
Ya está en las librerías el nº 14 de la colección ‘Libros a cuentagotas’, y el último de los cinco realizados en 2022: Vacío (Eolas Ediciones), una miscelánea (letras y dibujos, rap y tatuajes) del joven Diego Villoria Zapico (León, 2000), cuyos textos bosquejan una zona desesperada y poética de la intimidad existencial.
La colección ‘Libros… a cuentagotas’, auspiciada por la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de León, a través del programa de ocio alternativo es.pabila, está al cuidado de Eloísa Otero, con diseño exterior y portadas de la fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Cuevas y con publicación a cargo del sello leonés Eolas.
Diego Villoria Zapico (León, 2000) terminó el bachillerato en su ciudad natal y se fue a Asturias para estudiar el grado superior de Análisis Clínico y Biomédico. «El primer curso fue bien. Pero en el segundo me aburrí de contar células, y empecé a ver que aquello no era lo mío». Fue entonces cuando compró la máquina de tatuar que cambiaría su trayectoria. Y volvió a León.
En Vacío, su primer libro, hay letras y dibujos, raps y tatuajes. Si los textos se adentran en zonas heridas de la intimidad existencial, los dibujos parecen formar parte de una pulsión distinta: “Cada tatuaje que me hago supone, para mí, cerrar un ciclo, poner un punto y aparte… Y seguir después con otro párrafo. Tatuarse es ir escribiendo tu historia en tu propio cuerpo», apunta el autor.
:: Algunos textos y dibujos de «Vacío», de Diego Villoria Zapico
* * *
Los pétalos de una flor
que van cayendo.
Los trozos de mi corazón
se van derrumbando…
* * *
Solo en mi cuarto las voces
me están matando.
Caen como coces,
aliento despiadado.
* * *
Salto como un cafre, tengo mucho que perder
Por el suelo hay sangre, manché toda la pared
Me piden que cambie, no me encuentro ni los pies
Me dicen que salte, que todo es cuestión de fe
Grabado en mi mente, como mis tres tatuajes
No es por dar el cante, creo que fue por darme un chance
Buceo en mi mente, buscando oportunidades
En la cara un dazed, tengo mucho que perder.
Tengo preocupado a cada uno de mi familia
Mi padre rayado por la noche no concilia
Lo mucho que duele que ni cueste forzar sonrisas,
La ansiedad a trote me va el corazón deprisa
En algo hay que creer, me voy a leer la Biblia
Corazón ardiente, se nos escapa la vida
Se me cae otro diente, al soltar otra mentira
Que se cree la gente, vivo en una pesadilla.
* * *
Me gusta cuando la gente duerme,
porque si así es,
ni puedo hacerles daño
ni ellos pueden verme.
:: Sobre Diego Villoria Zapico

ESCRIBIR EN EL CUERPO
RAPEANDO A CAPELLA
[Nota de la editora]
Por ELOÍSA OTERO
Ideología del tatuaje: «En una sociedad en que todo se desecha, ropa y objetos, tener un tatuaje es un modo de tener algo que nos pertenece definitivamente, para siempre».
Etienne (tatuador francés)
Letras y dibujos, raps y tatuajes. Diego Villoria Zapico (León, 2000) escribe en aullidos destemplados como lanzando un sos. Sus textos bosquejan una zona desesperada y poética de la intimidad existencial. El que canta su mal espanta y aquí las palabras, entre el monólogo interior y el conjuro catártico, exudan desazón, pero también indagan en ese hueco insondable que se extiende a veces entre la inanidad y el ser, entre la realidad y la pérdida de sentido. Para Diego, estas letras son canciones. «Las escribo para mí, para liberar alegría o rabia. Y después me quedo más tranquilo que la leche». Comenta que, como muchos otros jóvenes, lo ha pasado mal en estos últimos tiempos, en los que la crisis vital se juntó con la pandemia de covid-19. Y de eso hablan sus textos arrebatados de sinceridad, que en algunos casos semejan pequeños fragmentos del diario de un yo herido que escarba sobre sí mismo en un intento de recomponerse.
Los dibujos, en cambio, parecen formar parte de una pulsión distinta, de algo que tuviera más que ver con buscar y encontrar. «Me gustan las cosas artísticas, de darle vueltas a la cabeza hasta llegar a la imagen que quieres».
Diego Villoria Zapico terminó el bachillerato en León y optó por irse a Asturias para estudiar el grado superior de Análisis Clínico y Biomédico. «El primer curso fue bien. Pero en el segundo me aburrí de contar células, y empecé a ver que aquello no era lo mío». Fue entonces cuando compró la máquina de tatuar que cambiaría su trayectoria.
«Aprendí viendo vídeos por YouTube. Empecé tatuándome a mí mismo, pero también piel sintética y frutas, muchas frutas. Me encerré durante un mes a tatuar todo lo que encontraba: manzanas, naranjas… y a la gente. ¡Mi hermano tiene una pierna reventada de aquella época! Mi padre también me ha dejado tatuarle de todo. Mi madre, en cambio, esperó a que supiera hacerlo bien».
Sobre si grabar sobre la piel hace daño o no, y aunque existan cremas anestésicas, Diego explica que conviene tener en cuenta distintos factores. «El dolor depende de cada persona, de si ha comido o no, de si está inquieta o tranquila… Y luego también depende de la zona del cuerpo donde lo quieras; en el cuello duele siempre, en las costillas es insoportable, por ejemplo. Existe también un dolor de desgaste, quiero decir que a lo mejor a los pocos minutos no te duele, pero después de unas horas, seguro que sí».
En el poco tiempo que lleva dedicado a este oficio, habrá tatuado ya a unas 200 personas. Lo sabe porque guarda todos los calcos de los distintos dibujos.
¿Por qué se tatúa la gente? «Por muchos motivos: para ser más guay, o para hacerte el bicho raro, o el malote, o porque has perdido a alguien y lo quieres llevar para siempre contigo, para recordar algo o a alguien…».
Para Diego, no obstante, tatuarse es «un proceso que sirve para marcar algo que es importante para ti, para acordarte de ello». De alguna manera supone «ir escribiendo tu historia en tu propio cuerpo». Y desde luego que puede convertirse «en un vicio»…
«¿Que por qué me tatúo yo? Para diferenciarme. Es cierto que todos somos diferentes, pero así lo eres un poquito más. Para mí, hacerme un tatuaje es como cerrar un ciclo, poner un punto y aparte… Y seguir después con otro párrafo».
Claro que una cosa es hacerse tatuajes y otra tatuar a otros. «Cuando tatúas, estás haciendo algo que va a quedar para siempre en esa persona, y eso conlleva una responsabilidad, exige una concentración extra, un estar metido en el momento… Existen distintas técnicas, y también hay tatuajes que no son para todo el cuerpo, porque se pierden las formas», explica. De alguna forma, también, todo eso es, para él, «como adrenalina gratis».
Además de tatuar y dibujar, a Diego le gusta hacer deporte, «patinar sobre todo», y realizar escapadas para descubrir el mundo, de las montañas al desierto pasando por la costa. Ha recorrido España y Portugal y, desde hace unos meses, una moto le ha abierto nuevas perspectivas.
Le encantan los animales y, después de haber rescatado a dos perros de una muerte segura, algunas veces ha soñado en montar un refugio. «Mi pasión sería trabajar con animales, pero no sé hasta qué punto es posible eso. Si me pusiera a estudiar una carrera, tendría que dejar de tatuar, y ahora estoy bastante centrado en esto». Además, hace un año montó una marca de camisetas con un amigo. «Hacemos encargos y también cosas que nos gustan a nosotros».
Diego Villoria Zapico es muy joven, no se dedica a escribir (aunque a veces escriba para soltar lo que lleva dentro como un canto catártico) y quizá nunca se había planteado publicar un libro. Cuando le propuse hacerlo, él quiso ir más allá y contar una historia, su propia historia, con el objetivo de ayudar a otros que hubieran pasado por lo mismo. Empezó a escribirla… pero se dio cuenta de que le llevaría mucho más tiempo, aprendizaje y energía de los que cabía imaginar. En todo caso, si es cierta esa frase que dice que cada uno de nosotros lleva un libro dentro (o incluso más de uno), el verdadero libro de la historia de Diego no se escribe aquí, sino que está inscrito en su cuerpo, sobre su propia piel, y él es el único capaz de desentrañarlo.
:: Sobre la colección ‘A cuentagotas’

‘Libros… a cuentagotas’ es una iniciativa del programa de ocio alternativo es.pabila (Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de León) para dar visibilidad al trabajo literario realizado por jóvenes autores y autoras menores de 35 años y vinculados a León. «Más allá del empeño entusiasta que han puesto en ella cuantos participan en su gestación, esta colección espera servir de acicate y estímulo, pero también de conocimiento del medio a quienes empiezan a dar sus primeros pasos como escritores y escritoras».
La colección, al cuidado de la escritora y periodista Eloísa Otero, está abierta a todo tipo de géneros literarios: ensayo, poesía, narrativa, teatro y escritura experimental, entre otros, y nace con criterios de calidad y vocación de continuidad en el tiempo.
La imagen exterior de los libros ‘A cuentagotas’ es obra de la fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Cuevas, que fue seleccionada a través de una convocatoria dirigida a jóvenes ilustradores para realizar las portadas. La selección de la editorial encargada de publicar los libros se realizó a través de un concurso administrativo adjudicado a la Librería Universitaria de León – Eolas Ediciones.
“Más allá del producto final (un pequeño libro), lo que nos importa en este proyecto es que los jóvenes autores puedan conocer de primera mano el proceso de elaboración de un libro, desde que se escribe hasta que se publica, y que tomen contacto con el funcionamiento del mundo editorial”, apunta Eloísa Otero, editora y coordinadora de ‘Libros a cuentagotas’. Tanto ella como la diseñadora de las preciosas cubiertas de los libros, Rocío Cuevas, al igual que los editores de Eolas, Héctor Escobar y Raúl Sánchez —que son los que al final envían el libro a imprenta y lo publican en su sello, encargándose además de su distribución y venta—, tienen claro que lo que ponen en este empeño, además de su profesionalidad, es tiempo, cercanía, paciencia, mimo, cariño y buen hacer, acompañando a los jóvenes autores en su aventura de publicar un libro, probablemente su ópera prima, y también a la hora de presentarlo al público.
Los libros de la Colección:
- ‘La poesía leonesa y la Colección Adonáis. Una historia revisada’ (Ensayo), de Sergio Fernández Martínez.
- ‘Continente’ (Poesía), de Silvia Abad Montoliú
- ‘El velamen del desvelo’ (Metapoesía), de Mareva Mayo
- ‘La diáspora de las aves’ (Poesía) de Marina Gay Ylla
- ‘Diario para perder el tiempo’ (Escritura experimental), de Luis Martínez Campo
- ‘Pan de mar’ (Poesía), de Sara Abad Reguera
- ‘Carbón. Negro.’ (Escritura performativa), de Álvaro Caboalles
- ‘Todas las aves fénix’ (Poesía), de Álvaro Delgado Ordás
- ‘Carne y Barro’ (Escritura experimental), de Pilar Cañas Martínez
- ‘El eucalipto en llamas’ (Poesía), de Mariana Mancebo Añez
- ‘Calendario celta’ (Trabajo de investigación), de Beatriz Larepa
- ‘Jazz en León’ (Ensayo), de Rubén Díaz Domínguez
- ‘Cuentos ecofunkies’ (Narrativa), de Hara Alonso
- ‘Vacío’ (Miscelánea), de Diego Villoria Zapico
Se pueden adquirir online en:
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