jonás deja que sus manos cuenten todo lo que desde hace muchas décadas el artista conserva en su privilegiada memoria».
Marcelino Cuevas resume también así el trabajo de este artista humilde y vocacional, hecho a sí mismo: «Jonás Pérez tiene una obra enormemente variada en la que refleja lo que ve: las flores, los animales domésticos, el oso y la cigüeña, o personajes llenos de sensualidad e, incluso, con claras connotaciones sexuales. Venus emparentadas con las de los creadores prehistóricos, bustos que recuerdan las joyas de Mesopotamia, Egipto, Grecia o Roma… pero siempre con su nota personal, con una claridad y una sencillez que las hacen únicas».
Por su parte, el propio escultor comentaba esto al periodista en ese artículo de 2011: «Creo que los personajes que esculpo están contentos de que los haya hecho. A veces creo que me miran con cara de satisfacción, no sé lo que dirán ahora en estas salas tan lujosas [las salas de exposiciones del CLA], lejos de mi cobertizo».
Y añadía Jonás algo ciertamente curioso, hermoso, que da prueba de la humildad y dignidad de este insólito creador: «Aquí [en Robles de Laciana] hay muchos artistas, sobre todo dedicados a trabajar la madera; si subes un día cualquiera por la calle principal del pueblo oyes un concierto de radiales. Aquí hay muchísimos artistas. Quizá por eso no hacen caso a mis obras, solamente Arroyo se ha interesado por ellas. Y otra gente como Víctor Manuel y Ana Belén, que me compraron una, o la mujer de Úrculo, a la que regalé una pequeña escultura. Pero siempre de lejos del pueblo».
Muchas gracias, por estas palabras hacia mi padre. Es un artículo muy emotivo y que junto con su gran legado como persona, padre y artista nos quedará siempre en la memoria, el alma y el corazón. Os agradecemos a todos, los grandes momentos de ilusión que le hicisteis pasar con sus piedras. Ojalá pudiera haber sido por mucho más tiempo. Gracias.
Ángeles Pérez
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