Ejemplos: que la Feria del Libro de Poesía (Expoesía) esté situada en la Alameda de Cervantes, y que te reciba con un delicado olor a tilos. Que la medianoche llegue para ser celebrada con poemas, con música, con la consagración de la creatividad, y que la luna vaya abriéndose durante la semana de esta “Poesía a la Intemperie” hasta que luzca majestuosa y plena la última de sus noches.
La brevedad del trayecto que media entre mi hotel y el Casino soriano no impide que recuerde, con tanta precisión como esperanza, un mundo que tiene ya seis años y el alma haciendo camino al andar. Ese tiempo ha de ser nombrado con nombres de hacedores, que representan a otros muchos que estaban para que este regalo fuera posible: Carlos Martínez, actual alcalde de Soria, Jesús Bárez –su concejal de Cultura–, Félix Lavilla, Rogelio Blanco, Manuel Rico, Manuel Nuñez Encabo… Es 2007. Mi admirada poeta Amalia Iglesias ha aceptado coordinar los actos que conmemorarán los cien años de la llegada a Soria de un profesor: Antonio Machado. Hubo, sí, congresos internacionales, actividades de exquisita envergadura, como aquella en la que memoria y olvido, cantos y silencios, se depositaban en los ancianos ojos de las sobrinas de Machado recorriendo una exposición que Soria recibía como responsable y cívica anfitriona de la fiesta del recuerdo, custodiando así la esencia de la que ha de brotar la democracia y sus respetos. No olvidaré nunca el regreso a Madrid compartiendo preciosa charla con mi querido Javier Lostalé…
Y cómo olvidar a Subhro Banddyopadhyay, el poeta indio que se hizo, por amor a la ciudad, soriano para escribir un libro con el corazón y la belleza, y entregar, así, el fruto de la I Beca Internacional de Creación Poética “Antonio Machado”. Lo siguieron el iraquí Abdul Hadi Sadoun, el peruano Martín Rodríguez-Gaona, el iraní Mohsen Emadi…
Soria recibía el centenario de la llegada de un profesor poeta, y Amalia Iglesias convocaba, para celebrarlo, a Ouka Leele, a La Fura dels Baus (con un espectáculo que iba a inaugurar, en Pekín, el Año de España en China), o a Mercedes Ferrer. Poetas, intelectuales, creadores, artistas de la palabra y de la escena, fotógrafos, bailarines, unían culturas y civilizaciones, como habría querido cualquier ser humano que fuera, en el mejor sentido de la palabra, bueno.
Sobre todo, fue un año de los poetas, una y otra vez, los soñadores indispensables, los guardianes de los mejores sueños, la memoria de cómo fueron los hechos y de cómo deberían haber sido, los primeros legisladores, los expulsados de esa ciudad ideal a la que aludiera Platón, porque tienen la misión de concebir la ciudad, de crearla, y eso ha de hacerse desde fuera: escribir, dirá María Zambrano, es conservar la soledad en que se está.
Se homenajeaba a Leonor, cómo no hacerlo si era lo que Antonio Machado más quería. En ella, Soria asumía, de un modo cívico y solidario, lo que todos y cada uno hemos de aportar para que lacras siniestramente universales, como la violencia de género o la discriminación y sus violencias desaparezcan. Leonor era “las mujeres”, la desigualdad, el obstáculo y el acallamiento de su palabra. Y porque Machado era el profesor poeta, el ciudadano que hace del amor y la pedagogía un modo de estar en el mundo, Amalia Iglesias supo verlo con honestidad y grandeza.
Pensadores, artistas jóvenes que estrenaban, en Soria, el porvenir, tomaban la ciudad para la ciudadanía logrando que nuevos ángulos y paisajes fueran habitados por nuevos sueños en permanente diálogo con Antonio Machado, con la Poesía. Se dibujaban nuevas sendas que invitaban a ser transitadas, que florecían en la imaginación y el talento. Y que hoy, más de un lustro después, han convertido a Soria en referente de la Poesía en el mundo, despacio, con solvencia y con elegancia, sin avasallar: golpe a golpe con precisión de artesano, y verso a verso.
Fin del paseo: me detengo, como siempre, ante la entrañable escultura que rememora a Gerardo Diego, en su mesa de café, sentado a la puerta del Círculo Amistad Numancia: dulce recibimiento que invita a sonreír, a fotografiarse con él, a rememorar los versos de otros poetas (sí, claro: Pessoa inevitable en “A Brasileira” lisboeta, el primero). Si levanto los ojos al cielo, en este momento, me encuentro una pancarta que cruza la calle a la altura del Casino señalando que, en la última planta del edificio, está a Casa de los Poetas. Qué hermosa ascensión: en la escalera, me deja pasar la imagen de Antonio Machado que sale de una puerta; en la Casa, un árbol del Bien y del Mal, tiene versos como se tienen frutos, o un laberinto de nombres de quienes han cantado a la ciudad trazando itinerarios de posibilidades infinitas, derramando luz: Machado, Gerardo Diego, Bécquer… Hay que escribir, dice María Zambrano (tan querida por Antonio Machado, a través del padre de ella, don Blas Zambrano, uno de los mejores amigos del poeta en Segovia, y a quien le dedicará su Mairena póstumo); hay que escribir aquello que no puede decirse, ese secreto que visita al poeta y que el poeta comparte en su escritura.
El milagro de verano
Un año más ha llegado a Soria “otro milagro de la primavera”; esta vez, como una nueva y sensata elección, pasa a ser un milagro de verano. Del 16 al 20 de julio, se ha concebido una nueva Expoesía, Feria del Libro dedicada, íntegramente a la Poesía, que ha congregado a miles de personas de la ciudad y de fuera de la ciudad para gozar de recitales, conciertos, conferencias, representaciones teatrales, performances, presentaciones de libros, talleres de escritura creativa, de ilustración… Actividades para el público infantil, para los adultos, para todos los públicos, una sección que resalta la urgencia de seguir trabajando por la igualdad, y que se ha dedicado a la poesía escrita por mujeres…
O esa solemne invitación a convertirse en cofrades de un culto ancestral, en el que la palabra poética peregrina por el cuerpo de la ciudad configurándola, ejercitándose en lo que por peculiar la hace universal e inolvidable. Iniciación que transforma porque en ella se comparte el pan de la compañía, ese que nos hace compañeros y vencedores del escombro y la derrota. No en vano, la Belleza, como dice el maestro Antonio Gamoneda, no es un lugar al que van a parar los cobardes.
Estuve el viernes 19 y el sábado 20. Soria ya guardaba, de los días anteriores y como un tesoro, la estancia de Juan Carlos Mestre, de Mª José Cordero “respondiéndole” con música, de Claudio Rodríguez Fer, de Noni Benegas o de Isabell Stofell. Solo menciono a algunos compañeros y compañeras del territorio cómplice del verso. Buscar el programa completo es un deleite que querrá colmarse, yendo a Soria, en la próxima edición.
Tuve el placer de coincidir con Manolo Rico, con Violeta Medina, Ángel Guinda, Rafa Saravia, Felipe Zapico, Tachia Quintanar, Begoña Abad o Zhivka Baltadzhieva. De nuevo, solo menciono a algunos. Fue un gozo experimentar la propuesta multiartística de los andaluces “La palabra itinerante” (rapsodas, guitarras, tintas en directo…), o escuchar, como si fueran delicadas “estantigas”, los cantos en gallego de “Voces del agua” recorriendo los pasillos del Instituto de Secundaria “Antonio Machado” hasta llegar al escenario montado en el claustro del mismo. Prolongaciones misteriosas de alguna conversación nacida en la cena (Begoña Baena y yo hablando de Marina Tsvietáieva y de Anna Ajmátova, sin ir más lejos).
Y los editores o los profesionales de la edición poética –Héctor Escobar, invitando siempre al vuelo y la hermosura, Iván Blanco, Trinidad Ruiz Marcellán y sus distribuidores de Olifante, Huerga & Fierro, Vaso Roto, Endymion, etc., etc.–, agua clara y fiereza de saludables tormentas veraniegas para que nos aprendamos, de una vez por todas y sin un ápice de duda, su extremado valor. Y que lo reclamemos si alguien quiere negárnoslo.
Constelaciones reunidas al acabar el viernes, al acabar el sábado, en el claustro del Instituto “Antonio Machado”, el profesor poeta, el poeta profesor. Me pierdo un rato por el “Aula Machado”, fotografío a la luna y, de vuelta al hotel, atravesando la alegría de la madrugada llena de noctámbulos felices, agradezco la existencia de un lugar en el mundo donde nada ni nadie sería capaz de negar la posibilidad de avance de la dignidad contagiosa:
…lo que significa una semana en la que una ciudad como Soria alberga el espíritu inasible, salvífico y cimentador de esperanzas que la Poesía significa.
…la entrega de los ciudadanos y de las ciudadanas de toda edad, de toda condición, que pasean entre las casetas de la Feria en el Parque de la Alameda de Cervantes, embriagados de ese olor a tilo capaz de llevarnos a otros lugares y a otros tiempos.
…escuchar el silencio comunitario de su atención, cuando Antonio Gamoneda lee sus versos en el Casino y asistimos a un acto fundacional. O cuando sus pasos de egregio caminante se detienen en una plaza para sembrar nombres y versos, gestos creadores y palabras fecundas, si un letra herido quiere llevarse su rostro en una fotografía o su firma en un libro.
…los niños y las niñas poetas mojando de versos el horizontes de cada día, borrando sombras y dibujando pájaros.
…brindar, en cualquier sitio, por la Poesía, ese “gran milagro del mundo” que dijera Luis Pimentel.
Una semana íntegra, a la intemperie, preparando sus mejores galas, sus mejores frutos todo el año, en el que la Poesía ha cobrado presencia y figura acercándose, con sensibilidad, al que la necesita, al que requiere sus manos y sus ojos y su corazón para que le hagan saber que una actitud cambia el mundo. Pero que esa actitud solo se teje en común, en la red que las palabras fértiles enlazan en los versos.
Esa red abriga como las toquillas que tejían las abuelas, y orienta como los faros y rasga el miedo a la oscuridad como las luciérnagas. El agua la enciende porque está hecha de dignidad. Y cuando se extiende y se comparte nos colma de preguntas, muchas de ellas sin respuestas, para que la vida siga su búsqueda. O, quizás, para que nos encontremos con ellas bajo un tilo, donde nos esperan sentadas en el banco de cualquier parque del universo, y nos reconozcamos en la complicada tarea de vivir. De esa quietud emana un canto que, sin que haga falta traducción, se entiende porque es un canto propio y su lengua sabe como los sentimientos y sus sabidurías. Y huele como los tilos de Soria en el verano.
(En Maragatería, unos días después,
siendo todavía julio de 2013)