
‘Cuentos ecofunkies’ (Eolas Ediciones), de la compositora y artista sonora leonesa afincada en Estocolmo (Suecia) Hara Alonso, es el decimotercer libro de la colección ‘A cuentagotas’ y acaba de llegar a las librerías, con ilustraciones de la artista croata Teuta Gatolin. En él, la autora reúne una treintena de pequeñas historias reales, atravesadas por una especie de conciencia eco-ética-poética feminista y queer —que viene a ser una manera cuidadosa de habitar el mundo y de respetar la diversidad y la vida—, destinadas a ser leídas por personas de toda edad y condición.
La colección ‘Libros… a cuentagotas’, auspiciada por la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de León, a través del programa de ocio alternativo es.pabila, está al cuidado de Eloísa Otero, con diseño exterior y portadas de la fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Cuevas y con publicación a cargo del sello leonés Eolas.
Próximamente saldrán de imprenta otros dos volúmenes de los cinco realizados en 2022: ‘Jazz en León’ (nº 12, ensayo) de Rubén Díaz Domínguez, y ‘Vacío’ (nº 14, miscelánea) de Diego Villoria Zapico.
A Hara Alonso (San Esteban de Nogales, León, 1990) le gusta hacer música, pintar, pasear, vendimiar y escuchar y contar cuentos. De pequeña su cuento favorito era el de la bruja Rabana y todos los de Ítalo Calvino.
De adolescente le contaba cuentos improvisados a su hermano pequeño antes de irse a dormir. «Este libro viene de esas noches donde la imaginación traspasaba nuestros sueños», apunta ella.
Cuentos ecofunkies, su primer libro como narradora, está ilustrado por la protagonista de uno de los relatos, la artista croata Teuta Gatolin.
Pianista y compositora, en la actualidad Hara Alonso reside en Estocolmo, donde trabaja como diseñadora de sonido en varios proyectos de investigación artística en la Universidad de las Artes de la capital sueca, enseña programación musical en The Royal College of Music y es artista en residencia en Elektronmusikstudion.
Como artista multimedia, su práctica creativa cuestiona las narrativas hegemónicas en torno a la música y las tecnologías, resignificando sus herramientas y saberes. Por medio de la improvisación, la somática, la corporeidad, las interfaces DIY, la codificación… Hara explora nuevos sistemas y lenguajes, en los que mezcla elementos electrónicos e instrumentales generando universos sonoros complejos e imaginativos. Lleva años ofreciendo conciertos por el mundo, impartiendo talleres y colaborando en proyectos multimedia (danza, video arte y performance).
:: Algunas páginas y cuentos del libro
LA ORQUESTA DE PIEDRAS
Dedicado a Alexandra Nilsson
Alexandra tocaba la trompeta, luego la guitarra eléctrica y también aprendió percusión. Descubrió los ritmos latinos y se fue incluso a Cuba a estudiar. Tocaba en bandas de jazz, punk, rock, música experimental y todo lo imaginable.
Un día estaba tranquilamente en la playa cuando sin querer movió dos piedras de sitio. El sonido le llamó la atención. Las volvió a mover y le dio la sensación de que las piedras estaban afinadas. Recogió un montón de piedras y las colocó por tamaños, de más grave a más aguda… ¡Sonaban increíblemente bien!
Al día siguiente volvió a la playa y siguió recogiendo más y más piedras. Se percató de que podía hacer sonidos de viento, de metal, de lluvia, madera, trombones, tambores y violoncellos con piedras. Cuando se quiso dar cuenta tenía una gran colección de piedras y empezó a dar conciertos con ellas. Tenía 10 maletas llenas de piedras y con ellas recorría el mundo.
Cada vez que volvía a su playa encontraba más y más piedras, cada cual sonaba mejor. Ya era famosa en el mundo entero como «la música de las piedras». Sin darse cuenta, esas 10 maletas pasaron a ser 20, y luego 30 y luego 50. Un día advirtió que eran demasiadas y que tenía que parar… pero… eran sus instrumentos, no podía prescindir de ellos. Alexandra tuvo una genial idea: en lugar de ir cargada con sus piedras podía llegar unos días antes al sitio del concierto y buscar piedras allí. Otra cosa no, pero… ¡piedras hay en todas partes!
Alexandra ha recorrido el mundo dando conciertos con pizarra, azabache, cuarzo, carbón, lapislázuli, roca volcánica, obsidiana, granito y hasta diamante.
* * *
LO QUE VIO EL VIENTO DEL OESTE *
El viento lo ve todo. Si el viento pudiera hablar nos contaría todos sus viajes por los continentes, los diferentes paisajes, gentes, olores… sería un cuento interminable.
El viento se lleva un globo flotando, te abre las ventanas y te remueve el pelo.
Las aves se dejan llevar por el viento, confían en él, lo planean como los peces nadan en el agua. El viento mueve el polen y poliniza las plantas, mueve los olores (por suerte y por desgracia, puedes oler el río a un kilómetro de distancia pero también una macrogranja de cerdos).
El viento se mueve sin detenerse. A veces es como una caricia y otras como un látigo. Está siempre produciendo sonidos con todo lo que toca. Zarandea los árboles como si fueran maracas. Si os fijáis, escucharéis que cada árbol suena diferente. Si tenéis la suerte de ir pronto al bosque podréis escuchar un sinfín de melodías y, si las escucháis profundamente, igual hasta el viento os cuenta un cuento.
[* Inspirado en la pieza para piano de C. Debussy «Lo que vio el viento del Oeste», de la colección Preludios.]

:: Sobre «Cuentos ecofunkies» y Hara Alonso
CUENTOS CON SUSTRATO
[Nota de la editora]
Vivir es común y corriente y monótono. Todos pensamos y sentimos lo mismo:
solo la forma de contarlo diferencia a los buenos escritores de los malos.
Augusto Monterroso
Por ELOÍSA OTERO
En un vídeo del proyecto «Los sonidos de la escuela rural. De la escucha activa a la creación colectiva» aparece Hara Alonso contando una historia sobre una gota de agua, un cuento que los niños y las niñas del CRA Ribera del Porma han de convertir en música… Cuando lo vi, un día por casualidad, pensé: «Anda, seguro que Hara Alonso, además de ser música y compositora, también escribe cuentos». Así que le envié un mail, para preguntárselo y, en caso afirmativo, plantearle publicar un pequeño libro en esta colección.
Hara me explicó que, hace años, solía inventarse historias para contarle a su hermano Juan. «Nos llevamos once años y, cuando él era pequeño, yo era como una segunda mamá. Le contaba cuentos todas las noches. Para no repetirme, a veces me iba por derroteros muy locos, improvisaba cosas absurdas… recuerdo, por ejemplo, un cuento sobre una catedral que estaba hecha de calamares…».
De aquella época guarda algunos cuentos escritos, y también ha escrito otras cosas, como poemas y textos de distinta índole. Y aunque le encantó la idea de preparar un librito, me dijo que necesitaba pensarlo y darle unas vueltas, porque nunca había pensado en publicar.
Entre la primavera y el verano de 2022, Hara realizó una selección de sus relatos y me envió la primera entrega, a la que siguieron algunos más, hasta treinta. Ella misma sugirió ilustrarlos y recurrió a su amiga Teuta Gatolin, una artista croata interdisciplinar también interesada en contar historias relacionadas con la ecología.
Cuentos ecofunkies es, por tanto, su primer libro publicado. Y como todos los buenos cuentos —ella es fan de Julio Cortázar y Augusto Monterroso—, los suyos están destinados a ser leídos y/o escuchados por gentes de cualquier edad y condición.
¿Qué se puede encontrar en estos pequeños relatos? Pues… amor a la naturaleza, recuerdos, retratos, dedicatorias, música, viento, árboles, viajes, amigos, magia que no se puede ver dos veces, curiosidad, independencia, colaboración, aprendizaje, autenticidad, alegría interior, sencillez, mirada crítica… Y una especie de conciencia eco-ética-poética feminista y queer —que viene a ser una manera cuidadosa de habitar el mundo y de respetar la diversidad y la vida— que los une a todos.
Cada cuento, no obstante, tiene una historia real detrás, una historia verdadera. Sobre «La magia», que abre el libro, Hara recuerda por ejemplo: «El pasado verano estuve en un festival, en Suecia. Había unas tres mil personas, viviendo en el bosque durante una semana… Se trata de un festival megacreativo y con una filosofía muy interesante detrás, en el que hay de todo, talleres, puestos, comida… Todo es autogestionado, y no se maneja dinero, sino que se utiliza el intercambio. Fui con varios amigos, era la primera vez… y pasaron cosas mágicas, como la del conejo del primer cuento. Estábamos dando un paseo por la noche y, de pronto, nos encontramos con un conejo hinchable gigante, con una luz dentro…».
Otro de los relatos está dedicado a su abuela paterna Dominga, a la que describe así: «Tenía una memoria alucinante y una inteligencia intuitiva, sabía poemas y canciones y siempre llevaba la razón. Iba a la huerta todos los días, hasta que se murió. Era la última en volver a casa. Cosía mantones, era generosa, en el sentido de hacer mucho por los demás sin pedir nada a cambio. Se podría decir que era una influencer, a nivel de pueblo. Y también era la que llevaba los pantalones. El feminismo es algo muy nuevo, pero antiguamente había muchas mujeres poderosas, como mi abuela».
Los árboles protagonizan asimismo algunos de estos cuentos, árboles con inteligencia y corazón, que tejen redes inmensas a través de sus raíces, lo que les permite comunicarse entre ellos pero también con otros seres y especies.
Habla Hara con tristeza de una huerta que existe en la parte trasera de la casa paterna: «Es propiedad de una terrateniente de la zona. Mi padre estuvo muchísimos años pagándole por cultivar esa huerta de una manera ecológica. Pero llegó la pandemia, y la dueña decidió cortar todos los árboles, que tenían entre cien y trescientos años, y lo sulfató todo. Quiero decir, que puedes trabajar por hacer las cosas bien, pero de pronto viene alguien que corta los árboles y envenena la tierra, y eso va a tardar años en recuperarse. Hay que ser ecologistas, pero no naifs, porque lo que tenemos enfrente no es naif. Y no debemos permitir ciertas cosas. Mi tía, que vio desde la ventana cómo cortaban los árboles, dijo: Es que se les escuchaba llorar…».
No hay necesidad de apresurarse. No hay necesidad de
brillar. No es necesario ser nadie más que una misma.
Virginia Woolf
La trayectoria de Hara Alonso resulta, como poco, inspiradora. Tanto que la periodista Ana Gaitero le dedicó un precioso cuento, titulado «Hara, la maga de la música electrónica».
Nacida en 1990 en San Esteban de Nogales, creció en Astorga. «Cuando era pequeña me gustaba todo, como ahora. Soy curiosa, hiperactiva. Como mi padre es arquitecto, y a mí se me daba bien dibujar, parecía claro que estudiaría Arquitectura. Pero me matricularon en el Conservatorio de Astorga con la suerte de que, siendo adolescente, tuve un profesor de piano alucinante, Adolfo Muñoz, que me hizo amar la música. Y decidí ir a Salamanca para estudiar el grado superior de Piano».
Dice haber sufrido mucho con la música, antes de convertirse en diseñadora de sonido y en creadora multimedia, y se muestra muy crítica con lo normativo. «El mundo de la música clásica es competitivo, masculino, colonial… y con cero espíritu crítico. El cuerpo no existe, tocas con tu cabeza y con la partitura, pero no con el cuerpo. Cuando hice el Erasmus en Finlandia entré en contacto con el mundo de la improvisación libre, y aquello fue una auténtica liberación para mí, supuso poder tocar de pronto con mucha gente diferente, de folk, de jazz, de músicas del mundo… todo a la vez».
Eso le ha llevado a moverse entre la música clásica y la música underground, antes de situarse «en los márgenes» por voluntad propia; un lugar que sin duda ofrece otra perspectiva sobre las cosas.
¿Cómo llegas a los márgenes?, le pregunto. «A través de la música electrónica y de la improvisación. En la música electrónica, que tiene menos de cien años de historia, existe una libertad estética brutal, ni siquiera hoy en día hay cánones. Puedes encontrar gente que a lo mejor sea dj, o que esté en la academia, o que toque en clubs, o en una sala de conciertos súper pija… Y yo estoy ahí, entre muchas aguas: un día toco en un museo de arte contemporáneo, acompañando una pieza de danza experimental formidable, y al día siguiente estoy en un club tocando reguetón. Esa es un poco mi vida, en plan locura máxima. Pero es la realidad. En mi comunidad de músicos todos somos así. Hemos estudiado en el conservatorio, pero estamos en muchas escenas diferentes».
Entre 2008 y 2011 fue pianista de la Joven Orquesta Sinfónica de Castilla y León, ofreciendo recitales por muchas ciudades de España y Europa. Más tarde, cursar el Máster Europeo CoPeCo (Contemporary Performance and Composition) le permitió estudiar durante dos años en cuatro ciudades europeas, un semestre en cada una: Tallin (Estonia), Estocolmo (Suecia), Lyon (Francia) y Hamburgo (Alemania).
La entrevisté por mail en 2016, cuando ella estaba en Lyon, haciendo precisamente ese Máster, poco antes de que viniera a León para tocar en el II Festival TESLA de Experimentación sonora. «Este máster es el sueño de cualquier músico creativo: composición, música electrónica, improvisación, experimentación y nuevas tecnologías, todo esto combinado con vivir durante dos años con otras siete personas como tú, con los mismos intereses, pero viniendo de culturas muy diferentes», comentaba entonces. «Está siendo una experiencia muy enriquecedora, a veces un poco incluso desbordante. Así que cuando termine voy a tener que digerir todo lo que estoy viviendo, todas las opciones que he descubierto, todas las músicas, las estéticas… y continuar buscando la mía. Ese es realmente el objetivo del máster, abrir caminos, expandir límites y ofrecer una nueva forma de enseñar la música, más libre, más personal y más… verdadera».
Desde entonces han pasado casi siete años, en los que no ha parado de desarrollar proyectos. «A mí, haber vivido en tantos sitios me ha abierto un montón la cabeza a diferentes formas de hacer música… Es muy importante salir de España, salir de tu espacio de confort, sobre todo si eres artista… y también es importante volver».
Al final, Hara Alonso ha acabado viviendo Estocolmo, «una gran capital con bosques por todas partes», volcada en la investigación, la creación y la difusión de música contemporánea. Allí trabaja como freelance en varios proyectos: es diseñadora sonora en el proyecto de investigación artística «Circus and Music in dialogue» en la Universidad de las Artes de la capital sueca, imparte clases de programación musical en la Royal College of Music y es artista residente en los estudios EMS Elektronmusikstudion.
«Sé que tengo suerte de poder vivir de la música. Pero vivir del arte… incluso en Suecia es difícil, y eso que aquí los artistas sindicados cobran un mínimo de 300 euros por concierto», comenta. «Que en España haya un Estatuto del Artista, apoyar a los artistas, no supone nada de dinero, comparado con otras cosas. En Francia hay un sistema que se llama Itinenerance, que básicamente consiste en que el Estado te cubre los meses que no trabajas, porque como artista es imposible que trabajes a tiempo completo, y también necesitas tiempo para crear y producir. Y eso al Estado no le cuesta nada, pero cambia totalmente el mundo cultural de un país. En España, que es un país rico, hay un despilfarro total desde las instituciones culturales, el dinero y los recursos se distribuyen muy mal, y no se apoya la cultura ni a los creadores. Tenemos que intentar valorarnos, valorar nuestro trabajo como artistas y creadoras, y poner unas condiciones», añade.
En su página web se pueden escuchar algunas de sus composiciones para piano y electrónica. Su primer álbum, Pianoïse, fue editado por Keroxen en 2018. Un año más tarde surgió Islas Sonoras, dentro del ciclo de arte sonoro CAAMSonora (Las Palmas de Gran Canaria). En 2020 colaboró en el álbum Heaven’s Great Dome | Discourse on Deconstruction, junto con el músico Moljebka Pvlse, en el sello Reverse Alignment. En 2021 sacó su nuevo álbum, Somatic Suspension, con el sello Eotrax. Sobre este último disco, escribe Hara:
«Surge de un proceso meditativo de introspección y escucha interna. Al abrir mi propia intimidad, este trabajo intenta traducir varias experiencias somáticas al plano sonoro para acceder a una composición más sensible. La materia sónica se genera a través de la exploración de la repetición gestual en un continuo biofeedback. Un ritual de aceptación de lo inmanente que va de lo insignificante a lo inconmensurable, de la quietud al éxtasis. (…) Melodías íntimas, ritmos electrónicos mínimos y texturas desgarradas se fusionan haciendo eco del recuerdo de un futuro incierto».
Hara Alonso imparte también talleres de creación sonora e incluso de cuentos sonoros («¿Os imagináis leer con los oídos? ¿Y escribir con sonidos…?»), descubriendo herramientas para la creación literaria desde una perspectiva musical, desarrollando la escucha activa, la improvisación y la creatividad, y utilizando objetos cotidianos (papel de burbujas, piedras, cubiertos, piñas…) como instrumentos musicales.
En 2014 inició además el proyecto de composición experimental La Ciudad Componiendo, una iniciativa que busca la participación e implicación ciudadana en la creación musical. Consiste en colocar cuadernos de música en blanco y lápices de colores en diferentes espacios públicos de una ciudad: bibliotecas, cafés, museos, escuelas, estaciones de tren y cualquier lugar imaginable. Todas las personas están invitadas a contribuir escribiendo un poema, una canción, un dibujo, notas musicales y cualquier idea que se les ocurra. Posteriormente, se recopila y ordena el material para presentar un concierto público, donde un conjunto de músicos profesionales interpreta las partituras de estos ciudadanos.
Como compositora, Hara Alonso sabe que lleva tiempo «encontrar tu propia estética», «quitarse la mochila del virtuosismo» o «meter el underground en la música clásica», y esto último es algo que le gustaría de veras. Pero la música electrónica le ha dado una libertad total. «He tenido que ejercitar la paciencia para saber quién soy a nivel musical. No me comparo con otra gente. Estoy desarrollando la introspección, es importante crear desde un espacio personal, desde la urgencia, desde un lugar más flexible y orgánico. Ahora estoy en un momento muy bonito, grabando un disco de piano solo, Nociones de esperanza». No obstante, dice que se siente un poco cansada de su vida nómada, y que su sueño es volver a su pueblo leonés, San Esteban de Nogales, donde su padre ha restaurado un viejo molino.
«Estoy pensando seriamente en volver a España en un plazo de aquí a dos años; volver al mundo rural y llevar allí la cultura, porque al final somos ecologistas de ciudad, y eso no puede ser. Hay un vínculo emocional ahí, pero también muchas ganas…». Y añade, citando a Paul B. Preciado: «La gente que vivimos en los márgenes no deberíamos usar las herramientas de poder. Hay que huir de la tecnología lo más posible y volver al campo, tejer redes y más redes desde los márgenes…».
El poema de la creación es perenne,
pero pocos son los oídos que lo escuchan.
Henry David Thoreau
:: Sobre la colección ‘A cuentagotas’

‘Libros… a cuentagotas’ es una iniciativa del programa de ocio alternativo es.pabila (Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de León) para dar visibilidad al trabajo literario realizado por jóvenes autores y autoras menores de 35 años y vinculados a León. «Más allá del empeño entusiasta que han puesto en ella cuantos participan en su gestación, esta colección espera servir de acicate y estímulo, pero también de conocimiento del medio a quienes empiezan a dar sus primeros pasos como escritores y escritoras».
La colección, al cuidado de la escritora y periodista Eloísa Otero, está abierta a todo tipo de géneros literarios: ensayo, poesía, narrativa, teatro y escritura experimental, entre otros, y nace con criterios de calidad y vocación de continuidad en el tiempo.
La imagen exterior de los libros ‘A cuentagotas’ es obra de la fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Cuevas, que fue seleccionada a través de una convocatoria dirigida a jóvenes ilustradores para realizar las portadas. La selección de la editorial encargada de publicar los libros se realizó a través de un concurso administrativo adjudicado a la Librería Universitaria de León – Eolas Ediciones.
“Más allá del producto final (un pequeño libro), lo que nos importa en este proyecto es que los jóvenes autores puedan conocer de primera mano el proceso de elaboración de un libro, desde que se escribe hasta que se publica, y que tomen contacto con el funcionamiento del mundo editorial”, apunta Eloísa Otero, editora y coordinadora de ‘Libros a cuentagotas’. Tanto ella como la diseñadora de las preciosas cubiertas de los libros, Rocío Cuevas, al igual que los editores de Eolas, Héctor Escobar y Raúl Sánchez —que son los que al final envían el libro a imprenta y lo publican en su sello, encargándose además de su distribución y venta—, tienen claro que lo que ponen en este empeño, además de su profesionalidad, es tiempo, cercanía, paciencia, mimo, cariño y buen hacer, acompañando a los jóvenes autores en su aventura de publicar un libro, probablemente su ópera prima, y también a la hora de presentarlo al público.
Los libros de la Colección:
- ‘La poesía leonesa y la Colección Adonáis. Una historia revisada’ (Ensayo), de Sergio Fernández Martínez.
- ‘Continente’ (Poesía), de Silvia Abad Montoliú
- ‘El velamen del desvelo’ (Metapoesía), de Mareva Mayo
- ‘La diáspora de las aves’ (Poesía) de Marina Gay Ylla
- ‘Diario para perder el tiempo’ (Escritura experimental), de Luis Martínez Campo
- ‘Pan de mar’ (Poesía), de Sara Abad Reguera
- ‘Carbón. Negro.’ (Escritura performativa), de Álvaro Caboalles
- ‘Todas las aves fénix’ (Poesía), de Álvaro Delgado Ordás
- ‘Carne y Barro’ (Escritura experimental), de Pilar Cañas Martínez
- ‘El eucalipto en llamas’ (Poesía), de Mariana Mancebo Añez
- ‘Calendario celta’ (Trabajo de investigación), de Beatriz Larepa
- ‘Jazz en León’ (Ensayo), de Rubén Díaz Domínguez [En preparación]
- ‘Cuentos ecofunkies’ (Narrativa), de Hara Alonso
- ‘Vacío’ (Miscelánea), de Diego Villoria Zapico [En preparación]
Se pueden adquirir online en:
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