«El velamen del desvelo» o la metapoesía a contracorriente de Mareva Mayo

La portada es obra de Rocío Álvarez Cuevas.

El tercer número de la colección de libros ‘A cuentagotas’ ya se encuentra a disposición de los lectores y lectoras. ‘El velamen del desvelo’ (Eolas Ediciones), de Mareva Mayo, reúne fragmentos en los que la autora leonesa reflexiona sobre su relación extrema, conflictiva y pasional, con la poesía y la escritura.

La colección está auspiciada por la Concejalía de Juventud, a través del programa de ocio alternativo es.pabila, y nace con criterios de calidad y vocación de continuidad, al cuidado de Eloísa Otero, con diseño exterior y portadas de Rocío Álvarez Cuevas.

Reproducimos algunos fragmentos del libro y de la ‘Nota de la editora’ que figura al final del volumen:

:: Fragmentos de «El velamen del desvelo», de Mareva Mayo

El otro día, un ex-amante me habló con poesía. Y sentí un profundo rechazo a la literatura que camufla y, en su reino de la dialéctica y del humo, otorga una profundidad y un universo que sentí artificial y colgado de los espejismos de la palabra y su intento de trascendencia y belleza, y no de la hervidera de las venas y nuestra miseria.

Y le dije: la poesía separa de la proximidad, antes estaba enganchada a ese juego y la prefería sobre todas las cosas, pero hoy ya no amo la literatura… Las personas estamos llenas de cajas de pandora, de tonos de caverna y naufragio, de silencios, impertinencias y crujidos mucho más bastos que el mejor de los poemas.

–o0o–

Hace ya mucho que no creo en la poesía que se sostiene con las pajas mentales del lenguaje y, desde esos esquemas, construye una falsa profundidad cobijada en la idea de lo trascendente y solemne y bello. La quiero barriobajera y con faltas de ortografía, la quiero sucia y miserable, como lo humano, indigente y mezquina, como nosotros. No me interesa la estructura poética. Ni el verso cerrado. Ni el que nos salva de la mierda. No me interesa el universo estéril que se finge una selva y un parnaso, desde el sostén hueco y desalmado del lenguaje. No me interesa la literatura que nació para librarse del fango humano y que acaba condenándolo tras sus dioses de cotillón. Quizás porque escribí la de dios, para matar a mi humanidad. Y ahora necesito dejar en paz mi miseria y mi cansancio y mi cobardía y mi vulgaridad y mi amorfosidad y mi estupidez y mi anacoluto existencial. Porque quiero que mi fango baile libre hacia la mar que nos destruirá a todos.

–o0o–

Escribo en los cuadernos desde que tenía seis o siete años. No escribía con ningún afán literario. Escribía porque tenía secretos y abismos y no podía contar con ningún humano para explicárselos, no podía confesarme ni entregarme a ningún dios porque un inmenso desierto rugía hienas y serpientes que amenazaban con matarme.

Empecé a escribir por un sentimiento de vergüenza mezclada con furia, anarquía e ira. Empecé a escribir porque no podía existir en base a lo que me rodeaba ni a los ojos que me amaban y me conocían. Y yo quería existir y quería defender mi existencialismo, y la censura de la humanidad no me permitía ser yo. Y yo no entendía entonces casi nada del afuera.

Esa censura del civismo me llegaba como una terrible bestia con siete cabezas y rabo del Cerbero, como una pesadilla. Y creo que nunca me he librado del todo de esa amenaza y su extrañeza.

–o0o–

Cuando me proponen un poemario tiendo a pensar en lo acabado, en el propósito, en lo bello, en la poesía y en la revuelta. Y no en mi escritura habitual que es mi soliloquio, mi pequeño olvido cotidiano sobre las balas que envía el firmamento.

Por eso tengo que tirarme hacia lo desconocido. Hacia las tabernas del Teatro, hacia la poesía que echa el fuego hacia la superficie, y no la escritura que es atraída hacia el éter y mi soledad.

–o0o–

Siempre seré solitaria porque escribo.
No estaré nunca del todo al lado de nadie. Ni encima ni debajo ni en la casa de nadie.

Mi amor siempre pondrá el inconveniente de mi escritura, mi entrega cerrará el monte de mi escritura. Mis ojos, mis manos, mi vagina, ocultarán mi escritura al otro y lo separarán desde su reino. Mi proa va hacia la escritura, no va hacia el corazón de nadie.

–o0o–

Quiero entrar en acción. Como escritora sufro el desdén del humo y la quimera. Porque la escritura es humo. Solo los actos son poesía. Como escritora, alimento con obsesión las condicionales que espeja el laberinto de mi yo. Me alimentan las dudas, las antagonías, las luchas, el dolor, la rabia, los horizontes imposibles, los cantos inalcanzables, los amores que nunca se tocan, la pérdida, el desengaño, la melancolía, los muertos y los fantasmas, el nigredo, los caminos de fuego, mi torpeza, mi infierno, mi desesperanza, mi error, mi volveré a cometerlo o mi ya lo arreglaré mañana, mi algún otro día conoceré el amor, volaré junto a lo infinito y me convertiré mar con la mar y seré libre.

Como escritora hago de mi vida un jodido drama solitario, una guerra, un eterno irreconciliable. Y se me escapan los pájaros cuando escribo sobre los pájaros, y se me escapan el amor y la vida cuando me detengo en ese subterráneo donde nace lo que se escribe.

Y sin embargo, no puedo dejar de escribir. Porque me hace alquimia. Porque vete a saber por qué. Pero sé que tengo que entrar a la acción, ahí afuera, donde de verdad ocurre la vida, donde baila Fauno. Y no restringirme a través de mi mente, no acorralarme por mí misma, dar un brinco al instante presente. Hacer cosas nuevas. Tratar con gente desconocida. Ir a situaciones que saquen de su zona de confort a Alicia. Olvidarme ya del asunto de que solo sabré y me equilibraré a través de la escritura. No es verdad. La escritura no sabe nada. Lo único que nos hace saber es lo que nos llega de forma incognoscible y extraña. Lo que juega junto a otrxs parias y locxs y navegantes. Lo que sale de lo más dentro hacia lo más fuera, y lo que entra de lo más afuera al fuego del corazón.

Alguna vez yo le di todo el poder y mi vida a la escritura. Ahora quiero quitárselo. Y devolvérselo a la mar a la que le pertenece.

Colofón del libro.

EN LA ESCRITURA SE SALVA Y SE SOSTIENE
[Nota de la editora. Fragmento]

Mi poema es mi cuchillo.
Paul Celan

Por ELOÍSA OTERO

(…) Mareva Mayo en realidad escribe porque vive, la escritura forma parte intrínseca de su manera de estar en el mundo, de buscar su lugar en un mundo que, para alguien como ella, con su extraordinaria capacidad sensitiva, puede llegar a ser muy hostil.

La llamé por teléfono en marzo de 2020, durante el primer confinamiento por la pandemia de coronavirus. Ella se encontraba en Galicia, me contó, en una especie de camping de cabañas de madera junto al mar, por la Costa da Morte. Había ido allí a pasar unos días con su padre y su perro Kavka y allí se quedaron los tres solos, durante aquellas largas y extrañas semanas, después de llegar a un acuerdo con el dueño del camping. Me dijo que se encontraba bien, que le estaba sentando fenomenal el contacto con la naturaleza y el mar, que necesitaba librarse de la poesía y del ego de los poetas, que ella nunca se ha sentido bien en ese teatro…

Unas semanas después, Mareva me envió una carta, renunciando a formar parte de los Libros… a cuentagotas, insistiendo en las razones antes apuntadas.

Reproduzco esa carta, prácticamente entera:

Querida Eloísa, hola.

Me honró que me propusieras un poemario y que me incluyeras en ese proyecto tan bonito que reúne a jóvenes creadores, alquimistas de caminos, vuelos, barricadas y sueños que estoy segura que harán más habitable y amante esta tierra y esta vida (…)

Pero justo me pillas en una época donde la poesía es lo que no puedo agarrar. Es el canto que oye la mar y no la palabra. Es lo que habito cuando no soy mi testigo.

Ahora solo «escribo» poesía en el papel del mar y no en el lenguaje escrito. E inconscientemente cuando pienso en un poemario, pienso en la poesía acabada, en la belleza, en la revolución, en el fuego hacia lo colectivo, en lo que brama el verbo y el aullido hacia la superficie. Y en el momento en el que mi ser se relaciona hacia el exterior empieza a interactuar el ego: el reino del actor. Y precisamente ahora trato de extraer de mi psique lo que me causó prejuicio, jaula, sombra, tumba, fado, quimera y bocajarro, del reino de los actores y de mi puta y trágica actriz. Y devolverlo a lo inasible, a lo desconocido que rige lo real.

Por eso, entregar un poemario me supondría llevar la poesía fuera del lugar donde ella hoy me nace y me sueña. Y me acabaría volviendo juez/policía/carcelero de la belleza y del hay, por culpa del actor que siempre se despierta en la superficie. Y esa tensión despertaría una guerra civil interna y la separación de la mar.

El exterior es el ardiente teatro que siempre nos golpea con máscaras y espejos que cubren al éter con el laberinto de Fauno. Todos los humanos somos locos que vagan un sueño. Mi actriz ama al Teatro y su larga vida. Soy hija de la dramaturgia. Ella escribió mis cicatrices, pasiones, gritos, insomnios, abismos y amores al teatro a través de la poesía tantos años.

Pero ahora ella se va hacia otro sueño que viene del vacío, de la materia inerte, de la soledad cuando los brazos y los pulmones y la lengua son la mar y no yo ni mi historia. Cuando no fue un prejuicio mi empirismo; ni lo que supe ni vi ni dijeron y sangraron las palabras.

Y aunque este camino también es teatro y solo sueño, del teatro nadie escapó jamás, me siento enllamadamente obligada a ir hacia dentro y la lejanía, y no hacia afuera.

Y la poesía que hoy me es, solo podría ser leíble desde un puñado de algas y arena o las heces de un zorro y no con poemas. Han ardido y muerto todos mis poemas.
Han caído las palabras.
Ha fracasado el existencialismo. La metafísica.

La verdad está muerta para el humano.

La realidad se oculta tras los huesos que el Teatro no puede calcinar.

Solo podemos relacionarnos con el hay, desde el sueño y lo inasumible.

Y hoy, seguir el rastro de la poesía me es desaparecer, ir a lo incognoscible y a lo que no se toca, ni se posee, a lo que no pueden sostener las palabras. A la performance de la locura que sabe que es la mar el cuerpo y no la carne, que somos solo sombra del éter… soñando que somos.

Y aunque a alguien en mí le da pena rechazar el proyecto, como si fuera un incendio más hacia el soliviantar de la desaparición o el arbolar de la bruma, siento sanguínea y bramantemente que tengo que seguir a la poesía entre las llamas de la nada y perder mucho más hondo las nociones que tenía de ella y las yoes que fui en su búsqueda.

Gracias por contar conmigo y un abrazo inmenso a ti y a toda la poesía que te rodea entre tanta gente tan bonita que levantáis el canto y tejéis y retumbáis y amáis para que crezca y su fuego no se apague.

Salud!

Después de leer esta carta, le di unas vueltas al asunto. En su blog ingente, Hoguera de ideas, bajo la etiqueta de «Escritura», Mareva reflexiona a veces sobre poesía y escritura, sobre su conflictiva y pasional relación con ambas. Así que le propuse escoger algunos de esos textos, que bien pueden entenderse como metapoesía y no solo en el sentido de «discurso poético cuyo asunto, o uno de cuyos asuntos, es el hecho mismo de escribir poesía, así como la relación entre autor, texto y público», sino también como algo que va más allá de la poesía. Y Mareva aceptó.

El resultado es este libro. Sus textos, en forma de fragmentos, forman parte del cuaderno de bitácora de la autora y fueron escritos en su mayoría durante 2020, aunque también hay algunos que datan del año 2019 y hemos añadido algunos más de principios de 2021.

No me resulta difícil imaginarla leyendo este librito con su voz singular, escupiendo pensamientos, versos y metáforas como echas directas a las entrañas, a las profundidades del sentimiento, del entendimiento y el ser. ¡Gracias, Mareva!

Mareva Mayo. Autorretrato.

:: Sobre Mareva Mayo

Mareva Mayo (León, 1986) es una de las voces más insólitas del panorama poético de la ciudad de León. La mejor forma de asomarse a algo parecido a su biografía es sumergirse en su blog Hoguera de ideas y dejarse atrapar por unos textos llenos de genio innato y de sorprendente efectividad.

En 2012 publicó su primer poemario, “Infecciones” (Neurótika Books), al que seguiría, en 2018, “Sinmigo y el cuchillo y el pájaro” (Ed. Piediciones). En 2019 vieron la luz sus “Poemas de carne y aguja” en un pequeño libro-objeto producido por el MUSAC, en el marco de la exposición colectiva “(D)escribir el mundo”, del que se hizo una pequeña edición no venal.

“El velamen del desvelo” reúne fragmentos en los que la autora reflexiona sobre su relación extrema, conflictiva y pasional, con la poesía y la escritura.

:: Sobre la colección ‘A cuentagotas’

‘Libros… a cuentagotas’ es una iniciativa del programa de ocio alternativo es.pabila (Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de León) para dar visibilidad al trabajo literario realizado por jóvenes autores y autoras menores de 35 años y vinculados a León. «Más allá del empeño entusiasta que han puesto en ella cuantos participan en su gestación, esta colección espera servir de acicate y estímulo, pero también de conocimiento del medio a quienes empiezan a dar sus primeros pasos como escritores y escritoras».

La colección, al cuidado de la escritora y periodista Eloísa Otero, está abierta a todo tipo de géneros literarios: ensayo, poesía, narrativa, teatro y escritura experimental, entre otros, y nace con criterios de calidad y vocación de continuidad en el tiempo.

La imagen exterior de los libros ‘A cuentagotas’ es obra de la fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Álvarez Cuevas, que fue seleccionada a través de una convocatoria dirigida a jóvenes ilustradores para realizar las portadas. La selección de la editorial encargada de publicar los libros se realizó a través de un concurso administrativo adjudicado a la Librería Universitaria de LeónEolas Ediciones.

Los libros de la Colección

  1. ‘La poesía leonesa y la Colección Adonáis. Una historia revisada’ (Ensayo), de Sergio Fernández Martínez.
  2. ‘Continente’ (Poesía), de Silvia Abad Montoliú
  3. ‘El velamen del desvelo’ (Metapoesía), de Mareva Mayo
  4. Próximamente: ‘La diáspora de las aves’ (Poesía) de Marina Gay Ylla

Se pueden adquirir online en:

Portadas de los cuatro primeros números de la colección de Libros… «A cuentagotas»:

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